El apogeo del Califato de Córdoba coincide con los reinados de Abderramán III (929-961) y su hijo Alhakén II (961-976). Estos soberanos sustituyeron a la aristocracia de origen árabe por una nueva procedente de esclavos y libertos de origen europeo que reformaron progresivamente el califato llevando a cabo una centralización fiscal que gestionó de una manera tremendamente eficaz el cobro de los impuestos, diezmos, peajes, tasas aduaneras, derechos sobre mercados, joyas, etc… sometiendo a la contribución del Califato incluso a los cortesanos. El auténtico éxito del califato, fue la distribución de la riqueza, así el geógrafo Ibn Hawqal decía:
La abundancia y el desahogo dominan todos los aspectos de la vida; el disfrute de los bienes y los medios para adquirir la opulencia son comunes a los grandes y a los pequeños, pues estos beneficios llegan incluso hasta los obreros y los artesanos, gracias a las imposiciones ligeras, a la condición excelente del país y a la riqueza del soberano; además, este príncipe no hace sentir lo gravoso de las prestaciones y de los tributos.
El apogeo del Califato de Córdoba
De Arturo Redondo.
El comercio del Califato de Córdoba estaba en el origen de esta bonanza económica, y se basaba en una industria artesana y unas técnicas agrícolas que eran las mas desarrolladas de toda Europa, que aún no había levantado cabeza desde la caída del Imperio Romano. El propio Imperio carolingio copió el modelo Cordobés, tanto en acuñación de moneda como en modelo comercial y urbano, no en vano, la capital Córdoba, superaba los 250.000 habitantes hacia el año 935, y mas de 500.000 en el año 1000, un auténtico prodigio de urbanidad, organización e higiene para la época.
En esas condiciones, Córdoba se convirtió en la mayor ciudad del hemisferio occidental, compitiendo con Bagdad y Constantinopla (la capital del Imperio Bizantino), en esplendor, comercio y cultura. Su poder lo atestiguaba las mas de 1.600 mezquitas, 300.000 viviendas, 80.000 tiendas, o la excelente red de baños públicos.
El poder y esplendor de Córdoba se proyectó hacia otras ciudades de la península, como Toledo, como punto estratégico y cultural, o Sevilla, como puerto de salida comercial del Califato
El poder cultural de Córdoba se financió con el combustible comercial, que dotó a la ciudad una escuela de medicina, otra de traductores del griego y el hebreo al árabe, una universidad y 70 bibliotecas, una de las cuales llegó a albergar 400.000 volúmenes, un ambiente cultural que propició el fluir de los conocimientos greco-latinos (que se habían perdido en el resto de Europa), hacia los intelectuales árabes de la época.
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