Tras la conquista de Tenochtitlán y la extensión creciente de los españoles en México, Hernán Cortés estaba preocupado porque las dos cartas de relación que había enviado al Rey no habían tenido respuesta. Por tanto, escribió nuevamente: una tercera carta de relación y otra de carácter privado en la que se quejaba que no se le contestase. Y las mandó por medio de dos de sus fieles, Alonso de Ávila y Antonio de Quiñones, acompañadas de un fabuloso tesoro - que pese al nombre popular ya no tenía nada que ver con Moctezuma, muerto el año anterior- compuesto por cincuenta mil pesos de oro (de los que nueve mil correspondían al quinto real), más de ocho mil kilos de plata (incluyendo una culebrina de plata maciza), abundante joyería, piezas de jade, una esmeralda en forma de pirámide cuya base era como la palma de una mano y perlas del tamaño de avellanas, entre otras maravillas.
También había cosas que podían ser curiosas en España, como por ejemplo capas de plumas, escudos decorados, papagayos, un trío de tigres - que así llamaban a los jaguares- y unos huesos gigantes que hoy se cree que quizá fueran de dinosaurio o de mamut.
El corsario Jean Fleury y el tesoro de Moctezuma
Autor: Juan Jesús Llodrá González para revistadehistoria.es
La llegada a Europa del tocado de Moctezuma, demostró que los descubrimientos realizados por Castilla iban más allá de unas simples islas frente a las Indias y aunque los Reyes Católicos intentaron mantenerlo dentro del máximo secreto, era cuestión de tiempo que el resto de potencias europeas quisieran explotar ese nuevo territorio.
En el contexto de la guerra italiana entre 1521 y 1526, en el que Carlos I y Francisco I se disputaban el control por el norte de la península itálica, junto a sus aliados, el Papa, la república de Venecia e Inglaterra, surge la figura del armador Jean Ango, que se convertirá en vizconde de Dieppe.
La zona de patrulla de Jean Fleury era un triángulo cuyos vértices eran las Islas Canarias, Islas Azores y cabo de San Vicente, ya que los pilotos no se atrevían a cruzar el Atlántico y esa era la zona de paso de los navíos para llegar a Castilla y Portugal.
Entre 1519 y 1521 Hernán Cortés realiza la conquista de México, consiguiendo un gran botín con el cual quiere obtener el perdón real y el título de gobernador de los territorios conquistados, pero una revuelta azteca le obliga a huir de Tenochtitlán en la conocida como “Noche triste” donde se perderá una gran parte del botín.
Tras la victoria de Otumba en julio de 1520, en la que se alabó el valor en la lucha de María de Estrada, Hernán Cortés autoriza al tesorero Julián de Alderete a que usara cualquier método para que los aztecas revelaran donde tenían sus tesoros, llegando a quemar los pies del emperador azteca Cuitlhuac con aceite hirviendo.
La respuesta del emperador fue que todas las riquezas habían sido arrojadas al lago que rodea la ciudad junto a las armas abandonadas por el ejército de Cortés tal y como confirman las investigaciones arqueológicas que han descubierto las armas, pero no las riquezas.
En 1521 embarca todas las riquezas en una flotilla de 3 naves que zarpó de San Juan de Ulúa bajo malos augurios: ya que los indígenas maldijeron las naves y el tesorero Julián de Aldarete murió en los inicios del viaje, sospechándose de un posible envenenamiento debido a la mala relación que tenía con Cortés, y los tres jaguares, que se enviaban como animales exóticos, debieron ser sacrificados después de que uno se escapará de su jaula y matará algunos marineros.
La flota transportaba un tesoro formado por entre 50.000- 88.000 castellanos en barras de oro, 8.000 kilos de plata, joyería variada, una pirámide de esmeralda que tenía una base como la palma de una mano, perlas del tamaño de avellanas…, de las que un quinto correspondía a la corona y el resto debía repartirse entre diversas personalidades.
Jean Fleury, ataca la flota cerca de las Islas Azores en un combate desigual, ya que el capitán Martín Cantón entrego la nave sin combatir, Juan Ribera al mando de la “Santa María de la Rábida” consigue huir llegando al puerto de Santa María (Cádiz) donde la nave fue confiscada por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca. Únicamente la nao y el bergantín comandados por Domingo Alonso de Amilibia, que había ido con una flotilla de una nao, una carabela y un bergantín para proteger a la flota fue la que presentó batalla, siendo gravemente herido y hecho prisionero junto a Alonso de Ávila.
Jean Fleury consigue hacerse con la mayor parte del tesoro, incluso algo más valioso que el oro, los mapas dibujados por los pilotos castellanos con las rutas y los vientos dominantes para llegar a los nuevos territorios que facilitaron las expediciones de ingleses y franceses hacia América.
Jean Fleury entregara parte del tesoro al rey de Francia, y otra parte al armador Jean Ango que se expusieron en una fiesta en 1527 en su mansión y que utilizó posteriormente para construir una gran residencia de verano, Varegeville-sur-Mer, financiar arreglos en la iglesia de Dieppe e intentar aumentar sus riquezas patrocinando viajes de descubrimiento.
El rey de Francia, Francisco I hace ostentación del tesoro a la vez que denuncia el tratado de Tordesillas firmado entre Portugal y Castilla, exigiendo al rey de Castilla, Carlos I que enseñe el testamento de Adán donde le hace heredero de esos nuevos territorios.
Carlos I reacciona concediendo patentes de corso contra franceses e ingleses, siendo capturado Jean Fleury en 1527 por la flota comandada por Martin Pérez de Irízar, conocido como Martín de Rentería, ofreciéndole Fleury la cantidad de 30.000 ducados de oro si lo dejaba en libertad.
Fleury fue conducido a la casa de contratación de Sevilla, y se mandó aviso a Carlos I de su apresamiento y de la pena a la que debía ser sometido, a lo que Carlos I contesto que fuera ajusticiado allí donde se encontrara al recibir la respuesta, pues el prisionero era conducido a presencia del rey.
En 1527 fue ajusticiado en la villa de Colmenar de las Arenas, actual Mombeltrán y se concedió a Irízar el derecho a incorporar tres flores de lis a su escudo heráldico para recordar la victoria contra Fleury por capturar con un galeón propio dos galeones al corsario.
Este hecho provocó que a partir de 1522 todos los barcos que comerciaran con América tuvieran que ir artillados y a partir de 1526 agrupados en flotas, estableciéndose el sistema definitivo de flotas en 1561 que estaría vigente hasta 1778.
Autor: Juan Jesús Llodrá González para revistadehistoria.es
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