domingo, 27 de maio de 2018

La derrota de la Armada Invencible. Inicio de la decadencia del Imperio Español en 1588.

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La derrota de la Armada Invencible. Inicio de la decadencia del Imperio Español en 1588.

Lo que debía ser una espléndida y majestuosa demostración de fuerza contra Inglaterra y los rebeldes de Flandes resultó para la España del imperio, su época más gloriosa, en uno de los desastres nacionales históricos más recordados: la derrota de “La Armada Invencible”.

En 1583, la reina británica Elizabeth I le causaba serios dolores de cabeza a la corona española acosando constantemente las colonias americanas del Caribe ayudada por corsarios que tenían su respaldo. A las preocupaciones del rey español Felipe II se le sumaban, además, los rebeldes de Flandes que debían ser derrotados rápidamente. Pero la guerra se estiraba y los recursos españoles se reducían.
Como solución a todos sus problemas el rey español - tal vez uno de los más ineptos del período- llevaba ya algún tiempo pensando en invadir Gran Bretaña para derrocar a Elizabeth I, y cercar a los rebeldes de los Países Bajos uniendo la flota al ejército de Alejandro de Farnesio que marcharía hacia allí por tierra. 
Según Álvaro de Bazán, un renombrado marinero, parecía que la idea se podría llevar a cabo con gran éxito. Empezaron entonces en 1584 la preparación de una numerosa flota de unas 130 naves de guerra. Pero, poco antes de poner en marcha la expedición muere Álvaro de Bazán, lo que para los expertos sería parte de lo que cambiaría drásticamente la suerte de la flota. 
En lugar de Álvaro de Bazán fue designado, muy a su pesar, un inexperto en artes marinas y militares de 38 años llamado Alfonso Pérez de Guzman, el duque de Medina Sidonia. 
Obligado por el monarca, el duque de Medina Sidonia, que decía que se mareaba en el océano, se puso al comando de la armada y el 20 de mayo de 1588 la Invencible salió de Lisboa, bordeando con dificultades la costa hasta la Coruña, donde se abasteció de agua y alimentos. Hasta el 21 de julio no dejó este puerto, para entrar, una semana después, en el canal de la Mancha.
El contingente era llevaba un total de 130 naves, entre las que habían 60 galeones, 4 galeras y 4 galeazas con un total de 57.808 toneladas y 2.431 piezas de artillería. A fin de organizar una flota tan monstruosa, fue dividida en escuadras llamadas con el nombre de la localidad en que las naves fueron construidas. La tripulación constaba de 7.050 marineros, 2.088 remeros, 17.017 soldados y 1.388 auxiliares. Entre criados, religiosos y aventureros, sumaba un total de 27. 543 hombres.
El combate contra la flota anglo-holandesa empezó a la altura de Calais, cuando ya la flota española había tenido varias pérdidas por causa de la desorganización y por el mal tiempo, un constante desgaste que no había hecho más que empezar. La flota inglesa usó una táctica guerrillera, pués no le presentó batalla a la Invencible de un modo formal sino que se dedicó a seguirla y a acosarla constantemente, manteniéndola además localizada y vigilada, lo que eliminaba cualquier ventaja de sorpresa por parte de los españoles.
La superioridad española en barcos y hombres era abrumadora, pero los rápido y ligeros buques ingleses eran superiores en su capacidad de maniobras. Los pesados galeones españoles no podían esquivar los temporales ni perseguir a los buques ingleses, que éstos maniobraban y acosaban alrededor de la Invencible con ligereza y agilidad.
La flota española, que había sido victoriosa de Lepanto no obtuvo nunca una batalla que se presentara adecuadamente, de frente a frente. Por el contrario hubieron constantes escaramuzas y hostigamientos por parte de los ingleses, que iba disminuyendo a la flota española, a lo que se sumaban las inclemencias del tiempo.
Después de un necesario descanso en el puerto Francés de Calais, la flota se reabasteció y trato de hacer contacto, sin lograrlo, con el ejército de tierra del duque de Parma, que  estaba lejos de allí. El fondeo de la flota en Calais fue posible porque los franceses, aparentemente neutrales al conflicto, eran también católicos y les unía el resentimiento contra los ingleses.
La numerosa flota española sufría los temporales en el estrecho canal inglés mientras los buques ingleses y holandeses con su versatilidad dañaban a las pesadas fortalezas flotantes de los españoles en escaramuzas. Los ingleses usaban además pequeñas embarcaciones incendiarias llamadas brulotes que sembraban el caos en la numerosa formación española. 
La noche del 8 al 9 de agosto los españoles perdieron unas 15 embarcaciones y 5000 hombres por culpa de los brulotes incendiarios, y la situación ya era insostenible. La flota Anglo-holandesa se reagrupaba y acosaba por el sur a la Invencible constantemente, tal fue el desgaste continúo, sumado al ejercito del Duque de Parma que no estaba listo para la invasión. Medina Sidonia, tras aguantar los ataques durante varios día decidió retirarse hacia el Mar de Norte el 28 de Julio .
Huyendo de los ingleses al sur, Medina Sidonia entró en una tormenta que arrastró toda la flota más hacia el norte, las costas inglesas  e irlandesas se llenaron de restos de navíos españoles que naufragados en los arrecifes. La Armada Invencible era ya muy diferente a la que partió de Cádiz. La falta de víveres y de agua, las tormentas y las enfermedades causaron muchos más daños que los combates anteriores.
En las batallas con los ingleses murieron unos 1.500 hombres y otros 18 mil en la vuelta a casa. Solo llegaron unos 10 mil hombres del total de 30 mil que salieron de Lisboa. España perdió 20 mil hombres, 40 millones de ducados y cerca de 100 navíos. Solo regresaron a casa unos 66 buques.
Elizabeth I no se dio cuenta de su victoria hasta después de algún tiempo. La catástrofe española había sido tan dispersa que los vencedores, sin conocer la posición de la flota, temían que la invencible se hubiera refugiado en puerto seguro. Las pérdidas inglesas también fueron elevadas, en su mayoría por la peste que se difundió entre marinos y soldados.
El fracaso de Felipe II aseguró a las naciones del Norte, que hasta entonces eran apenas mediocres en lo político y económico, su futura supremacía marítima. Fue también un triunfo del protestantismo de Elizabeth I contra el catolicismo de Felipe II.
JV. São Paulo, mayo de 2016

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