El piso inacabado y la recepcionista
La chica del mostrador del hotel me recibió la ficha con mis datos
y me entregó la llave.
-
Habitación 39-O, en el tercer piso. Flor se
llamaba la chica, agradable, no más de 38 o 40 años, y me puse a pensar si su
nombre sería Floríspide o Florinda, y
supuse que se lo acortaba por parecerle muy antiguo; o tal vez Florencia,
y le sonaba demasiado largo.
En
esas divagaciones estaba cuando escucho a lo lejos la voz de Flor que
me decía que aprovechase las lujosas instalaciones, pero me advertía que
tuviera cuidado de no perderme en el segundo piso pues estaba vacío y sin
terminar - y ya hace más de 18 años, cuando empecé a trabajar acá-, me
confidenció en voz baja, y con un dejo de complicidad.
Subí
a la terraza, donde había quedado de encontrarme con mi mujer y mi hija, y como
solo llevaba una mochila para el final de semana, nos pusimos a andar entre los
parques y piletas del lujoso piso del hotel. Pero enseguida me di cuenta que
ellas casi no escuchaban lo que les decía o preguntaba y se limitaban a
conversar entre ellas.
Me
fui y las dejé hablando solas, dispuesto a llegar a mi habitación, bañarme y
dormir un poco.
Tomé
el ascensor de la derecha -había dos, justo al centro de la gran terraza, uno
con una gran E y otro con una O. Entré en el primero, sin prestarle mucha
atención a las letras y cuando llegué al tercer piso, la llave-tarjeta no
funcionó. Me di cuenta que estaba tratando de entrar a la habitación 30-E y
la mía era 39-O. Obviamente una era Este y la
otra Oeste, pensé, y espontáneamente me dirigí a mi izquierda, para
pasar al otro hemisferio del hotel. Pero al llegar al primer departamento, vi
que solo había un enorme vidrio desde el cual podía ver el ascensor que
seguramente me llevaría a mi destino. No sabía que hacer, pero justo pasó un
hombre de la limpieza que me orientó:
-Baje
al primer piso y allí sí, ya no hay vidrios que separen los ascensores, tome el
de su izquierda hasta el tercer piso.
-Muchas
gracias- le dije y bajé confiante, entré al ascensor correcto, pero me bajé en
el piso equivocado.
Apenas
salí en un corredor oscuro y sin puertas de habitaciones me di cuenta del
error: estaba en el segundo piso; justo en aquel al cual la recepcionista me
había advertido que me cuidara de no entrar.
Quise
volverme sin demora, pero la puerta del ascensor estaba trabada, como si el
sistema que debiera vedarla desde dentro hacia el piso inacabado se hubiera
invertido, permitiéndome salir en el lugar equivocado y no pudiendo
volver.
Encendí
la luz del celular y caminé diez o cien metros, no sabría decirlo, hasta
encontrar una escalera de emergencia de incendios. Entré sin demora y vi que
allí había luces, pero en vez de subir a mi piso quise salir a la planta baja y
respirar un poco de aire puro.
Casi
en pánico por causa de mi claustrofobia, me acerqué al mostrador. La muchachita
muy joven, no más de veinte años, que estaba en la recepción me miró con
simpatía, como si me conociera:
-
Mucho cuidado para no perderse en el segundo piso porque está vacío y sin
terminar desde la inauguración del hotel, hace más de un año, cuando empecé a
trabajar acá-, me susurró sonriente. Era casi una niña y en su uniforme llevaba
una plaquita con su nombre: Floralba.
FIN
JV.
San Salvador de Jujuy, 28 de junio de 2025.
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