Daniel Schavelzon. Clarin.com
No parece que haya tenido impacto, pero más tarde, al publicarlas en
1939 en forma de libro, titulado Nuevo Buenos Aires Cósmico, el ideal político
de Artbel (ese era su sobrenombre), incluyó sus teorías, pensamientos, creencias
y una larga serie de insólitos dibujos que intentaban entrar en la saga de Julio
Verne.
La idea central era crear un nuevo mundo salvando a los habitantes de
Buenos Aires (y algunos de México y España) en un inmenso globo estratosférico.
El dirigible, tras deambular por el universo, regresaría a la Argentina para
fundar el Nuevo Buenos Aires Cósmico nada menos que en la Antártida.
Por
supuesto, la paz de posguerra, el tratado de Postdam y los sucesos
internacionales que siguieron fueron resultado de que le hicieron caso o, por el
contrario, de la falta de atención a su mensaje. Es decir: si había nuevamente
guerra en el mundo (su libro coincide con la invasión de Hitler a Polonia y el
inicio formal de la Segunda Guerra), era porque no le hicieron caso a su
propuesta de reunir a Hitler con otros jerarcas para lograr la paz.
Todo era
simple, era cuestión de conocer su mensaje estelar. Leer el libro resulta
inusitado por varios motivos. Pese a ser de 1939 ni siquiera se había enterado
de que ya existían aviones y él seguía en 1919, por asemejarse demasiado a los
escritores de la primera Ciencia Ficción y por sus increíbles dibujos. El libro,
del que hay solo dos ejemplares en bibliotecas del país y nada escrito sobre su
autor, Telésforo Jiménez Biosca (nacido en 1895), es sin duda una rareza, un
libro de culto casi secreto como pocos en el país ya que parece que editó sólo
cincuenta ejemplares.
Es un pequeño tesoro para bibliófilos. El tomo II,
planeado para 1940, no fue editado. ¿Se habría ido a pasear de nuevo por el
mundo extra terráqueo? Hay muchas cosas por las que el libro no es solo el
producto de un delirante más. O quizás sí lo era, pero a una escala cósmica pocas
veces vista. Se adelantó diez años a la famosa novela, 1984, de George Orwell y
describió una estructura casi fascista que gobernaría en el globo: habría un
Director (civil), un Supremo Maestro (religioso) y un Comendador (militar). No
hacía falta un Mussolini: alcanzaba esa estructura vertical y de obediencia. Y
lo más simpático fue que él sí descubrió qué fue primero, si el huevo o la
gallina: según el autor fue el huevo porque, contra lo que pensaba Darwin, éste
-dice- nació de un árbol, ya que todas las teorías de la ciencia terrestre están
erradas.
Esa fue otra de las lecciones que aprendió en su viaje extraterrestre.
Hoy, cuando el mundo sigue en conflictos entre los terrestres y con los virus
que nos asolan, estas ilusiones de paz y confraternidad de hace más de un siglo,
en un delirante dirigible gigante, en donde se salvarían los porteños por
enclaustrarse y alejarse de la civilización, nos permiten reflexionar un poco
más sobre la actualidad.
PK
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