terça-feira, 6 de março de 2012

La finada Library.


Dardo Castro 
(reproducción no autorizada, pero tampoco desautorizada)

Finalmente, cuando todos hacíamos fuerza para que alguien, en alguna parte de ese universo invisible de todopoderosos se apiadara de nosotros, las grandes editoras de EE.UU. lograron clusurar Library.Nu.
Los cabrones no pueden ver a un pobre con espuelitas de plata y pehual de carpincho.

Hace muchos años, cuando yo estaba en la primaria en Cruz del Eje, un pueblo polvoriento y por demás singular - imagínense, ahí nacieron y/o vivieron Jairo, el doctor Ilia, Lucho Soria y uno que llegó a jugar en la primera de Huracán que se llamaba Romero-, había (debe seguir estando ahí) una biblioteca que se llamaba Mariano Moreno - o a mí me parece que se llamaba así porque es el nombre adecuado a todas las bibliotecas de pueblo-.
A ese paraíso le debo el haber podido conocer, mucho antes del boom latinoamericano, a Dostoyevsky, Tolstoi, Stendal, Dumas, Eca de Queiroz, Remarque, Arguedas, Carpentier, Vallejo, Rimbaud y, por supuesto, al Misterix, Puño Fuerte, Rayo Rojo, El vengador y el libro de oro de Patoruzú a fin de año. 

Si uno era un don nadie, leía las revistas semanas después de que llegaban, porque la bibliotecaria las tenía primero en su casa, luego se las prestaba a los parientes, después a los amigos y al final, todas descuajeringadas, aparecían en las grandes mesas de cedro marrón.

Después, en mi colegio secundario había una biblioteca de la que no puedo recordar un solo libro significativo.
Hasta que llegó Library.Nu. ¡Para no dar crédito!, uno miraba ese listado interminable de libros y era como estar a solas con Anita Ekberg desnuda, así de grande y esplendente, preguntándose por dónde empezar. Porque en la Feria del Libro la proliferación es tan aplastante (e inalcanzable), pero no produce ese extrañamiento, mezcla de incredulidad y gula que causaba Library. Y ya sé que no es lo mismo el monitor, por más  LED que sea, que el objeto que los fetichistas acariciamos y mimamos, por eso es que es inmoral leer “La consagración de la primavera” o “Rayuela” en la pantalla de su ordenador. 

Pero... que nadie diga que esa casi infinita posibilidad (virtual) de leer todo lo que quisimos leer y no pudimos, no es la más deliciosa comprobación de que la condición del deseo es siempre la insatisfacción, porque con Library uno iba con el maus de Weiss a Marazzi, de Ungaretti a Fernando Iglesias, en una absurda pretensión de apresar y devorar a Anita Ekberg de una sola y única vez. 

En fin, tengo que averiguar urgente si la larga mano del FBI, Google y los tribunales y editores yanquis no ha llegado a la biblioteca de 
la plaza de arriba, aunque no creo que siga habiendo allí chicos que buscan los tramos eróticos de Maupassant o de “Las mil y una noches”.

Sea como fuere, como premio por haber llegado hasta aquí, les paso un link que le debo a Javier Villanueva, un librero catamarqueño-paulista que no le teme a las crisis de identidad:

P.D: También ahí hay libros a rolete, aunque no tanto como en la finada Library.

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