Flora Tristán, nacida en París en 1803 y fallecida en la misma ciudad en 1844, fue una escritora y pensadora feminista francesa de ascendencia peruana.
La abuela de Paul Gauguin es una de las fundadoras del feminismo moderno y, de hecho, la primera que imprime a su feminismo un concepto de lucha de clases sociales, lo que en el futuro daría lugar al llamado feminismo marxista.
Sus ideas pertenecían al campo de lo que se denominó el "socialismo utópico", pero en su práctica política y en sus escritos, Flora fue teorizando la necesidad urgente de una Unión Obrera, como confluencia de las clases trabajadoras, y también de un partido revolucionario de los trabajadores.
Flora Tristán tuvo una vida que fue intensa y llena de azares hasta su muerte a los tempranos 41 años, enferma de tifus, mientras propagandizaba a lo ancho y largo de Francia sus ideas revolucionarias. Aunque fue criada en la abundancia en sus primeros años de vida, pasó enseguida a la pobreza más absoluta, y sufrió malos tratos físicos y psíquicos por parte de su marido.
Apoyada en su durísima experiencia de vida, Flora se reveló contra el sistema patriarcal de la Francia de aquel entonces e logró ser una mujer libre e independiente, en una época en la que las columnas del código napoleónico decretaban una eterna minoría de edad para someter a la mujer casada.
En su autobiografía,"Mi vida", Flora Tristán se describe como a una paria en doble medida, pues es la hija no reconocida legalmente por el padre, por lo que termina siendo además, desheredada; y a su vez, está casada por conveniencia, o lo que es decir lo mismo, por necesidad.
Flora se confiesa víctima de esa opresión doble que, como mujer, siente en con toda intensidad, todo lo cual la llevó a luchar contra la institución del matrimonio en el que veía un medio de opresión contra las mujeres, que era, como solía repetir "el único infierno que reconozco como tal".
La Unión Obrera
En el año de 1839 Flora Tristán entrega a su editor los originales de su "Paseos por Londres", que por el realismo cruel y la franqueza del texto, pinta escenas muy al estilo de Charles Dickens. Otros, críticos literarios y lectores de la izquierda, consideran esa obra casi como un anticipo de un libro que es fundamental en la teoría marxista, de Federico Engels, "La situación de la clase obrera en Inglaterra".
Flora cree firmemente, ya en esa época, que la verdadera y única salida para los grandes conflictos y desgracias de la humanidad -entre ellos los que enfrenta el feminismo- es la lucha por el socialismo. Y lo explica en su obra "La Unión Obrera", que publica en 1843. "El hecho nuevo básico de ese período es el desarrollo del proletariado". Las clases trabajadoras, y entre ellos los obreros industriales, pasan a ocupar desde allí en adelante un plano principal en los escenarios nacionales y en el internacional. Durante la Restauración, las burguesías nacionales no habían arreglado todavía sus viejas cuentas con la aristocracia terrateniente. Las burguesías de cada país tenían necesidad del apoyo de los obreros, algo que se notó en París en julio de 1830.
La insurrección de los canudos lyoneses en 1831 le ha revelado que "los bárbaros acampaban en los suburbios de las ciudades manufactureras". Y ve que la represión es brutal. Pero no por ello la bueguesía logra el fin de los descontentos. Al contrario, el movimiento de los trabajadores está apenas en sus inicios. Se multiplican las sociedades obreras de socorros mutuos, que a menudo toman el carácter de "cámaras de trabajo y de resistencia", al capitalismo. Es en este momento de crisis y de encrucijada que "Flora Tristán -según escribe Jean Bouhat- lanza la idea de una unión obrera que reúna a todos los asalariados de Francia".
Y Flora no esconde sus posiciones "Con la Revolución (francesa) - escribe- la burguesía ocupó el puesto privilegiado de los nobles y ahora oprime al proletariado. Es preciso hacer girar la rueda de la evolución y desalojar a la burguesía de ese puesto de mando. El trabajador fue hasta ahora el brazo, en lo sucesivo será la cabeza".
Su retrato físico la muestra como a una linda mujer. Y en su obra notamos su fotografía moral, no menos seductora, así como la pinta con un carácter firme, empecinado y combativo. Nos muestra también el cuadro un tanto caótico de las Utopías y los sueños de un siglo XIX que empezaba a desilusionarse de la ya envejecida revolución burguesa.
Flora parece que va cazando las ideas que flotan y vuelan por el aire. Hace un esbozo en 1843 del pensamiento axial que Marx y Engels van a colocar en el centro de su Manifiesto Comunista cinco años después. Flora Tristán plantea, como una voz pionera, con total comprensión de fondo, que "la emancipación de los trabajadores será la obra de los propios trabajadores".
Si su nieto Gauguin decía que su abuela era una "mujer curiosa", a Flora no debemos considerarla como una adorable lunática o una fantasiosa magnífica. Flora Tristán fue una descaminadora de nuevos caminos, tan creadora en las áreas sociales y políticas como lo fue su nieto pintor que abandonó Europa y se sumergió en una sociedad lejana a la suya, buscando otro sentido a su arte y para toda su existencia.
Flora insufló el proyecto de mudar el destino de las mujeres, como parte de un desafío más amplio y general. Se sentía parte de dos continentes, como latinoamericana y europea, como ciudadana y revolucionaria del mundo.
Flora Tristán, llegó nuestra América española después del fin del imperio español. A primera vista ya le saltó a los ojos que continuaba intacto un anacrónico esquema medieval, nacido de la matriz del atraso y el subdesarrollo, identificada con la colonia aun después de la caida de los Borbones. Repudia los juegos frívolos de esa sociedad. Ve que entienden su vida como un baile: mientras los siervos mueren fuera del salón, los caballeros siguen asaltando el Palacio de Pizarro, matando a los pobres cholos, cuyo genocidio seguía consumando a través de guerras, golpes, robos de tierras. Los indios, carne de cañón de golpes de estado, que siguen azotando a los pueblos y naciones latinoamericanos, no sabían por qué mataban ni por qué morían.
Flora no es un personaje exótico y su imagen perdura como la de un ser apasionado, lúcido y valiente que anunció en la primera mitad del siglo pasado, antes que todas las otras, la emancipación femenina como parte de la liberación de todos los explotados.
Sus obras: “Peregrinaciones de una paria” de 1839 a 1840, es la memoria de su viaje a América y su permanencia en Perú entre 1833 y 1834.
”Paseos en Londres", de 1840, en donde hace agudas críticas a la civilización británica y afirma "la esclavitud no es a mis ojos el más grande de los infortunios humanos desde que conozco el proletariado inglés".
En “La Unión Obrera”, de 1843, un folleto en el que se sintetiza el ideario de Flora Tristán, ella expone su programa de reformas a favor de la clase proletaria; es una obra fundamental de la biblioteca de Marx, en la cual ella describe cómo "el mejoramiento de la situación de miseria e ignorancia de los trabajadores" es fundamental, porque "todas las desgracias del mundo provienen del olvido y del desprecio que hasta hoy se hizo de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer".
Para Flora la situación de las mujeres se deriva de la aceptación del falso concepto que afirma la inferioridad de la naturaleza de la mujer en relación a la del varón. Este discurso ideológico conservador, realizado y confirmado desde la ley, apoyado en la ciencia oficial más retrógrada y por la iglesia, margina a la mujer de una educación racional y la predispone a ser la esclava de su amo, el varón.
Hasta aquí llega el discurso de Flora, que hasta entonces es similar al de las sufragistas, o mujeres que luchan a favor del voto femenino, pero ya en un giro de clase, que empieza a producirse cuando señala cómo negar la educación a las mujeres está en relación con su explotación económica. No se envía a las niñas a la escuela "porque se les saca mejor partido en las tareas de la casa, ya sea para acunar a los niños, hacer los recados, cuidar la comida, etc...", y luego "A los doce años se la coloca de aprendiza, y allí, en la fábrica, continúa siendo explotada por la patrona y a menudo también maltratada como cuando estaba en casa de sus padres.”
Flora dirige todo su discurso hacia las mujeres más desposeidas y explotadas, a las obreras. Y su juicio no puede ser más directo e encisivo: el trato injusto y vejatorio que sufren las mujeres desde que nacen, unido a su anulación en la educación y a la obligada servidumbre familiar al varón, todo lo cual genera en ellos, los del sexo masculino, un carácter brutal e incluso malvado.
Para Flora, esta degradación moral tiene una importancia máxima, ya que las mujeres, en sus múltiples funciones de madres, amantes, esposas, hijas, etc... "lo son todo en la vida del obrero", e influyen a lo largo de toda su vida. Esta situación central de la mujer no tiene sus equivalentes en las clases dominantes, donde el dinero permite proporcionar educadores y servidores profesionales, lo mismo que otro tipo de distracciones.
Por lo tanto, educar bien a la mujer obrera presupone el principio de la mejora intelectual, moral y material de toda la clase obrera. Flora, como buena "socialista utópica", confía totalmente en el poder de la educación, y como feminista exige la educación para las mujeres; además, sostiene que de la educación racional de la mujer depende la emancipación del varón.
Algoo que hasta los días de hoy se sigue repitiendo en las declaraciones de principios de todos los movimientos feministas. Su discurso llama al sentido de justicia universal de la humanidad, en general, y de los varones en particular para que acepten cambiar una situación que, a su entender, termina volviéndose también contra ellos mismos.
"La ley que esclaviza a la mujer y la priva de instrucción, los oprime también a ustedes, varones proletarios. (...) En nombre de su propio interés, varones; en nombre de su mejora, la de Uds, , varones; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas, los comprometo a reclamar los derechos para la mujer".
"La emancipación de la mujer" (publicado entre 1845 y 1846) es un ensayo en el que se anticipa el moderno pensamiento feminista y que se manifiesta daramente contra la inferioridad de la mujer en el casamiento, a la vez que combate la hipocresía de todo el ambiente social, familiar e de trabalho que rodea las relaciones entre los sexos.
Sus ideas se pueden resumir prácticamente en dos frases: "Todas las desgracias del mundo provienen del olvido y del desprecio que hasta hoy se hizo de los derechos naturales e imprescriptibles del ser mujer".
Y ”Hay alguien todavía más oprimido que el obrero, y eses alguien es la mujer del obrero”.
Javier Villanueva, São Paulo, 31 de agosto de 2015
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