domingo, 31 de janeiro de 2016

El aviador y el zorrito en las Salinas catamarqueñas



El aviador y el zorrito en las Salinas



El aviador salió de su base en la Patagonia y antes de llegar a Córdoba empezó a sentir el defecto en uno de los carburadores del bimotor. Zé Perry, que había sido el fundador y también el primer piloto de la Aeropostal Argentina, la aerolínea pionera en el país, tuvo que hacer de las tripas corazón y arriesgarse a un aterrizaje forzoso, 150 km al norte de Córdoba, al comienzo de las Salinas.

Apenas consiguió dominar la máquina, se dio cuenta que ya estaba haciéndose de noche; y la oscuridad en el desierto de las Salinas, entre Córdoba y Catamarca, traen el frío, las víboras y los pumas hacia el calor de la ruta. Un peligro. 

Fue entonces que se le apareció el Zorrito:


- Buenas noches, don - le dijo el zorro.
- Buenas y santas – le respondió cortésmente el piloto, que era francés, pero muy ducho en amabilidades brasileñas y rioplatenses; se dio vuelta pero no vio a nadie.


- Estoy aquí – dijo la voz –, debajo del cardón, a tu derecha.

 - Bueno, ¿y quién sos ? – le preguntó el piloto. – Pero...sos muy lindo.

- Soy un zorro – le dijo, a pesar de la obviedad, el zorro. ¿Venís a jugar un rato conmigo? – le propuso, – estoy muy solo y triste.

- No, no puedo jugar con vos  – dijo el aviador. Tengo que arreglar el defecto en el carburador y seguir viaje hacia Campeche, en Brasil.

– Bueno- se resignó el zorrito. - Pensándolo bien, yo tampoco podría; no estoy domesticado.

- Ah! perdón – le contestó el piloto.

Pero, después de pensar un poco, el zorro le preguntó:

- Esteeee, ¿qué significa "domesticar"?

 – Bueno, significa atarse de un cierto modo, y crear vínculos, lazos.

¿Crear lazos?

- Sí, sí – le dijo el aviador. – A ver si te explico: vos todavía no sos para mí más que un animalito como otros tantos que tuve, entre gatos, perros, canarios y tortugas. Yo, hasta ahora no te necesito. Y vos tampoco me necesitás. No soy para vos más que un hombre igual a otros miles de hombres. Pero, si yo te domestico, vamos a empezar a tener necesidad uno del otro. Vos vas a ser para mí un zorro único en el mundo. Y yo voy a ser para vos el único hombre en el mundo.

- Sí, empiezo a entender - dijo el zorrito. – Fijáte vos, hay una flor, una flor rara, azul, sedosa, y creo que me ha domesticado.


- Es posible – dijo el piloto. – En este desierto de sal se ve todo tipo de cosas.


- Oh! no, no es acá en la Tierra – le contestó el zorrito.

El aviador dejó el destornillador, apoyó las bujías en la tapa del motor del avión y se limpió las manos con un trapo inmundo de grasa; parecía muy intrigado:

¿Cómo? ¿es en otro planeta?

- Sí. En el de la tierra colorada, la que crece encima de la cuenca de agua más grande del mundo, donde no existe crisis hídrica. Terra Brasilis, le dicen algunos.

- No, zorro. Ese planeta que vos decís no está fuera de la Tierra; ese lugar es un país, y se llama Brasil. Es hacia allá que yo voy ahora, cuando me dejes arreglar el motor.

Pero el zorro volvió a su idea, insistente:

- Mi vida es monótona, aburrida. Yo cazo alguna gallina de vez en cuando, pero todas las gallinas se parecen, y tengo demasiados hijos para alimentar y cuidar. Me aburro, bastante. Pero, si me domesticas, mi vida va a cambiar por completo.

- No tengo tiempo de domesticarte. Aparte, no lo haría jamás, o te domesticas solo o no me interesa- se refregó lentamente las manos en el trapo inmundo el piloto. - Además, si estuviéramos hablando en portugués, diríamos que a culpa é tua, porque eu não queria te fazer mal, mas você quis que eu te cativasse.

¿Esa no sería una mala traducción de esto que estamos hablando ahora? - preguntó el zorrito, que no hablaba idiomas extranjeros, pero a menudo se interesaba por la lingüística.

- Sí, tenés razón, zorro - le reconoció el aviador.

- Entonces, ¿no somos responsables por lo que cautivamos, y sí por lo que domesticamos?- reflexionó el zorrito.

Dicen que Zé Perri hizo muchos viajes entre Campeche y Puerto San Julián en la Patagonia, hasta que un día se perdió en los cielos, sobre el mar grande, y nunca más se supo de él. Pero jamás logró olvidarse de este diálogo surrealista en el desierto de las Salinas, a 200 km al sur de Catamarca, en una noche fría y enigmática.

También se comenta que el zorrito tuvo, entre sus muchos nietos, uno que llegó a los cien años, y que se enamoró perdidamente de una gatita de satén azul.
¿Fantasía o realidad?

Fin

JV. Lyon, enero de 1943.

2 comentários:

  1. ¡Hola! Por qué la vida es una ola…

    Andar perdido… ¿Cómo encontrar algo, alguien o a si? Son algunos de los asunto de nuestra plática de la semana en el aRTISTA aRTEIRO. Le invito a leer, en español o en portugués, “¡ME SALVO!”.

    ¡Abrazos!
    La ubicación es
    http://artedoartista.blogspot.com.br/2016/02/salvo-me.html

    Mire en el pie de página de nuestro poema un invite a otra buena lectura (es la tuya, JAVIER). Y:
    OBSERVACIÓN IMPORTANTE: Si no quisieres más recibir invitaciones para leerme, por favor, me comunique. ¡Gracias!

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  2. Hola. Perdón por no haber contestado antes a tu primer comentario. Gracias por tu contacto en primer lugar y sí, me agrada que te comuniques y puedes seguir haciéndolo con todo gusto. No te contesté porque estoy juntando algo de lo que me has pedido en el primer mensaje. Espero tenerlo en un par de días. Un abrazo, JV.

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