terça-feira, 15 de março de 2016

El juego político y el descontrol de la crisis en Brasil



Lula asume hoy como súper ministro del gobierno Dilma. 
¿Una solución provisoria?¿un adelantamiento del proceso electoral de 2018? ¿o un nuevo capítulo de la crisis política?

16 de marzo de 2016
La nueva función de Lula como ministro de la Casa Civil, exigida por los núcleos más duros e históricos del PT y por figuras como Leonardo Boff, parece ser una solución para el debilitado gobierno de Dilma Rousseff, que no goza de casi ningún espacio político en la actual situación.
Lula es el único militante histórico del PT capaz de recomponer mínimamente la base de apoyos políticos, pero sobre todo el soporte social imprescindible para llegar a 2018, gambeteando el proceso de Impeachment que viene siendo insuflado con los pedidos de prisión del propio Lula y las "delaciones premiadas" de Delcidio do Amaral -ex líder del PT en el senado- al estilo "Manos Limpias" de la justicia italiana contra la maffia.

La solución encontrada para apoyar a Dilma y negociar mejor con el PMDB en el congreso, tiene dos "sin embargo"; el primero es obvio, pues se trata de una carta altísima en la manga, tal vez la última antes de una hecatombe total en el proceso de pérdida de popularidad del PT y Dilma, que ya afectó seriamente al mismo Lula. O sea, es una apuesta al todo o nada.
Segundo, porque para la oposición y sus millones de seguidores por la derecha en la clase media, este cargo significará en la práctica la "fuga" de Lula de las garras del juez Sergio Moro de Curitiba, carnicero de la "Lava Jato", pues ahora Lula solo podrá ser juzgado en primera instancia en el "foro privilegiado" del Supremo Tribunal Federa. Esto no impediría que Lula seja procesado y juzgado, pero sí aparece como una obstrucción a la justicia.

Esperemos que Lula modifique -como ya parece estar dispuesto a hacerlo- las políticas de cortes y restricciones, volviendo a alentar los planes de incentivo y reparaciones sociales. Pero, sobre todo, esperemos que el MST, MTST, la CUT y UNE consigan mobilizar sus bases y mostrar musculatura. 



Un poco más sobre el juego político y la crisis descontrolada en Brasil.
15 de marzo de 2016
La crisis ya está excesivamente grande para Dilma Rousseff, que aparenta no tener más aliento ni sobrarle demasiados espacios políticos autónomos para pergeniar nuevos planes, más creativos y audaces que le permitan recomponer su base política, e incluso social.
Hay varios centros o núcleos de poder en el juego descontrolado que desde junio de 2013 viene, de a poco, insuflando la crisis económica que nació, en Brasil, en las tramas políticas de las derechas liberales y la vieja derecha latifundiaria y dictatorial. Esos núcleos son:
El Senado, comandado hoy por un grupo capitaneado por el presidente Renan Calheiros (PMDB) y José Serra (PSDB), que articula una propuesta de semi-parlamentarismo que mantenga a Dilma en la presidencia, sin poder efectivo de gobierno. 
El grupo más cercano a Lula, por otro lado, insiste hasta este momento -9 de la mañana del 15 de marzo de 2016- para que el ex-presidente asuma un cargo de coordinación política, como ministro de la Casa Civil o de la Secretaría de Gobierno, aunque no fuera más que formal, y que lo transforme en una especie de primer ministro. Prácticamente decidida, la medida puede estar siendo resuelta en este momento, y con certeza va a cambiar el rumbo de la crisis económica, recortando las medidas de reajuste y retomando planes redistributivos y de crecimiento, que le dan pavor a la derecha liberal.
El grupo que solo acepta la solución del "Impeachment", comandado por el candidato derrotado del PSDB, Aécio Neves, fuerte aliado al Ministerio Público Federal liderado por el Promotor General Rodrigo Janot, comparte y, de algún modo, compite por el alto comando y por la estrategia general de la operación Lava Jato, comandada por una personalidad vinculada familiarmente al PSDB, el juez Sergio Moro de Curitiba, Paraná.

La derecha de la derecha

Casi al final de las grandes manifestaciones de la clase media blanca -hay que notar que, incluso en Salvador, Bahia, donde la población es 85% negra o mulata, las marchas fueron puramente de la elite blanca- Aécio Neves y el gobernador de São Paulo, Alckmin, trataron de capitalizar discretamente el movimiento, pero fueron hostilizados. Al final, coherentes con la preocupación de Fernando Henrique Cardoso y de otros cuadros del PSDB, el principal partido de la oposición trata de recular en la radicalización que siempre será imprevisible e inmanejable, sobre todo cuando se sueltan las fuerzas de la derecha.
El alto comando de hecho, lo que llamamos la cabeza del golpismo blanco contra el gobierno, el PT y las izquierdas, -combinado con los medios de comunicación de masa -Globo y Veja, sobretodo- fue tomado por la entrada de los nuevos grupos de la derecha radical (Movimento Brasil Livre, Revoltados Online, financiados desde el exterior), que se apoderaron de las manifestações.
Son estos los protagonistas, a los que deberán oponerse en las marchas de la izquierda del próximo viernes, los movimientos sociales y lo poco que resta de combatividad en el partido PT.
JV. 15/3/16.



Las manifestaciones contra Dilma, Lula y el PT en el día de ayer, 13 de marzo.
14 de marzo de 2016




Ayer vivimos en Brasil una serie de manifestaciones que -aunque surrealista e inédita en el país y que solo fue posible porque hoy tenemos una democracia bastante estable, a pesar de las amenazas que son facilitadas pelos abusos de los poderes -sobre todo de la justicia y del cuarto poder, los monopolios periodísticos- y la falta de control del gobierno- no puede dejar de alertarnos sobre la amenaza de catastrofe que se avecina. 

Las manifestaciones en todo el país, consiguieron, una vez más, unir a las iglesias neo-pentecostales, a los seguidores de Bolsonaro -un diputado representativo del radicalismo de derecha-, pastores homofóbicos, asociaciones de empresários, de la indústria, de los profesionales liberales -médicos en particular- y algunos conocidos políticos corruptos que responden a diversos procesos judiciales, algunos políticos que ya fueron condenados por la justiça internacional -como el célebre Paulo Maluf-, y el jefe de gobierno del estado de São Paulo, Alckmin, represor de los alumnos del secundario, en lucha desde 2015.

Atrás de las entidades que llamaron a las manifestaciones, se encolumnaron alrededor de dos millones de manifestantes -fundamentalmente de las clases medias, y las bajas clases medias emergentes en los últimos 12 años-. El gobierno, compuesto por petistas apenas en la presidencia y en algunos puestos ministeriales, pertenece en un 60 a 70% al PMDB, que tiene en sus manos al poderoso Michel Temer, vicepresidente y líder del partido, al presidente del senado, Renan Calheros, y al de la cámara de diputados, Eduardo Cunha, aparte de 7 ministerios claves.

El presidente del senado y el vicepresidente, fieles de la balanza entre oposicionistas y la demolida base del gobierno, especulan minuto a minuto sobre el exacto momento de saltar hacia afuera del barco que se hunde y aliarse a la oposición -PSDB, DEM, PSB, Redes (Marina Silva), PSS y otros- para formar un gobierno de coalición neoiberal que excluya definitivamente al PT, a su único aliado fiel, el PCdoB y a todas las izquierdas, de la historia política del país.

El juego de las oposiciones y de la base aliada que se pasó al enfrentamiento abierto desde el inicio del mandato de Dilma -el sector del PMDB que responde a Cunha en diputados- es complicado: existen inumerables pruebas de corrupción contra miembros del sector, y en especial el propio Cunha. Existen pruebas de corrupción y procesos abiertos contra Renan Calheros del senado y el impedimiento -Impeachment- contra Dilma puede alcanzar, si no logran calibrarlo con precisión, al mismísimo Temer, vicepresidente en equilibrio malabarista para oponerse y apoyar al gobierno según las circunstancias.

La prisión pedida para Lula, y la detención forzada para llevarlo a declarar hace diez días, fue nada más que un peligroso juego de escena con el que el juez Aldo Moro de Curitiba -gestor dela Operación Lava jato- lanzó un globo de ensayo que, midiendo la escasa peligrosidad actual del PT y la izquierda para el sistema- le ofreció la temperatura exacta para precalentar las manifestaciones de ayer, 13 de marzo.

Las cartas están sobre la mesa, pero están confusas. Las manifestaciones fueron más a la derecha -un "que se vayan todos" conservador y "apolítico"- que se olvidó de los slogans anticorrupción y centró el fuego en Lula, el PT y Dilma (en esa orden) y rechazó incluso las tentativas oportunistas del PSDB y del mismo Bolsonaro de montarse encima de ellas y capitalizarlas. La oposición solo ganó ayer en el juego de desmonte del gobierno -del cual saldrá el PMDB en bloque en las próximas semanas- y en la aceleración de los varios pedidos de Impeachment.

De parte de la izquierda, solo nos resta trabajar para que los movimientos sociales -MST, MTST- y los sindicatos de la CUT, aparte de los estudiantes de la UNE, reaccionen y junto con las juventudes del PT y otras débiles izquierdas, muestren alguna musculatura, que difícilmente será más poderosa y temible que la que mostró ayer la masa poderosa de nuestras conservadoras clases medias, para las cuales el gobierno socialdemócrata del PT no tuvo otra propuesta que el consumo y la integración al mundo de las fantasías del sistema.


Javier Villanueva, São Paulo, 14 de marzo de 2016.

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