quarta-feira, 2 de março de 2016

La Cruz de los indios Matará, dos veces regalada a dos Papas




En 1543 entró en la provincia de Santiago del Estero, Argentina, la primera expedición española, comandada por el adelantado capitán Diego de Rojas. En esta incursión, los conquistadores se enfrentaron con los aborígenes, ocurriendo la muerte del capitán.

A medida que fueron llegando más tropas españolas, hallaron tierras densamente pobladas por grupos de procedencia, costumbres y lenguas distintas. Sin embargo los confundieron entre sí y los llamaron genéricamente "Juríes".

El nombre viene de Xuri, voz quichua que significa ñandú, nombre que les dieron a los nativos que se vestían con un taparrabos de plumas de avestruz y que se movían en verdaderas "bandadas". Por ello, los españoles llamaron a la región "Los Juríes", ignorando que los pueblos que la habitaban eran completamente distintos entre sí. Los tres grupos más importantes eran los Diaguitas, los Lules y los Tonocoté al cual pertenecían los hoy extinguidos Matará.


La Cruz de los indios Matará, dos veces regalada a dos Papas.

En abril de 1987 unos seminaristas santiagueños, aprovechando la visita a Córdoba, Argentina, del Papa Juan Pablo II le entregaron al sumo pontífice una réplica de una cruz, que en la época en la que fue realizada tuvo una clara finalidad catequística y evangelizadora, y que sigue siendo importante para recordar la historia del pueblo y del medio ambiente en el que el repetido regalo surgió.

Desde mi punto de vista, a la historia la hacen los pueblos y no apenas sus sectores dirigentes, o más “iluminados”; por eso prefiero hablar sobre la comunidad indígena Matará, arraigada en la región del Salado y del Chaco Santiagueño, en una época en que Santiago del Estero era la capital del antiguo Tucumán. Ocupada originalmente por los Matará y después por los Villela y varios otros grupos chaqueños, todos ellos con una cultura de hábitos semisedentarios, se consideraba a sus habitantes como parte del pueblo Tonocoté, y ocupaban las costas del río Bermejo.

En 1584, una partida de conquistadores españoles provenientes de la población cercana de Talavera de Esteco secuestró a muchas familias indígenas y las trasladó a orillas del río Salado, donde establecieron una encomienda, a la que llamaron,  irónicamente Matará —que, además de ser el nombre de la etnia original, significa “asesinará” —.

En 1585, este centro esclavista pasó a depender de la población española de Concepción de Buena Esperanza.
Entre 1592 y 1593, los Matará fueron catequizados por los misioneros Francisco Solano —quien recorrió la provincia de Santiago del Estero durante esos dos años— y Alonso Barzana o Bárcena, quien puede haber sido el promotor de la realización de la Cruz de Matará que data de 1594 y que fue hallada en la población de Matará en 1971.

En los dias de hoy, Matará es una pequeña localidad de 1200 habitantes, ubicada en el departamento Juan F. Ibarra de la provincia de Santiago del Estero, en el cruce de las rutas provinciales 56 y 21, y a 6 km del río Salado.

La Cruz de Matará, que Macri le “re-regaló” al Papa Francisco —recordemos que ya había sido ofrecida a Juan Pablo II tres décadas atrás— es la cruz más antigua hallada en América. 
Anualmente se realiza una peregrinación en homenaje a ella pero, aparte de lo relacionado con la cruz, lo más importante que se puede decir hoy de Matará es que en 2012 hubo un terremoto con epicentro en la localidad de magnitud 6,4. La principal actividad económica es la producción de leña y madera, y el pueblo originário Matará está extinguido.

La Cruz encontrada

En 1971 se localizó la cruz en las proximidades del río Salado. Hay una tradición que dice que los grupos indígenas que vivieron allí los Matará consideraban que la cruz tenía poderes sobrenaturales. Data del siglo XVI, o sea, unos cien años después de la llegada de los españoles a América, y está realizada en madera de mistol, original de la flora regional.

Como ya dijimos antes, es la cruz más antigua conocida en América y fue encontrada justamente en Matará, Santiago del Estero, que es la cuna de la evangelización argentina, según explica reiteradamente la Fundación Gottau en su sitio oficial. Esa es la única referencia y documentación sobre el regalo de los seminaristas cordobeses a Juan Pablo II, repetido como obsequio a Francisco Iº por Macri en su corta visita al Vaticano en la que el Papa evitó cualquier gesto de simpatia, alegria o agrado por la presencia del nuevo presidente argentino.

La historia de La Cruz de Matará

Un grupo de misioneros llegó a la actual provincia de Santiago del Estero en el año 1554. Allí vivía una tribu de indígenas Matará, que estaban asentados a la orilla del río Salado. Cuenta la Fundación Gottau que los misioneros aprendieron el idioma de los indígenas para comunicarse mejor y empezar un rápido y exitoso proceso de evangelización.

Los jesuitas y los aborígenes tallaron el Evangelio en la Cruz de Matará como testimonio de la primera evangelización en América.
La cruz original está hecha con un madero de mistol  de 47 centímetros y uno de 17, unidos por dos espigas. En su superficie aparecen la imagen de Cristo, su crucifixión, el Vía Crucis y la Virgen María.

La Cruz de los indios de Matará, que fueran esclavizados y catequizados en el siglo XV, es considerada por los sectores más conservadores de la iglesia argentina como un símbolo fuerte de la evangelización de la cultura aborígen. A juzgar por los símbolos grabados, se supone que la cruz fue tallada alrededor del año 1594.

Y yo acá, cuestionando siempre la conquista y colonización española y la catequización paralela realizada por la iglesia, veo que en la parte inferior de la cruz se destaca una “extraña figura vestida aparentemente con plumas”, que podría representar a un cacique en actitud de súplica, con los brazos cruzados sobre el pecho. El conjunto simboliza a un jefe tribal implorando a María Santísima su intercesión “para salir del Purgatorio —representado por las cuatro lenguas de fuego y “la salvación de su alma a través del martirio de Cristo”.

Vale recordar que el obispado castrense de Argentina —sí, la delegación de la iglesia dentro del ejercito represor argentino— se representa con la Cruz de Matará, de tal modo que toda la poca información que se puede encontrar en Internet sobre los indios y su cruz, dos veces regalada al Vaticano por el distraído Macri y sus asesores, la proporciona Monseñor Baseoto, quien fuera obispo castrense y obispo de Añatuya, localidad más cercana al antiguo pueblo, tristemente extinguido hoy, como ya fue dicho antes, de los Matarás.

Para terminar, digamos que en 1583 había cerca de 15.000 aborígenes en Santiago del Estero y 270 mil en toda la antigua Gobernación del Tucumán.
Durante los siglos XVII y XVIII los indios fueron “pacificados” y evangelizados mediante reducciones o entregados en encomiendas
La falta de controles y los abusos de los encomenderos fueron tantos que derivaron en la explotación lisa y llana, y el exterminio de los indígenas de la región.

Durante el siglo XIX e inicios del XX, las etnias locales fueron combatidas militarmente por el ejército argentino y prácticamente exterminadas. Fue realizado mediante la construcción de fortines de defensa contra los malones, la colonización de la llanura chaqueña sobre la margen oriental del río Salado, el asentamiento de nuevas poblaciones de inmigrantes y la llegada del ferrocarril. 

Todo esto se asentó en las campañas militares para combatir a los nativos paralelas a la llamada "Conquista del Desierto" en que 800 mil km² fueron expropiados a los tehuelches, ranqueles y mapuches y en el progresivo desmonte y destrucción de su hábitat natural, el Gran Chaco.

Quién sabe el Papa Francisco, mejor informado e intencionado que los asesores de Macri conociera bien esta historia toda. Tal vez su mala cara durante la visita se debiera a la sangre nativa que manchó la cruz, dos veces regalada.



Javier Villanueva. São Paulo, 2 de marzo de 2016.

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