segunda-feira, 1 de outubro de 2018

El oscurantismo de los influencers

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 es un nuevo amigo, que nos viene de México, y que en su militancia triple de escritor, maestro-profesor y periodista, es capaz de descubrir nuevas vetas para el pensamiento, caminos nuevos, más ricos y desafiantes, en una época llena de amenazas de retroceso, de laberintos que pueden llevarnos a un caos todavía más desastroso que el que estamos viviendo. La personalización hedonista y el abandono de la lucha contra la injusticia o contra la ignorancia son síntomas de un mal más profundo, y Samuel nos invita a pensarlo y a repensarlo. (JV)
En Facebook encontramos en una página imperdible, Samuel Rodríguez Medina

El oscurantismo de los influencers


"La era del vacío" es un libro fundamental para obtener ciertos principios de lucidez sobre el devenir de la sociedades contemporáneas, fue escrito a mediados de la década del ochenta por el filósofo francés Gilles Lipovetsky. Los capítulos inaugurales del libro concentran su atención en las características propias de la llamada posmodernidad, su efecto en la personalidad de nuestra sociedad y su relación con el individuo.
El diagnóstico es fascinante: nuestra sociedad se encuentra conmocionada luego de la caída de los valores absolutos que fueron el resultante de la dinámica histórica del siglo XIX.  Según este pensador, los grandes ejes de la sociedad moderna, como la razón, la disciplina, el laicismo y la libertad han sido abandonados y este vacío ha sido cooptado por un fuerza de personalización hedonista, como él lo llama. En este sentido, el autor explica que la sociedad moderna era conquistadora, creía en el futuro, en la ciencia, en la técnica, en la voluntad, en la necesidad de las revoluciones sociales. Hoy día, nuestra posmodernidad ya no cree en el futuro, no intenta sacrificios en pos de un mundo mejor para los que vienen, lo que importa no es que mejore el mundo, si no que mejore "mí" mundo; esta apatía ha generado individuos enamorados de sí mismos en donde cualquiera, mientras crea tener algún mérito, puede considerarse modelo de comportamiento. Este vacío en la estructura social ha arrojado un narcisismo de dimensiones descomunales, de tal manera  que no importa tener talento o  generar una lucidez sobre determinado tema, tampoco importa realizarse desde una lucha contra la injusticia o contra la ignorancia, lo que importa es ser visible desde un alto nivel de consumo que nos proveerá de una apariencia deseable la cual se replicará en miles de individuos igual de vacíos que el modelo original.
Estos modelos hacen de nuestra sociedad su casa, provocando que los llamados influencers se reproduzcan por miles, parasitando en la mente de individuos ansiosos de ser aceptados socialmente. El peligro reside en la colonización que el influencer realiza en la personalidad del espectador. El influencer más dañino es aquel que busca su validación social basándose exclusivamente en su poder de consumo; son generalmente chicos o chicas banales (aunque también hay hombres y mujeres en edad madura, y que son los más dignos de conmiseración)  poco interesantes que intentan vender descaradamente un llamado estilo de vida con derivadas comerciales y los más torpes con derivadas seudo místicas (la llamada espiritualidad al vapor).  El daño que producen es extraordinario, de tal manera que logran introyectarse en el pensamiento de su espectador presionado sus necesidad de aceptación, generando dinámicas de hiperconsumo que no tiene fin y desarrollando un culto a su personalidad que da como resultado una pobre visión de los proyectos de auto realización que cada quien pudiera anhelar. Estos personajes, carentes de toda nobleza espiritual y arraigados en un consumo bestial, se han convertido en microhéroes sociales: dan charlas en las universidades, se erigen como representantes de la creatividad, generan seguidores y realizan campañas de cualquier tipo.
Lipovestky explica este fenómeno como el exceso del juego de las apariencias que cautivan fácilmente a una sociedad sin convicciones, apática, desapasionada e ingenua. De esta manera, los influencers  se convierten en una superstición contemporánea, en los nuevos hechiceros de la imagen que se inventan méritos mientras disfrazan su grandísima ignorancia lanzando una visión construida a base de consumo que los valida ante los espectadores más vulnerables intelectualmente. Este neo oscurantismo crece como una mancha en las redes sociales, intoxicando mentes y desposeyendo intelectualmente a una sociedad ya de por sí devastada.
Es verdad que vivimos en la era del vacío, sin embargo, es verdad también que nuestro tiempo ha generado personas de muchísima altitud espiritual que pueden servir como luminarias en esta fría noche de los tiempos: Gandhi, Luther King, Francisco Villa, Bertha Cáceres, María Claudia Falcone, Alfonso Cuarón, entre otros, nos lanzan la pregunta por la pasión.
Este nuevo oscurantismo atroz sólo será superado cuando entendamos que las ideas y la fuerza del pensamiento valen más que la infame tiranía de la apariencia.


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