Dalí y Disney:
los extremos del arte unidos por Destino
Texto de Mónica BELÉN HERNÁNDEZ BENNETTZ
Corría el año de 1945 y Domingo
Felipe Jacinto Dalí i Domènech, mejor conocido como Salvador Dalí, se
encontraba en el set de la película Recuerda (SpellBound), producida por
Alfred Hitchcock. Había diseñado la escenografía que describía los
oníricos sueños del protagonista, un demente doctor impostor interpretado por Gregory
Peck que enamora a Ingrid Bergman con su locura. Al final solo se
incluyeron tres de los 20 minutos que Dalí produjo para Hitchcock y esa
experiencia le dejó más que un amargo sabor de boca. Es en ese set en donde
conoció a Walt Disney y a partir de ese momento ambos artistas
estrecharon aún más su comunicación postal en inglés y francés que sostenían
desde un año atrás. Acordaron así realizar nuevos proyectos; uno de ellos sería
la película de dibujos animados intitulada Destino, basada en la canción
homónima del compositor mexicano Armando Domínguez, a quien Dalí admiraba.
Desde que se conocieron, Dalí y
Disney sintieron un gran afecto mutuo. Un año después de su primer
encuentro Dalí trabajaría dos meses en la factoría Disney y después
escribiría el guion de una película para Harpo Marx, Jirafas en ensalada de
lomos de caballo, que nunca se rodó. Sin embargo, y con el desenfado de un
genio, se aventuró una vez más en EUA.
En 1957 Disney y su esposa
Lilian irían a visitar a Dalí y a a la esposa de éste, Gala, a su casa
en España. “La pasamos muy bien”, narran en sus sucesivas cartas. Ahí acordaron
producir para Disney el largometraje animado El Quijote y el
corto Destino. Ambos proyectos se quedarían enlatados más no así el
espíritu perseverante de ambos creadores.
Durante el tiempo que Dalí
trabajó en Destino, el dibujante y diseñador John Hench, de la casa
productora Disney, se volvió su admirador y trabajó con él durante ocho
meses. La influencia que el surrealismo de Dalí tuvo sobre Hench se
observa en escenas tan oníricas como el sueño etílico de Dumbo y Donald en el
país de las matemáticas, entre otras. Hench es quien le dio a Mickey Mouse sus
pantalones cortos de color rojo con grandes botones amarillos. Hasta el día de
su muerte, ocurrida en 2004, el estadounidense aseguró que Dalí era un genio.
58 años después, Destino encontró
la luz de la mano de Roy E. Disney, sobrino de Walt, y del propio Hench. Con el
pretexto de la edición Fantasía 2000, retomaron el proyecto que Disney y Dalí
habían concebido y produjeron un cortometraje de seis minutos que cuenta la
historia de amor atemporal entre Cronos y el eterno femenino.
Con cientos de esbozos a mano
realizados por Dalí y 18 segundos de animación, el francés Monfrey
Dominique y 25 animadores de todo el mundo descifraron la esencia de Destino
y le dieron vida al proyecto concebido por dos grandes surrealistas: Dalí y
Disney.
Ambos son los extremos del arte. Dalí,
la expresión del ser individual, único. Disney, el entretenimiento y la
masificación. Los dos unidos por Destino…
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