Es lo que me hace falta, indudablemente.
Siempre me creí muy ingenioso, no inteligente ni genial, ingenioso apenas. Pero hoy me di cuenta que me falta algo.
Por éso, hoy pensé en organizarme.
O en jubilarme, una de dos; es que me levanté y quise hablar por teléfono, no funcionaba; busqué el celular, pero la chica que trabaja en casa lo había escondido no se sabe dónde; perdí media hora buscándolo y otro cuarto de hora indagando con la empleada dónde podría estar perdido; se acordó: en mi cajón de las medias.
Lo quise usar...no tenía batería.
Otros veinte minutos atrás del cable y el puto aparatito de cargarle las baterías.
Lo encontramos, pero a esta altura la empleada ya no hacía más nada a no ser ayudarme, y yo, ya ni me acordaba para qué quería un teléfono.
Quince minutos de meditación trascendental y respiración en ommmmmm...me acordé: sí, quería llamar a la editorial.
Llamo por fin, y mi editor justo había salido. La secretaria me dejó hablando solo y salió corriendo a llamarlo, pero el celular de mi editor se había quedado sin batería.
En fin, voy a comprarme unos cuadernos de Organización y Métodos.
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