terça-feira, 23 de agosto de 2011

El tío Luis Unzaga y Don Gabino





Anochece en mi porteña soledad
Por Luis Unzaga


Anochece en mi porteña soledad en São Paulo. Seis y media de la tarde para mi reloj de la pampa seca. Buenas noches en mi conciencia tropical. Noche oscura y de vuelos imaginativos. Me subo a mi ilusión y vuelo bajito por los potreros de La Falda. Paso por la casa de Los Ovejero a vuelo rasante; sobrevuelo el estanque de Los Ávalos y voy posando lentamente en el techo de la casona de Victoriano Unzaga. Verifico si la gomera sigue en el bolsillo de atrás del pantaloncito corto. Veo que el Viejo anda por las higueras. No come nada, sólo observa. Ahora va para las parras. Uvas blancas y uvas negras. ¿Por qué blancas si son verdes claritas? ¿Negras? Yo las veo azules.

A unos trescientos metros del portón, más allá de la tipa frondosa, Don Gabino afila un palito con el facón montonero. Era soldado raso de Felipe Varela, dicen. Y el abuelo me contó que debe andar por los 112 ó 115 años. Otros le dan hasta 132!

Don Gabino. Tiene costumbres extrañas el viejito; dicen que sólo come carne; y carne de vaca fallecida, de muerte natural, digamos. O sea, ni va a la carnicería ni pide cortes frescos. No. Don Gabino pide que le den las reses muertas.

Cuentan que vivía en una quinta que supo ser del lugarteniente de Felipe Varela, en la última montonera contra el gobierno de Mitre, en ocasión de la Guerra del Paraguay.

Pero me bajo de mi ilusión deportiva y me lo encuentro al Pistola, que con los años vendría a ser el famoso Tío Luis. Me corrige algunas partes de lo que estaba contando, recordando los dichos de Victoriano, el padre de Luis, y me muestra lo que escribió:



- Don Gabino…sí, claro que me acuerdo. Muy niño cuándo lo conocí a Don Gabino López - mejor digamos que lo vi, porque conocer a un hombre como él no era cosa de niño - montaba un burro pardo. Sombrero de alas caídas, barba blanca casi hasta el pecho, con un poncho claro que lo cubría todo hasta las uyutas que calzaba. ¿Qué cubría ese poncho, además de su cuerpo de carnes magras y el recado? Pues su puñal y una bota de aguardiente. Hombre extraño en sus costumbres, casado con Doña Guada, Guadalupe, de pronto desaparecía por largo tiempo y luego aparecía como se había ido, sin decir nada – cuenta Luis.

- No sabía leer pero recibía correspondencia, era Don Faustino Nóblega quien le leía, sin comprender mucho, porque las cartas estaban escritas en una forma y con términos algo extraños; pero don Gabino asentía con un ujumm! de entendimiento. Todo lo que digo lo escuché de los viejos. De origen riojano, Don Gabino habría sido hombre del Chacho Peñaloza, con la misión de bombero - y aclaremos para quien no lo sepa, que “bombiar”, en el lenguaje antiguo de nuestros gauchos e indios, el criollo en fin, significa “mirar”. Y Gabino tenía que observar todo que pudiera ser útil, como hallar ganado que sirviera para la tropa, aguadas para refresco de los caballos y mulas, los movimientos de guachos y otras cosas más. Cuando viejo y solo, viéndose próximo al final, le pidió a mi padre que se hiciera cargo de su alimentación y cuidado para lo cual le legó su rancho. Al morir - calculo yo que entre 1938 y 1940 -decían que tenía ciento diez años – dice Luis y se va para los tunales del fondo, pensando en Victoriano y en sus historias de Don Gabino, el Chacho y Felipe Varela.


Autor: Luis Unzaga, Catamarca, 2011.





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