sexta-feira, 20 de dezembro de 2013

Aprendiendo en las fronteras del ser humano




Se aprende mucho en la frontera: se reaprende historia y geografía; se repasa la lingüística y la filología. Se aprende, claro, que como decía Goethe, no hay "peor orgullo que querer conocer el espíritu de un pueblo sin haberse familiarizado con su lengua". Un poco, por lo menos, pero con cariño.

Y se aprende que "el Otro" también tiene sus límites, sean bien trazados o no; sus fronteras son geográficas, lingüísticas e históricas; y entendemos que, si queremos una integración humanista, debemos aprender a respetar las diferencias, la diversidad. 
Siento odio al ver el desprecio del turista "medio pelo", argentino o brasileño, por el pueblo paraguayo, con su carga histórica de humillaciones y derrotas a manos de las oligarquías estúpidas de ambos países. 
Rabia contenida cuando el guía turístico muestra el Puente de la Amistad y dice: "los brasileños entramos con el puente, y los paraguayos con la amistad". Se olvida que las elites mandonas argentinas y brasileñas entraron, eso sí, con la masacre a un pueblo al que no le sobró más que la astucia comercial. Ese es el resultado de la victoria de la Triple Alianza, de la invasión y ocupación de las tropas imperiales brasileñas a Asunción.

Y siento pena de mi odio, porque no entiendo bien los 520 años de desencuentros y encuentros, de guerras, esclavitudes y pisoteos de los derechos humanos en América. Porque me olvido de los Bandeirantes, bisabuelos de los coxinhas de hoy, y me sorprendo al ver que, los mismos que antes -30 o 10 años atrás- todavía contrabandeaban whisky falsificado de Puerto Stroesner, ahora son especialistas en vinos, safras, enografía y enometría; pero ignoran la gesta vergonzosa del bandidaje bandeirante contra el pueblo guaraní y los crímenes de Caxias y Bartolomé Mitre.

Tengo que estudiar más y mejor al ser humano.


Javier Villanueva. Foz do Iguaçu, Puerto Iguazú y Ciudad del Este, 18 de diciembre de 2013.

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