Viviendo y aprendiendo
Don Lorival
y yo somos bastante diferentes el uno del otro. Solo estamos de acuerdo en una
cosa: el Energúmeno que nos gobierna es un sinvergüenza, un demonio con forma de gente, ignorante y malicioso.
Pero aun así, o quizás desde este acuerdo básico y fundamental, nos llevamos
bien.
Levanté, eso sí, algunos detalles y anécdotas que lo pintan bien, además de marcar nuestras pequenas diferencias:
* Pan
con margarina: él pasa una fina lámina en una única rebanada. Yo, en cambio, añado
unos treinta gramos a cada una de las dos porciones del desayuno.
* Él se
come media papaya separando con todo cuidado cada una de las semillas. Yo, por mi parte, me como
una papaya entera con semillas y todo.
* A la
falta de papaya, banana: él se come solamente una, muy cortadita, quitando con
cuidado cada extremo. Yo, al contrario, como todo y todavía me hago un té con
las cáscaras.
*
Galletas para el desayuno: él se come una o dos; yo, de siete a ocho.
* Don
Lorival piensa que todo joven -entre 56 y 70 años- es una especie de Google que
lo sabe todo, y solo necesita hacer las preguntas que las respuestas ya van
llegando pronto y listas.
* Y
también piensa que todo niño - de 6 a 32 años - además del software de Google,
también controla el hardware de todo lo que sea un dispositivo electrónico,
desde el control remoto de la TV hasta la computadora y el celular.
Bueno,
para él la respuesta de Oscar Niemeyer sobre la vejez ("¡Es uma mierrrrdaa!")
no es válida, porque don Lorival todavía no sabe lo que es ser viejo.
Ah,
sí, y le gusta el pastel de naranja, cuanto más grande, mejor.
JV.
San Antonio de Piedra Blanca, agosto de 2031
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