La Guerra del Chaco
El sistema colonial español había ido creando, desde el “descubrimiento”
del continente en 1492, y a lo largo de
la conquista que se desarrolló de norte a sur, cuatro virreinatos, desde el río
Bravo en México hasta Tierra del Fuego, en los confines del universo conocido
hasta entonces por los europeos.
La audiencias reales y las intendencias -con sus autoridades
respectivas que iban desde el virrey hasta los corregidores- eran la columna
vertebral y los vasos sanguíneos de ese sistema que en principio tenía un objetivo
geopolítico y económico muy claro: el asentamiento y colonización por medio de
vastos contingentes humanos, primero de conquistadores militares y luego de familias
enteras, para la explotación y transportes de riquezas al reino español. Casi lo
mismo ocurría hacia el este en el sur del continente americano, del lado de su competidor más directo, el pequeño reino de Portugal.
Bolivia nació a la vida republicana casi con la misma
extensión territorial que constituía la Real Audiencia de Charcas. Y algo
semejante ocurría con el Paraguay. Bolivia, que copiaba las antiguas medidas de
la Real Audiencia de Charcas -2.363.769 Km², lo que para
servir de comparación, era algo menos a los actuales 2.766.890 km² de la
Argentina- perdió 1.265.188 como resultado de los tratados y las guerras
internacionales que mantuvo a lo largo del siglo XIX contra Chile y en el siglo
XX contra Paraguay.
Bolivia tiene actualmente la extensión de 1.098.581 Km². Desde
el punto de vista histórico de los bolivianos entonces, el Chaco Boreal era una
parte original según el Uti Possidetis,
y le pertenecía de pleno derecho.
Varios factores influyen para que finalmente estalle la
guerra entre Paraguay y Bolivia por el control del Chaco, un problema que se
debatía desde muchos años antes. Bolivia alegó sus derechos sobre todo el
territorio hasta los ríos Paraguay y Pilcomayo, baseado en el Uti Possidetis, que dice que "como poseéis, así poseáis", según los
títulos alegados de la Audiencia de Charcas. Mientras tanto, Paraguay se
apoyaba en otros principios provenientes de las organización territorial de la corona
española, desde las Capitulaciones del siglo XVI hasta las Ordenanzas de
Intendentes de 1782, aparte de los continuos e incontestados períodos de
posesión antes y después de las revoluciones de 1810.
Pero, aparte de las cuestiones legales que provenían de las marcaciones
territoriales del antiguo império colonial español, también estaban las relacionadas
a las lenguas nativas americanas de tan vasto território; y no solo los idiomas
y dialectos influían, sino las propias etnias diferenciadas de la región,
avasalladas por la conquista española que, no debemos olvidarlo, luchaba
denodadamente al este contra el avance portugués primero y el luso-brasileño
más tarde.
Bolívar, con sus controvertidas posiciones
político-ideológicas de visionario también contempló este aspecto y deseaba
crear una nación sólida, cuyos bases estuvieran en los idiomas, costumbres, y etnias
de los pueblos originarios de la región. Al proponer la Confederación Perúano-Boliviana,
Santa Cruz, vicepresidente y rival de Bolívar, también vio lo mismo, pero las
reales audiencias coloniales ya habían definido los territorios, y fueron las que
finalmente dieron la pauta del estado político al que se llamó república y no se entendió como una nación.
Hay en América países con varias etnias y lenguas, como el caso de Méjico
y Bolivia. Pero en el caso del Paraguay, al contrario, se trata de un país
donde la lengua principal es el guaraní, que a su vez se extiende a territorios
vecinos como la Argentina, Brasil y la misma Bolivia. Francisco Solano López, presidente
y héroe paraguayo de la Guerra de la Tiple Alianza declaró "¡El Paraguay es hasta donde se habla el guaraní, así sea la
Argentina, Brasil o Bolivia!". Cuenta la historia que también habría
dicho: "¡El Paraguay debe abarcar
hasta el río Parapetí... ni más acá ni más allá!". Por lo que,
históricamente, Paraguay se consideraba el legítimo dueño de todo el Chaco Boreal y de a poco
fue desarrollando su penetración en la región. La toponimia era guaraní, y por
eso la pequeña laguna en donde empezó el conflicto armado entre los dos países se
llamaba Pitiantuta, y la nación guarani
del Paraguay estaba dispuestos a defenderla a todo precio. El problema alrededor
de la cuestión del Chaco Boreal era, por lo tanto, un viejo problema, por el que ya se habían
desarrollado conversaciones muy anteriores a las hostilidades, y que fueron desde
1862 hasta 1879.
Pero a pesar del largo período de conciencia del problema, las
disparidades eran grandes, ya que ambos países ni siquiera estaban de acuerdo
sobre la materia del litigio que, según Bolivia sostenía, era sobre todo el
Chaco, y según el Paraguay, apenas sobre sus límites. Pero tal como estaban las
cosas en 1932, la cuestión ya no era más de una confrontación de títulos
antiguos, sino de contraste de políticas en tales términos que no se reducían
más a las soluciones jurídicas.
No fue tanto la convicción de sus derechos lo que impulsionó
a Bolivia, como su deseo visceral de compensar con una salida al río Paraguay
la pérdida de su litoral en el Pacífico ocurrida en la guerra con Chile en el
siglo XIX. También perseguía razones de prestigio. El presidente de Bolivia,
Daniel Salamanca, ya había predicado desde la oposición que "Bolivia tiene una historia de desastres
internacionales que debemos contrarrestar con una guerra victoriosa, para que
el carácter boliviano no se haga de día en día más y más pesimista. Así como
los hombres que han pecado deben ser sometidos a la prueba del fuego para
salvar sus almas en la vida eterna, los países como el nuestro que han cometido
errores de política interna y externa, debemos y necesitamos someternos a la
prueba del fuego, que no puede ser otra que el conflicto con el Paraguay. Por
un lado, es el único país al que podemos atacar con seguridades de victoria, lo
que fortalecería nuestro débil sentimiento patrio, y por otro, la guerra
exterior haría desaparecer las fronteras partidistas, indispensable
acontecimiento para terminar con la vergonzosa cadena de revoluciones
caudillistas, que nuestro país muestra en su historia".
Desde el lado paraguayo, existía no solo la conciencia de sus
derechos, sino también la necesidad de defender las bases físicas de la
nacionalidad, que también había sido atacada y vencida en el siglo XIX, en una
guerra brutal contra Argentina y Brasil. Es que las pretensiones bolivianas
abarcaban más de la mitad del territorio nacional, donde se encuentran muchas
de las fuentes principales de su economía. Aquellos derechos ya habían sido
reconocidos internacionalmente por el laudo del presidente de los EEUU, Rutherford
Hayes, y estaban respaldados por el hecho de que el Chaco, uno de los más vastos
territorios de la América española, había sido ganado para la civilización criolla
por los esfuerzos del Paraguay contra las tribus indígenas que lo habitaban.
Contrariamente a lo que ocurrió en los preparativos de la
guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, la opinión pública fue un factor importante
en la anteguerra del Chaco. La libertad de prensa, de reunión y de asociación,
la fuerza de la oposición en el parlamento y la participación de esa misma
oposición en las gestiones diplomáticas impedían al gobierno una política que
no acompañara el sentimiento público, que era totalmente contrario a cualquier
nueva cesión a Bolivia. El Partido Liberal, que tanto había criticado los
tratados firmados por los colorados en el siglo XIX, participaba activamente en
la intransigencia nacional. Fundamenteron los liberales la nueva doctrina de la
"intangibilidad" del río Paraguay, sostenida en las negociaciones
diplomáticas, que llevaron a la convicción de que la guerra era inevitable, una
vez que Bolivia insistía en la cesión de gran parte de ese litoral fluvial como
condición previa a cualquier arreglo pacífico.
Una de las más importantes petroleras de los EEUU tenía
vastas explotaciones en el territorio boliviano del Chaco. Con el apoyo del
Departamento de Estado, la petrolera estimuló a Bolivia en sus pretensiones, de
modo de ensanchar sus actividades con los recursos que se suponía que existían
en abundancia en el Chaco, y también para asegurarse una salida propia a sus
productos por las aguas del río Paraguay. El peso cada vez más creciente de los
intereses petroleros norteamericanos –lo que fue denunciado en Washington por
el senador Long- terminó bruscamente con la llegada al poder de Franklin Delano
Roosevelt al poder en 1933. El discurso del senador Long prácticamente lo dice
todo sobre la participación de la Standard Oil: "¡Criminal... prostituta, que se alimenta de la sangre de dos pobres
pueblos para aumentar sus caudales!...". Y tanto así fue que, cuando a
la potencia petrolera empezó a dudar de la victoria de Bolivia, lo que le afectaba
sus intereses, comenzó también a boicotearle, negando incluso la gasolina necesaria
para los aviones bolivianos de combate. Como dije antes, F.D. Roosevelt detuvo
esta interferencia, pero aun así desde entonces, el petróleo se fue volviendo
un factor cada vez más importante de las luchas de las cancillerías alrededor
del conflicto del Chaco.
Dentro de su plan de ocupación progresiva del Chaco, el 15 de
junio de 1932, las tropas bolivianas iniciaron las hostilidades, apoderándose del
fortín Carlos Antonio López, a orillas del lago Pitiantuta. Fue la chispa que detonó
el conflicto. Un mes más tarde, el 15 de julio, las fuerzas paraguayas
comandadas por el capitán Abdón Palacios recuperaron la posición ocupada, después
de una sangrienta batalla. De inmediato, en represalia, Bolivia tomó el Boquerón
y varios otros fortines paraguayos.
La Comisión de Neutrales reunida en Washington trató inutilmente
de detener los movimientos militares en
curso. El 3 de agosto de 1932, las otras diecinueve naciones americanas
declararon que no irían a reconocer ninguna adquisición territorial lograda por
medio de las armas. Aunque el Paraguay, por ser la parte agredida estuvo de
acuerdo em llegar a arreglos pacíficos, Bolivia se mostró intransigente, dispuesta
a encontrar en los campos de batalla la solución del viejo conflicto.
El 16 de agosto de 1932, el presidente paraguayo Guggiari fue
sucedido por Eusebio Ayala, al que se conocía por sus ideales pacifistas, pero
que se transformó en el mejor representante de la intransigencia paraguaya. Los
ministerios de la guerra y marina recayó en un civil, Víctor Rojas. Aunque existía
un comando el peso de la conducción militar quedó, desde el inicio, a cargo del
teniente coronel José Félix Estigarribia. Los arsenales de Asunción, bajo la
dirección del teniente José Bozzano, se convirtieron en el principal organismo
de la retaguardia.
La vieja guardia militar, apoyada por especialistas extranjeros,
propuso la defensa a orillas del río Paraguay, abandonando el resto del Chaco.
Estigarribia se opuso frontalmente a este plan y exigió una guerra ofensiva
desde el primer momento. Propuso atacar las posiciones bolivianas antes de que
completaran la concentración de sus fuerzas. El presidente Ayala apoyó este
plan, y el 1° de setiembre ordenó al mayor Juan Manuel Garay iniciar el ataque
como jefe del Estado Mayor.
Paraguay pasó a la ofensiva y atacó el fortín Boquerón, fuertemente
fortificado, desde el 9 de setiembre de 1932 y durante veinte dias seguidos, hasta
que finalmente la guarnición se rindió. A partir de entonces, empezó un
retroceso general de las tropas bolivianas. Paraguay, aunque con menores
recursos enfrentó a Bolivia con un ejército mejor equipado y dirigido. Bolivia
llamó al comando de sus tropas al general alemán Hans Kundt, héroe de la 1ª guerra
europea. Kundt consiguió parar el avance paraguayo en Saavedra pero luego, en
enero de 1933, falló en su ofensiva contra Nanawa, defendida por el coronel
Luis Irrazábal.
Fracasados todos los esfuerzos de la Comisión de Neutrales,
que se mantenía reunida en Washington para frenar el avance de la guerra, y
presionada por la intransigencia boliviana, la Comisión, influenciada
fuertemente por el representante norteamericano, giró hacia una postura
favorable a Bolivia. Propuso que las tropas paraguayas abandonaran el Chaco,
mientras que Boliviana quedaría en poder de la mitad del territorio. El
Paraguay rechazó la propuesta y se retiró de Washington. La Comisión de
Neutrales se disolvió y las negociaciones se trasladaron al Río de la Plata: el
canciller argentino Carlos Saavedra Lamas tomó contacto con su par chileno
Miguel Cruchaga Tocornal para nuevas tratativas en busca de la paz.
Los gobiernos de los países limítrofes a los que estaban en
guerra tuvieron actitudes distintas. Argentina no disimuló sus simpatías a
favor de Paraguay, ayudándolo con proyectiles, combustible y recursos, y
estimulándolo a no doblarse a las aspiraciones de Bolivia de acceder a um
puerto fluvial, desconfiando de la aparición de un nuevo factor de desequilibrio
en el Río de la Plata. Brasil, por lo contrario, se puso del lado de esa
aspiración boliviana, adoptando una actitud francamente favorable a Bolivia. Por
su parte, Chile, que en un principio había apoyado al Paraguay, empezó a apoyar
diplomáticamente a Bolivia y le autorizó a reclutar oficiales y obreros en su
territorio. Saavedra Lamas, entendiendo la gravedad de la situación
continental, se esforzó en conseguir una política común entre los tres grandes
países limítrofes. Roosevelt, el nuevo presidente norteamericano, favoreció esa
política y retiró el apoyo que la presión de las empresas petroleras le llevaba
a prestar a favor de Bolivia.
El 2 de febrero de 1933, los cancilleres de la Argentina y
Chile reunidos en Mendoza, propusieron un plan de arbitraje de todas las
diferencias y problemas debidos a la mediterraneidad de los contendores. El
plan, aceptado por Paraguay, fue rechazado por Bolivia, que mantenía SUS esperanzas
en el general Kundt, que fracasó nuevamente en Toledo, donde el coronel Juan B.
Ayala derrotó a las tropas bolivianas el 27 de febrero de 1933.
Hasta ese momento no había existido una declaración oficial
de guerra, lo que la favorecía a Bolivia, pues al no haber neutralidad de la parte
de Argentina, esta enviaba libremente las provisiones necesarias a las tropas
bolivianas a través de la frontera del Pilcomayo. Tampoco Chile podía evitar el
enganche de oficiales y el paso de armas por su territorio. Para obligar a los
países limítrofes a cumplir con la neutralidad, Paraguay declaró formalmente la
guerra el 10 de mayo de 1933. Bolivia invocó el artículo 16º del Pacto de la
Sociedad de las Naciones, que decidió enviar una comisión investigadora de
cuatro europeos y un americano. Antes que la comisión saliera para su destino,
Brasil sugirió una nueva mediación americana, y como la Sociedad de las
Naciones estuvo de acuerdo, su intervención quedó en suspenso.
El 4 de julio de 1933 Kundt inició un ataque masivo en
Nanawa, sin conseguir romper las líneas de la defensa paraguaya. La ofensiva se
extendió en agosto hacia Gondra, Fernández, Herrera, Rancho Ocho y Pirizal,
donde se desarrollaron grandes batallas, con grandes perdidas humanas y de
material por parte de los atacantes, que no lograron grandes resultados y se colocaron
a la defensiva. El jefe paraguayo Estigarribía pasó entonces a la ofensiva y lanzó
una vasta operación para destruir el ejército boliviano.
Continuará.
JV. São Paulo, 10 de noviembre de 2013.
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