domingo, 10 de novembro de 2013

La otra guerra infame: Bolivia-Paraguay, 1932.




La Guerra del Chaco

El sistema colonial español había ido creando, desde el “descubrimiento” del continente en 1492,  y a lo largo de la conquista que se desarrolló de norte a sur, cuatro virreinatos, desde el río Bravo en México hasta Tierra del Fuego, en los confines del universo conocido hasta entonces por los europeos.

La audiencias reales y las intendencias -con sus autoridades respectivas que iban desde el virrey hasta los corregidores- eran la columna vertebral y los vasos sanguíneos de ese sistema que en principio tenía un objetivo geopolítico y económico muy claro: el asentamiento y colonización por medio de vastos contingentes humanos, primero de conquistadores militares y luego de familias enteras, para la explotación y transportes de riquezas al reino español. Casi lo mismo ocurría hacia el este en el sur del continente americano, del lado de su competidor más directo, el pequeño reino de Portugal.

Bolivia nació a la vida republicana casi con la misma extensión territorial que constituía la Real Audiencia de Charcas.  Y algo semejante ocurría con el Paraguay. Bolivia, que copiaba las antiguas medidas de  la Real Audiencia de Charcas -2.363.769 Km², lo que para servir de comparación, era algo menos a los actuales 2.766.890 km² de la Argentina- perdió 1.265.188 como resultado de los tratados y las guerras internacionales que mantuvo a lo largo del siglo XIX contra Chile y en el siglo XX contra Paraguay.

Bolivia tiene actualmente la extensión de 1.098.581 Km². Desde el punto de vista histórico de los bolivianos entonces, el Chaco Boreal era una parte original según el Uti Possidetis, y le pertenecía de pleno derecho. 

Varios factores influyen para que finalmente estalle la guerra entre Paraguay y Bolivia por el control del Chaco, un problema que se debatía desde muchos años antes. Bolivia alegó sus derechos sobre todo el territorio hasta los ríos Paraguay y Pilcomayo, baseado en el Uti Possidetis, que dice que  "como poseéis, así poseáis", según los títulos alegados de la Audiencia de Charcas. Mientras tanto, Paraguay se apoyaba en otros principios provenientes de las organización territorial de la corona española, desde las Capitulaciones del siglo XVI hasta las Ordenanzas de Intendentes de 1782, aparte de los continuos e incontestados períodos de posesión antes y después de las revoluciones de 1810.

Pero, aparte de las cuestiones legales que provenían de las marcaciones territoriales del antiguo império colonial español, también estaban las relacionadas a las lenguas nativas americanas de tan vasto território; y no solo los idiomas y dialectos influían, sino las propias etnias diferenciadas de la región, avasalladas por la conquista española que, no debemos olvidarlo, luchaba denodadamente al este contra el avance portugués primero y el luso-brasileño más tarde.

Bolívar, con sus controvertidas posiciones político-ideológicas de visionario también contempló este aspecto y deseaba crear una nación sólida, cuyos bases estuvieran en los idiomas, costumbres, y etnias de los pueblos originarios de la región. Al proponer la Confederación Perúano-Boliviana, Santa Cruz, vicepresidente y rival de Bolívar, también vio lo mismo, pero las reales audiencias coloniales ya habían definido los territorios, y fueron las que finalmente dieron la pauta del estado político al que se llamó república y no se entendió como una nación

Hay en América países con varias etnias y lenguas, como el caso de Méjico y Bolivia. Pero en el caso del Paraguay, al contrario, se trata de un país donde la lengua principal es el guaraní, que a su vez se extiende a territorios vecinos como la Argentina, Brasil y la misma Bolivia. Francisco Solano López, presidente y héroe paraguayo de la Guerra de la Tiple Alianza declaró "¡El Paraguay es hasta donde se habla el guaraní, así sea la Argentina, Brasil o Bolivia!". Cuenta la historia que también habría dicho: "¡El Paraguay debe abarcar hasta el río Parapetí... ni más acá ni más allá!". Por lo que, históricamente, Paraguay se consideraba el legítimo dueño de todo el Chaco Boreal y de a poco fue desarrollando su penetración en la región. La toponimia era guaraní, y por eso la pequeña laguna en donde empezó el conflicto armado entre los dos países se llamaba Pitiantuta, y la nación guarani del Paraguay estaba dispuestos a defenderla a todo precio. El problema alrededor de la cuestión del Chaco Boreal era, por lo tanto, un viejo problema, por el que ya se habían desarrollado conversaciones muy anteriores a las hostilidades, y que fueron desde 1862 hasta 1879.

Pero a pesar del largo período de conciencia del problema, las disparidades eran grandes, ya que ambos países ni siquiera estaban de acuerdo sobre la materia del litigio que, según Bolivia sostenía, era sobre todo el Chaco, y según el Paraguay, apenas sobre sus límites. Pero tal como estaban las cosas en 1932, la cuestión ya no era más de una confrontación de títulos antiguos, sino de contraste de políticas en tales términos que no se reducían más a las soluciones jurídicas.

No fue tanto la convicción de sus derechos lo que impulsionó a Bolivia, como su deseo visceral de compensar con una salida al río Paraguay la pérdida de su litoral en el Pacífico ocurrida en la guerra con Chile en el siglo XIX. También perseguía razones de prestigio. El presidente de Bolivia, Daniel Salamanca, ya había predicado desde la oposición que "Bolivia tiene una historia de desastres internacionales que debemos contrarrestar con una guerra victoriosa, para que el carácter boliviano no se haga de día en día más y más pesimista. Así como los hombres que han pecado deben ser sometidos a la prueba del fuego para salvar sus almas en la vida eterna, los países como el nuestro que han cometido errores de política interna y externa, debemos y necesitamos someternos a la prueba del fuego, que no puede ser otra que el conflicto con el Paraguay. Por un lado, es el único país al que podemos atacar con seguridades de victoria, lo que fortalecería nuestro débil sentimiento patrio, y por otro, la guerra exterior haría desaparecer las fronteras partidistas, indispensable acontecimiento para terminar con la vergonzosa cadena de revoluciones caudillistas, que nuestro país muestra en su historia".

Desde el lado paraguayo, existía no solo la conciencia de sus derechos, sino también la necesidad de defender las bases físicas de la nacionalidad, que también había sido atacada y vencida en el siglo XIX, en una guerra brutal contra Argentina y Brasil. Es que las pretensiones bolivianas abarcaban más de la mitad del territorio nacional, donde se encuentran muchas de las fuentes principales de su economía. Aquellos derechos ya habían sido reconocidos internacionalmente por el laudo del presidente de los EEUU, Rutherford Hayes, y estaban respaldados por el hecho de que el Chaco, uno de los más vastos territorios de la América española, había sido ganado para la civilización criolla por los esfuerzos del Paraguay contra las tribus indígenas que lo habitaban.

Contrariamente a lo que ocurrió en los preparativos de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, la opinión pública fue un factor importante en la anteguerra del Chaco. La libertad de prensa, de reunión y de asociación, la fuerza de la oposición en el parlamento y la participación de esa misma oposición en las gestiones diplomáticas impedían al gobierno una política que no acompañara el sentimiento público, que era totalmente contrario a cualquier nueva cesión a Bolivia. El Partido Liberal, que tanto había criticado los tratados firmados por los colorados en el siglo XIX, participaba activamente en la intransigencia nacional. Fundamenteron los liberales la nueva doctrina de la "intangibilidad" del río Paraguay, sostenida en las negociaciones diplomáticas, que llevaron a la convicción de que la guerra era inevitable, una vez que Bolivia insistía en la cesión de gran parte de ese litoral fluvial como condición previa a cualquier arreglo pacífico.

Una de las más importantes petroleras de los EEUU tenía vastas explotaciones en el territorio boliviano del Chaco. Con el apoyo del Departamento de Estado, la petrolera estimuló a Bolivia en sus pretensiones, de modo de ensanchar sus actividades con los recursos que se suponía que existían en abundancia en el Chaco, y también para asegurarse una salida propia a sus productos por las aguas del río Paraguay. El peso cada vez más creciente de los intereses petroleros norteamericanos –lo que fue denunciado en Washington por el senador Long- terminó bruscamente con la llegada al poder de Franklin Delano Roosevelt al poder en 1933. El discurso del senador Long prácticamente lo dice todo sobre la participación de la Standard Oil: "¡Criminal... prostituta, que se alimenta de la sangre de dos pobres pueblos para aumentar sus caudales!...". Y tanto así fue que, cuando a la potencia petrolera empezó a dudar de la victoria de Bolivia, lo que le afectaba sus intereses, comenzó también a boicotearle, negando incluso la gasolina necesaria para los aviones bolivianos de combate. Como dije antes, F.D. Roosevelt detuvo esta interferencia, pero aun así desde entonces, el petróleo se fue volviendo un factor cada vez más importante de las luchas de las cancillerías alrededor del conflicto del Chaco.

Dentro de su plan de ocupación progresiva del Chaco, el 15 de junio de 1932, las tropas bolivianas iniciaron las hostilidades, apoderándose del fortín Carlos Antonio López, a orillas del lago Pitiantuta. Fue la chispa que detonó el conflicto. Un mes más tarde, el 15 de julio, las fuerzas paraguayas comandadas por el capitán Abdón Palacios recuperaron la posición ocupada, después de una sangrienta batalla. De inmediato, en represalia, Bolivia tomó el Boquerón y varios otros fortines paraguayos.
La Comisión de Neutrales reunida en Washington trató inutilmente de  detener los movimientos militares en curso. El 3 de agosto de 1932, las otras diecinueve naciones americanas declararon que no irían a reconocer ninguna adquisición territorial lograda por medio de las armas. Aunque el Paraguay, por ser la parte agredida estuvo de acuerdo em llegar a arreglos pacíficos, Bolivia se mostró intransigente, dispuesta a encontrar en los campos de batalla la solución del viejo conflicto.

El 16 de agosto de 1932, el presidente paraguayo Guggiari fue sucedido por Eusebio Ayala, al que se conocía por sus ideales pacifistas, pero que se transformó en el mejor representante de la intransigencia paraguaya. Los ministerios de la guerra y marina recayó en un civil, Víctor Rojas. Aunque existía un comando el peso de la conducción militar quedó, desde el inicio, a cargo del teniente coronel José Félix Estigarribia. Los arsenales de Asunción, bajo la dirección del teniente José Bozzano, se convirtieron en el principal organismo de la retaguardia.

La vieja guardia militar, apoyada por especialistas extranjeros, propuso la defensa a orillas del río Paraguay, abandonando el resto del Chaco. Estigarribia se opuso frontalmente a este plan y exigió una guerra ofensiva desde el primer momento. Propuso atacar las posiciones bolivianas antes de que completaran la concentración de sus fuerzas. El presidente Ayala apoyó este plan, y el 1° de setiembre ordenó al mayor Juan Manuel Garay iniciar el ataque como jefe del Estado Mayor.

Paraguay pasó a la ofensiva y atacó el fortín Boquerón, fuertemente fortificado, desde el 9 de setiembre de 1932 y durante veinte dias seguidos, hasta que finalmente la guarnición se rindió. A partir de entonces, empezó un retroceso general de las tropas bolivianas. Paraguay, aunque con menores recursos enfrentó a Bolivia con un ejército mejor equipado y dirigido. Bolivia llamó al comando de sus tropas al general alemán Hans Kundt, héroe de la 1ª guerra europea. Kundt consiguió parar el avance paraguayo en Saavedra pero luego, en enero de 1933, falló en su ofensiva contra Nanawa, defendida por el coronel Luis Irrazábal.

Fracasados todos los esfuerzos de la Comisión de Neutrales, que se mantenía reunida en Washington para frenar el avance de la guerra, y presionada por la intransigencia boliviana, la Comisión, influenciada fuertemente por el representante norteamericano, giró hacia una postura favorable a Bolivia. Propuso que las tropas paraguayas abandonaran el Chaco, mientras que Boliviana quedaría en poder de la mitad del territorio. El Paraguay rechazó la propuesta y se retiró de Washington. La Comisión de Neutrales se disolvió y las negociaciones se trasladaron al Río de la Plata: el canciller argentino Carlos Saavedra Lamas tomó contacto con su par chileno Miguel Cruchaga Tocornal para nuevas tratativas en busca de la paz.

Los gobiernos de los países limítrofes a los que estaban en guerra tuvieron actitudes distintas. Argentina no disimuló sus simpatías a favor de Paraguay, ayudándolo con proyectiles, combustible y recursos, y estimulándolo a no doblarse a las aspiraciones de Bolivia de acceder a um puerto fluvial, desconfiando de la aparición de un nuevo factor de desequilibrio en el Río de la Plata. Brasil, por lo contrario, se puso del lado de esa aspiración boliviana, adoptando una actitud francamente favorable a Bolivia. Por su parte, Chile, que en un principio había apoyado al Paraguay, empezó a apoyar diplomáticamente a Bolivia y le autorizó a reclutar oficiales y obreros en su territorio. Saavedra Lamas, entendiendo la gravedad de la situación continental, se esforzó en conseguir una política común entre los tres grandes países limítrofes. Roosevelt, el nuevo presidente norteamericano, favoreció esa política y retiró el apoyo que la presión de las empresas petroleras le llevaba a prestar a favor de Bolivia.

El 2 de febrero de 1933, los cancilleres de la Argentina y Chile reunidos en Mendoza, propusieron un plan de arbitraje de todas las diferencias y problemas debidos a la mediterraneidad de los contendores. El plan, aceptado por Paraguay, fue rechazado por Bolivia, que mantenía SUS esperanzas en el general Kundt, que fracasó nuevamente en Toledo, donde el coronel Juan B. Ayala derrotó a las tropas bolivianas el 27 de febrero de 1933.

Hasta ese momento no había existido una declaración oficial de guerra, lo que la favorecía a Bolivia, pues al no haber neutralidad de la parte de Argentina, esta enviaba libremente las provisiones necesarias a las tropas bolivianas a través de la frontera del Pilcomayo. Tampoco Chile podía evitar el enganche de oficiales y el paso de armas por su territorio. Para obligar a los países limítrofes a cumplir con la neutralidad, Paraguay declaró formalmente la guerra el 10 de mayo de 1933. Bolivia invocó el artículo 16º del Pacto de la Sociedad de las Naciones, que decidió enviar una comisión investigadora de cuatro europeos y un americano. Antes que la comisión saliera para su destino, Brasil sugirió una nueva mediación americana, y como la Sociedad de las Naciones estuvo de acuerdo, su intervención quedó en suspenso.


El 4 de julio de 1933 Kundt inició un ataque masivo en Nanawa, sin conseguir romper las líneas de la defensa paraguaya. La ofensiva se extendió en agosto hacia Gondra, Fernández, Herrera, Rancho Ocho y Pirizal, donde se desarrollaron grandes batallas, con grandes perdidas humanas y de material por parte de los atacantes, que no lograron grandes resultados y se colocaron a la defensiva. El jefe paraguayo Estigarribía pasó entonces a la ofensiva y lanzó una vasta operación para destruir el ejército boliviano.

Continuará.
JV. São Paulo, 10 de noviembre de 2013.

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