La Editorial
Perfil* de Buenos Aires reeditó, poco tiempo atrás, una colección con la figura
de Patoruzú, el personaje de creación de Dante Quinterno. Es una producción
fiel a las ediciones originales pero en colores, aunque con un coloreado de
mejor calidad que el de sus colecciones anteriores de Patoruzito, otra creación
de Quinterno, en las que los tonos usados por Perfil parecían ser demasiado
saturados.
En los
créditos autorales de las ediciones anteriores se podían leer los nombres de
los artistas que colorearon las nuevas tiradas, y el nombre de Dante Quinterno,
creador de ambos personajes, claro. Pero lo que no figuraba en ninguna de las
reediciones de Patoruzú, Patoruzito o Isidoro, era el nombre del guionista y de
los dibujantes que produjeron cada una de las historias anteriores. Esa
reedición de doce historietas de Patoruzito, publicadas por el Diario
Perfil, vendió más de 150 mil ejemplares
en unos pocos meses y fue la primera vez que el personaje juvenil fue producido
a todo color. Javier Manes, editor de Editorial Perfil, comenta que, como
siempre desde su nacimiento, entre los aspectos que más despiertan el interés
del público están los valores éticos y de comportamiento que transmite el
personaje, la nobleza y la honestidad de Patoruzito. La reedición colorida del
clásico Patoruzú, la historieta inmortal de Dante Quinterno, nos trae de nuevo
al tema de la famosa tira cómica argentina.
Un poco más
sobre la historieta argentina y las tiras de los años 30, 40 y 50
Como ocurre
en todas las artes, la historieta en todo el mundo también tuvo su edad de oro,
que en su caso coincide con la época de las grandes crisis y convulsiones
sociales y políticas de los años 30. Son los años en que aparecen o se imponen
las dictaduras nazis y fascistas -en Alemania e Italia primero, y en toda Europa después- en los que los EEUU
lanzan sus obras maestras, como “Buck Rogers” en 1929, “Flash Gordon en 1934;
Dick Tracy, en 1931; “Terry y los
piratas”, en 1934; “Tarzán” en 1929, y
“El Príncipe Valiente” en 1937. También son lanzados “El Hombre Enmascarado”,
en 1936, “Mandrake el mago” en 1934, “Superman” de 1938, y “Batman” en 1939.
Tal vez
considerando su proyección internacional, la historieta argentina sea la más
difundida de toda América Latina. Sus primeras historietas propiamente dichas
aparecen durante la primera década del siglo XX. Son las tiras de “Viruta y
Chicharrón”, de 1912. Son los años en los que surgen una serie de trabajos de
Arturo Lanteri , “El negro Raúl”, de 1916; “Pancho Talero”, de 1922, y de Dante
Quinterno, “Pan y Truco”, de 1925; y Patoruzú, en 1931, publicados en varios
medios de comunicación. Estos autores y sus discípulos darán un enorme empuje a
la historieta argentina, afirmándola en el mercado con una tremenda fuerza.
Con los años
treinta llega también la oportunidad de producir las primeras ilustraciones
coloridas. Y es en estos años que se siente la fuerte influencia
estadounidense. Compitiendo con esa propuesta que viene del norte, surgen
nuevos creadores como Raúl Ramauge, Bruno Premiani, Luis Cazeneuve y Raúl Roux.
En este período se destaca José Luis Salinas, con dibujos realistas que siguen
la tradición de los ilustradores clásicos, manteniendo el lenguaje secuencial
de las tiras de historieta. La obra más reconocida de J. L. Salina en esta
etapa es “Hernán el Corsario”, de 1936. Pero a todos ellos los aventaja en fama
el nuevo personaje creado por Dante Quinterno, el indio Patoruzú.
En ese mismo
contexto social y político de los años 30 que mencionábamos antes, transportándose
desde Europa, en medio de grandes
convulsiones obreras y populares, y ya con el sordo ruido de las armas
amenazando desde los cuarteles, el 14 de diciembre 1928 el diário porteño “La
Razón” lanza la historieta de Dante Quinterno llamada “Julián de Montepío”. Es
la historia de un típico pícaro que subsiste a costas de otro personaje, Tito
Meñique. El que luego sería Isidoro Cañones es un típico “niño bien”,
pusilánime, con alergia al trabajo y lleno de vicios.
Los dos
personajes, con el correr de las publicaciones, se terminan fundiendo en un
solo nombre, el de lsidoro Cañones. En 1929 aparece, un poco al acaso y sin que
se le dé demasiada importancia, el nombre del “Conde” Patoruzú. Pero hacia el
26 de septiembre de 1930 -muy poco
tiempo después del golpe militar de José F. Uriburu que derrocara del poder al
gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen- el indio Patoruzú se incorpora a
la historieta.
Un estanciero
deja una herencia a su sobrino, y en ella se incluye Patoruzú, hombre nativo de la Patagonia,
semisalvaje y casi un analfabeto que, sin embargo, es un noble. El cacique,
como se sabrá enseguida, desciende de un faraón egipcio, el legendario
Patoruzek Iº, que habría llegado a América a través del mítico continente de Atlántida.
La historieta
crece y exige la aparición de una revista propia y autónoma para el nuevo e
importante personaje, lo que finalmente ocurre en noviembre de 1936. El mejor
momento del cacique Patoruzú coincide con la que fue llamada “la década infame”
de los años de 1930.
El personaje
y todo el paquete ideológico que la revista transporta, parecen identificarse
–y así se monta el estigma sobre su creador, Dante Quinterno- con la dictadura
militar y el partido gobernante de esos años. Por ejemplo, en 1931, apareciendo
como buenos aliados de la policía política argentina, Julián de Montepío y
Patoruzú se ensañan en una persecusión atrás de los dirigentes anarquistas
Tamayo Gavilán y Severino Di Giovanni. Los textos editoriales de la revista
apoyan la candidatura de Manuel Fresco para gobernador de Buenos Aires.
Pero pasan
otros diez largos años, la década infame hace que los militares que se alternan
en el gobierno cambien de signo y se sintonicen con las corrientes
nacionalistas y filofascistas que triunfan en la Europa en guerra; y durante el
gobierno peronista, la actitud de la revista, su creador y el personaje
Patoruzú pasa a ser de neutralidad, una actitud que, en las condiciones de la
semi censura imperante, disimula cualquier probable ánimo opositor. Para
camuflarse mejor, Quinterno editorializa em esa época sobre asuntos meramente
vecinales y abunda en temas apenas parroquiales de poca monta y de bajo perfil
político.
Algunos
cambios ocurrieron sin embargo a lo largo de los más de 80 años de la
publicación; y si no fue tanto en el prototipo -el núcleo duro de Isidoro,
interesado, oportunista y egoísta a ultranza, o en la nobleza gaucha del indio-
pero sí que hay algunos pequeños e imperceptibles retoques que hacen más fácil
su identificación por el público del nuevo siglo. Al antiguo indio
desinteresado, que defendía al hambriento, caballeresco, ahorrativo y sobrio,
Le aparecen los matices de un negociante más amigo del lucro y la ganancia.
La antigua
castidad decimonónica de Isidoro Cañones, con sus piropos apentas verbales, se
suman modernísimas relaciones prematrimoniales con su novia. Pero el fondo de
base mitológica se mantiene, sin embargo. El indio sigue siendo un estanciero
riquísimo, dueño de media Patagonia, pero el origen de su fortuna no es
histórico. Continua siendo un hombre del pueblo y campesino por sus modos, su
manera de vestirse y su propia habla; pero es, claramente, además, un noble
aristócrata, descendiente de una remota dinastía.
Siempre al
contrario, Isidoro Cañones sigue siendo el mismo “venido a menos”, un
lumpem-burgués, con sus viejas costumbres de ocio permanente, y una urgencia de
dinero que le exigen el vicio del juego y el alcohol.
Patoruzú, su padrino y mentor, juega a ser el consejero
moral, el que lo llama al trabajo, a volver
a la tierra y a la vida rural de sus antepasados terratenientes, militares y
conquistadores, como su tío, el conservadorísimo Coronel Cañones.
Javier
Villanueva, São Paulo, 24 de novembro de 2013.
* El diario
"Perfil" salió en 1998 por primera vez, con el formato de un diario
digital –el primero argentino- para luego pasar a editarse también en papel.
Entre los colaboradores de la publicación estaban los más prestigiosos
periodistas y escritores argentinos, invitados por el director en 1997.
Firmaron un código de exclusividad y el periódico empezó con una media de unos
40 mil ejemplares diários, pero terminó cerrando tres meses después del
lanzamiento porque las ventas bajaron y la escasa publicidad les impidió
continuar.
El diario fue
tomado por los columnistas, periodistas -entre ellos Mempo Giardinelli, Luis
Majul, Beatriz Sarlo, Jorge Greco, Carlos Ulanovsky, Laura Batkis, Thomas
Abraham, Jorge Omar Novoa y Gerardo Rozin- y el personal, que luego de tres
días de resistencia abandonaron el edificio.
En septiembre
de 2005 el diario fue relanzado y, para no repetir el experiencia del “Perfil”
de 1998, comenzó saliendo solo los domingos, que es el día de mayor venta de
diarios en Argentina, para después agregar la edición del sábado. Actualmente,
la edición digital es actualizada las 24 horas del día.
Además de sus
críticas a los gobiernos de la democracia, el diario siempre criticó al Grupo
Clarín, siendo incluso boicoteado por este, que también intentó comprar parte
de las acciones de la Editorial Perfil y aumentó el precio del papel diario
fabricado por Papel Prensa. Su línea editorial puede considerarse como
ultraliberal, o liberal clásica, de centro derecha.
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