La Maga y Julito entre los negros
revolucionarios del Haití de 1804.
Esta es la crónica rápida de algunos
viajes involuntarios realizados por la Maga y su amigo y amante, Julio, a través de las
arrugas del tiempo-espacio.
Para recordar, vea la 1ª parte:
Julito, el Cortés, llega a Cuba y
parte hacia Tenochtitlán.
Mesoamérica,
abril de 1519.
Julito es
alto, muy alto: 1,95m. Y esto, en una época en que la mayoría de los hombres
blancos, o por lo menos los españoles, no pasa de 1,65 a 1,70m, es
algo fuera de lo normal.
Julito parece
un monstruo, o un dios. La mayoría de los españoles y genoveses lo consideran
un gentleman, por eso le dicen “el cortés” desde que se enganchó como marinero
en Cádiz. Los nativos, más altos y fornidos que los marinos europeos, también
lo tratan con respeto. Sus ojos grandes y tan separados uno del otro; la barba,
de un color miel, y su cara de niño, asustan a los indios.
Algunos
piensan que es un brujo. Además, se la pasa el tiempo entero hablando de una
Maga, una mujer que lo sedujo y lo dejó. Dicen los pocos que lo conocen que fue
en Paris que Julio y la Maga se habían perdido, aparentemente de un modo
definitivo y fatal. Fatal para Julio, que pensaba que ella lo había abandonado,
cuando en realidad tan solo se hubieran desencontrado un par de veces y nunca
más se volvieran a ver.
Julito la
buscó durante veintiún días y ventidós noches; porque fue en la nochebuena de
1518 que se perdieron, y ya en enero del 19 Julio embarcó rumbo a Cuba.
Desilusionado
y triste, casi al borde de la depresión, Julito el Cortés, se alistó en la
expedición que - mal lo sabría él después - en la primavera europea llegaría al
reino fabuloso de Tenochtitlán.
Julito es muy
alto y su mirada bovina, enmarcada por una barba castaña, lo hace parecer una
figura heroica ante los ojos de los mexicas y toltecas. Indias e indios lo
persiguen de día y de noche. Mujeres cercanas al séquito de la que después
sería conocida como la Malinche, no lo dejan en paz. Le tienen miedo, lo
respetan a Julito.
Antes, en los
comienzos de la primavera cubana, Hernán Cortés había zarpado desde Cuba con 11
navíos. A bordo estaban los 508 soldados y sus 16 caballos. Uno de los soldados
era Julito. Julio, el Cortés -así llamado por su elegante y fino trato, pero
sobre todo por sus “erres” afrancesadas- apenas conseguía ponerse la pechera de
cuero, corta y rígida, ajustada por un ancho cinturón que él atravesaba por el
pecho a modo de bandolera.
Las 20
esclavas que acompañaban a la que luego sería la Malinche aún no habían sido
llevadas de regalo al conquistador de México; y mientras Hernan Cortés no
elegía a la que más tarde sería su mujer y le daría a América su primer mestizo,
Julito el Cortés ahogaba sus penas por la pérdida de la Maga en los brazos de
Cuaticlue, una morena linda y dulce que lo entretenía, extasiada siempre con la
barba de aquel gigante y su cara de niño malvado.
Y cuando
Cuaticlue se iba al río a bañarse, o salía a juntar sus aguacates para
Malinche, Julito el Cortés se olvidaba de la Maga, y naufragaba feliz entre los
senos morenos de Itzá, la hermana menor del sacerdote Tenoch. La joven azteca
era tataranieta de aquel otro Tenoch, el que en 1325 había acompañado al Mago
Colibrí – Huitzilopochtli - el feroz dios de la guerra que condujo a los
Aztecas desde los desiertos de Arizona y Chihuahua hasta el centro de
Méjico; fue allí que Tenoch, el tatarabuelo de la pequena Itzá, había visto el
águila devorando a una serpiente sobre un nopal, en una de las tantas islas de
un gran lago.
–Allí
fundaron las Aztecas nuestra capital, Tenochtitlán, sobre las islas y pantanos
del lago – le cuenta orgullosa Itzá, y se lo confirma Cuaticlue, cuando la
pequeña se va, y Julito no tiene ni un minuto para acordarse de sus
morriñas por la Maga, porque en seguida la linda morena lo ahoga entre sus
piernas, y el triángulo oscuro del amor le ciega todas las nostalgias y el
dolor del abandono.
–Los Toltecas
nos despreciaban – le cuenta Cuaticlue cuando recupera el ritmo de la
respiración y se tapa, pudorosa, con la piel de jaguar en la que había estado
recostada antes.
–Nos llamaban
“el último pueblo en llegar”; o sino, “todos los persiguieron”, o “nadie queria
recibirlos”, y otros cien nombres despectivos que servían para echarnos en cara
a los aztecas lo que más nos ofendía: que carecíamos de un rostro – dice Itzá
que le había contado su hermano Tenoch, y Julito lo anota todo en una especie
de libretita que armó con varios cueros finos, atados con tiento, y en el que
él escribe con una carbonilla que prepara quemando ramitas.
“Y la cara
que no tenían, esa ausencia de rostro, fue el contraste más notable con la
cultura tolteca, el pueblo de Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido en
una bruma de misterios”, escribe Julio el Cortés, y agrega que los toltecas se
consideraban a si mismos grandes artistas, y por eso desdeñaban tanto a los
advenidizos.
“El arte y la
moralidad de los toltecas les dio de préstamo, a los aztecas, el rostro que les
faltaba”, escribe Julio en su libreta tosca, mientras Coaticlue, la linda
morena que había heredado su nombre de la diosa de la tierra, madre de la Luna
y las Estrellas, se desnuda lentamente, y refriega sus muslos suaves y sus nalgas
redondas en las piernas largas y flacas de Julito, el Cortés. Y Julito larga su
libreta y se olvida de una vez por todas de la Maga, de su abandono
inexplicable, de su dolor amargo y latiente.
El mismo día
en que Hernán Cortés - el que de a poco se va perfilando como el gran
conquistador - recibe el tributo de las 20 esclavas que le envía Moctezuma, el
emperador miedoso, Julito sale de su campamento e empieza a sumirse otra vez en
la más profunda depresión.
Primero perdí
a la Maga, piensa. Ahora me quitan a Coaticlue y a Itzá...¿Qué más puedo
perder? Piensa y fuma, mezclando las hojas del tabaco, esa planta perfumada que
no hay en España y que abunda en América, con las semillas del cacau, que los
nativos llaman chocolatl.
Pero, ¿quién
es ese Hernán Cortez al que vengo acompañando e estos últimos meses, se
pregunta Julio?
¿Quién es ese
hombre?
Los aztecas
creían que vendría un gran dios por el mar. Esperaban a Quetzalcóatl, el dios
que había desaparecido, pero que volvería un dia, siempre envuelto en una bruma
de misterios; y cuando los españoles llegaron, con sus carabelas que parecían
grandes casas flotantes, con sus caballos y sus armas que escupían rayos de
fuego, ellos pensaron que eran dioses. Por lo tanto, al principio Moctezuma, el
emperador azteca - asustado y refugiado apenas en sus superticiones y creencias
religiosas - le ofreció varios regalos a Hernán Cortés, pensando que así iría a
calmar al dios Quetzalcóatl.
Era común en
la civilización de los aztecas el sacrificio humano para celebrar a sus dioses,
y aunque nos parezca bárbaro hoy, esta actitud era común en la época, y mucha
gente estaba feliz con los sacrificios.
Pero
entonces, los aztecas se dieron cuenta de los intereses reales de los españoles
y Moctezuma juró ante sus dioses no dejar a los invasores con vida. Era
demasiado tarde. Se produjo entonces una larga batalla que duró días y noches,
y Julito el Cortés presenció la muerte de muchos de sus compañeros españoles y
de centenas de nativos mexicas y toltecas.
Barcelona,
junio de 1936.
Santa es la
primera película del cine sonoro de México con un sonido perfectamente
sincrónico a la imagen. Pero dicen que la primera fue "El Águila y el
Nopal", de 1929, del director Miguel Contreras Torres; y la Maga, indecisa
entre los dos films mexicanos en cartelera, finalmente elige el más antiguo, y
es allí, en el cine anarcosindicalista que los obreros llamaban su pequeño
Hollywood proletario, que la Maga reencontró a Julito, y otra vez en
circunstancias increibles.
2ª
parte: Julio y la Maga escapan de
Barcelona.
Lea la 1ª parte:
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julito-el-cortes-llega-cuba-y-parte.html
Lea la 2ª parte:
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julito-el-cortes-de-tenochtitlan.html
Lea la 3ª parte:
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julio-y-la-maga-la-guerra-civil-estalla.html
Barcelona, junio de 1936.
"Santa" es la
primera película del cine sonoro de México con un sonido perfectamente
sincrónico a la imagen. Pero dicen que la primera fue "El Águila y el
Nopal", de 1929, del director Miguel Contreras Torres. Y la Maga, indecisa
entre los dos films mexicanos en cartelera, finalmente elige el más antiguo, y
es allí, en el cine anarco-sindicalista que los obreros llamaban el pequeño
Hollywood proletario, que la Maga se reencuentra con Julito, y otra vez en
circunstancias increibles.
Porque es en la pantalla en que se
proyectaba "El Águila y el Nopal" donde aparece en una escena
muy rápida Julio, el que en México era llamado "el cortés", y la Maga
se emociona al verlo, tan alto, tan garboso con su desgarbado uniforme de
conquistador español, su chaqueta corta de cuero, su cinto en bandolera, y una
espada que no sabía bien cómo manejar entre los grandes árboles de las selvas
centroamericanas.
Pero fue sólo una escena rápida y
la Maga tuvo que volver unas seis o siete veces más a la sala del biógrafo
anarcosindicalista del pequeño Hollywood proletario, para poder certificarse
que era él, sí, su Julio, el que tantas veces había encontrado y desencontrado
en las callecitas de Buenos Aires y en las alamedas de París.
Al mes siguiente, el 19 de julio
de 1939, había amanecido agitado en Barcelona y la Maga se despertó entre el
ruido ensordecedor de las sirenas que llamaban al pueblo a las armas.
Durante todo el día 18, y el 17, e
incluso el 16, supo la Maga que los trabajadores se lo habían pasado montando
guardia cerca de los cuarteles y los diversos centros oficiales. Hasta las
cuatro de la madrugada del 19 se quedaron los militantes socialistas,
anarquistas y del POUM en los sindicatos, en la Generalidad y en todos los
centros y ayuntamientos de los pueblos de Cataluña.
A la Maga le llegaban noticias,
por los diarios obreros y por la radio; confusas y ansiosas noticias desde toda
España: que en Zaragoza se había sublevado Cabanellas, que en Sevilla Queipo de
Llano y en las Canarias el general Franco. Y que se esperaba el golpe en
Barcelona para esa misma noche.
Supo la Maga que Abad de
Santillán, García Oliver, Ascaso, Durruti y Assens -estos dos últimos en nombre
del Comité Regional y de la Federación Local- habían ido a la Gobernación y a
la Generalidad, exigiéndole al presidente Companys la entrega de armas a los
obreros, para la defensa de la capital y en las barriadas.
Cuando Julito la vio por fin,
después de varias visitas de la Maga al cine, y sentándose siempre en la misma
butaca, fue que se produjo aquel fenómeno. Sí, aquel fenómeno extraño al que
siempre se refiere Juancito: una arruga en el tiempo; o una ventana, porque él
usa indistintamente los dos términos. Una arruga, o una ventana, en el
espacio-tiempo, por la cuál Julito, -que estaba"dentro" de la
película mexicana, y representando en la ficción un hecho real ocurrido 420
años antes- saltó de la pantalla, matando de susto a los pocos espectadores que
habían preferido la película a los hechos que se desarrollaban en las calles.
Julito reconoció a la Maga, salió del celuloide, la tomó de la mano y se la
llevó corriendo hacia afuera del biógrafo anarco-sindicalista.
Ya en la calle, las ropas
extemporáneas de Julito -un soldado de la conquista española del siglo XVI no
llamaban en nada la atención de los trabajadores, preocupados en exigirles
armas al gobierno catalán. Se las negaron hasta el último momento y los
primeros combates tuvieron que sostenerse dando el pecho desnudo a los fusiles
y a los cañones.
- Ya empieza la lucha, y
sólo nos han dado un centenar de pistolas- le dice un militante del POUM a
la Maga, que lo mira a Julito que no suelta su vieja espada de utilería y su
pistolón de un solo tiro, pero también de utilería.
-El pueblo tuvo que armarse,
conquistando las armas a las tropas sublevadas- le comenta a Julito un
miliciano anarquista, que parece que recibió hace poco un viejo máuser, y lo
sostiene con orgullo.
Las descargas de fusilería en el
fragor de los combates retumba de un lado al otro de Barcelona. En las afueras,
el pueblo está también en l armas. Los trabajadores acuden desde todos los
pueblos, concentrándose en las plazas fuertes. En Figueras y Gerona el pueblo
rodea los cuarteles e impide la salida de las fuerzas alzadas contra la
República. Lérida y Tarragona no llegan a sublevarse, pues el movimiento
sedicioso, al no triunfar en Barcelona en las primeras horas, se sintió ya
derrotado en el resto de Cataluña.
-Vamos a sumarnos a la gente
del POUM- le sugiere la Maga a Julio. Y caminan de manos dadas hasta
la sede del partido.
3ª parte. La guerra civil estalla
en Barcelona.
Y así empezaron los nuevos
encuentros y desencuentros de la Maga y Julito, algo que a veces hacía que sus
vidas se hundieran en el infierno de las frustraciones más grandes, mientras
que en otras ocasiones se divertían, y Julio le decía a su compañera: las
callecitas de Bracelona tienen un, qué se yo...no?, y se reían a
carcajadas. Y todos los miraban en sus paseos por la Rambla, mientras se
reponían de sus recorridos, frustrantes a veces, por todos los frentes y
retaguardias de la guerra civil de aquella Cataluña de huelgas y
sacristías oscuras, que a ellos les parecían como unas fotos instantáneas
privilegiadas de una sociedad en crisis a un punto de estallar y volar por los
aires.
Por otro lado, sus idas y vueltas
por el frente de Aragón en 1936 nos prepara y alerta para hechos cruciales
posteriores, como la ofensiva sobre Huesca o el desarme del POUM.
Uniformados con ropas de
milicianos, salen agarrados de la mano por las callecitas de Barcelona, y van a
escuchar los discursos del POUM en los mitines del partido; oyen con atención y
comentan en voz baja las palabras de Andreu Nin, de Wilebaldo Solano y de
Andrade. Van a conversar con algunos camaradas anarquistas y del POUM, o se
encuentran en el Price, o en otros teatros de Barcelona, para desfilar con las
milicias por las calles de la ciudad a la salida de los mitines; o se detienen
un rato para comerse unos aperitivos y beberse una limonada en el bar
automático de la Rambla Canaletes.
Eran semanas y meses muy felices
para la Maga, solamente oscurecidos por un cierto malestar de Julio. Un
disgusto que le arruinaba algunos momentos al día, en los que se sentía
carcomido por no haber conseguido todavía un par de armas y municiones que les
permitieran quedarse en un cuartel y salir a luchar en el frente. A pesar de
ello, Julito y la Maga siempre reiniciaban cada mañana su peregrinaje tenaz por
los cuarteles de Barcelona y sus alrededores para tratar de lograr una plaza de
combatiente para cada uno.
-Salímos de Vic, en tren, el jueves a las primeras horas de la mañana. Estuvimos en el cuartel del POUM de la calle Tarragona- le cuenta la Maga a Julito, porque el día anterior se habían separado para ver si así, yendo cada uno por su lado, lograban una vacante más rápido.
- Les mostramos nuestro
carnet del partido al oficial de guardia, y casi nos echa a patadas por causa
de la edad de Juanillo, que no cumplió los 16 todavía- agrega Pedro,
el primo de la Maga que llegó desde Buenos Aires hace diez dias y los acompaña
en su búsqueda de una arma y un lugar para luchar contra los sublevados.
-Bueno, Pedrín, es que en los
otros cuarteles y después de diversos periplos, luego de oír nuestras
intenciones, siempre nos mandaban primero a limpiar los establos y las cuadras-
dice Julito.
-Sí, e incluso era peor que ahora,
porque una vez que los jefes se ponían en contacto con la estación de Vic, nos
acompañaban hasta el tren y nos dejaban bajo la vigilancia de la policía
ferroviaria hasta que llegábamos otra vez a la estación de Barcelona- agrega la Maga.
-Es verdad. Anduvimos por todos
los cuarteles. En ninguno nos aceptaron y terminamos del mismo modo, siempre:
vigilados y conducidos al tren de la Plaça Catalunya. No nos valió sombrearle
un bigote a Juanillo, ni explicarles a los jefes que él es huérfano de una
pareja de obreros combatientes y que desea vengarlos a sus padres- cuenta,
bastante malhumorado Julito.
Mientras tanto, la Maga divaga, se
mete por el espejo de los recuerdos y pasea por los laberinto de la memoria; se
acuerda de cuando todavía se buscaban y se perdían con Julio por las callecitas
cercanas a los jardines de Luxemburgo, en París, y se encontraban y se
volvían a perder de nuevo entre las mesas de las librerías del Barrio Latino,
en los bares Boul'Mich y Old Navy, o el Quai de Jemmapes.
Pero fue exactamente en una
droguería de la estación Saint-Lazare, también en París, que Julito se encontró
por primera vez, de cara con la Maga. Ella se acuerda que no hablaron mucho,
apenas lo suficiente para que Julio quedase completamente encantado, y la
siguiera más tarde, desde el muelle de Conti hasta las puertas del cementerio
de Montparnasse.
Y vuelve la Maga de su ensueño
porque, mientras ella divaga, sigue la guerra en todos los frentes. Tanto, que
la Maga colgó un mapa enorme en la pared del bar de Rambla Canaletes, y cada
día, después de leer el periódico “La Batalla”, órgano central del POUM, y
compararlo con las noticias de los comunistas prosoviéticos y de los
anarquistas, Julito pincha banderitas rojas y azules; con las primeras
representa las milícias obreras y populares y las segundaspara marca a los
militares sublevados; y la Maga y Julito, tomados de la mano, observan con unas
caras serísimas el curso de las operaciones bélicas entre los defensores de la
legalidad de la república y los sediciosos profascistas.
Pero, no sé si Uds. me siguen en
el relato o si ya se perdieron. Todo esto que les cuento –lo de Julito en
Tenochtitlan y luego en Barcelona- es una larga historia de vida, una vida de
desencuentros tristes y de felices reencuentros entre la Maga y Julito. La Maga
me dice que hace un buen rato que a Juanillo, al que ella llama “Juancito” se
le puso en la cabeza que el tiempo -el de las horas y los años- es como una
colcha enorme, una especie de frazada gigantesca, que a veces hace unas curvas
bruscas y acentuadas y cambia de dirección, y otras baja o sube tan rápidamente
que algunas de sus partes se tocan entre si.
-Y cuando a Juan se le mete una
idea entre ceja y ceja, bueno, ya sabés cómo es él, te repite la idea unas mil
veces, hasta que te convence, o te harta- hace una mueca coqueta la Maga y
le pasa la mano por el pelo a Julito, que la mira aburrido, con su mirada
bovina perdida en el mate.
Bueno, en mi caso fueron las dos
cosas: Juancito me convenció, pero también me hartó. Así que voy a tratar de
contarte la historia lo más objetivamente posible, empieza a contarme la Maga.
-Juancito dice que estudió
mucho lo de las arrugas del tiempo; que son pliegues -según él y sus
estudios, porque yo no me he puesto a verificarlo, claro, coincide Julito con
la Maga- en los que se diferencian dos tipos de Tiempos.
-Uno de ellos es Kronos, el
Tiempo de la oportunidad. Me contaba una y mil veces, hasta convencerme, que en
la mitología griega se pensaba, desde siempre, que el cielo y la tierra estaban
íntimamente unidos- insiste la Maga, se interrumpe y se levanta para cebar
mate.
-Mirá vos qué erotismo el de
los griegos; ellos pensaban que el falo del cielo estaba siempre metido en la
tierra y no dejaba que nada saliera de su vientre terrenal. Eran dos modos de
entender el Tiempo y su eternidad, y sus dos dioses de lo eterno: Kronos,
el del eterno nacer y perecer; y Aión: el del eterno estar y volver- en
otras palabras, según Juan, lo que hay de vida entre el nacer y el morir,
meditaba la Maga.
-O entre la nada y nada.
¿Entendés? Kronos es la duración. El espacio de tiempo que hay entre la vida y
la muerte. Mientras que Aión es el tiempo pleno de la vida, pero sin muerte-
me cuenta Julito que le repetía Juan en sus largas horas de insomnio, en las
que tampoco lo dejaba dormir, porque se metía en su pieza, lo zamarreaba hasta
despertarlo y se sentaba a contarle sus teorías locas.
-Kronos es el presente, con su
pasado y su futuro, como cuando uno no se acuerda de algo, o decide que hay
algo que mejor lo hago mañana; o cuando se compara lo antiguo y pasado de moda
con algo reciente y deseado - ¿me entendés Javi?, me decía la Maga,
entusiasmándose con la teoría de Juancito.
-Sí, y Aión entonces es el
pasado y el futuro, como dos momentos independientes del presente- me dice
la Maga que cada vez se animaba más a seguir las teorías y a compartir el
entusiasmo de Juancito, que cuando se aparta momentáneamente de la política
siempre se mete con la ciencia, el esoterismo o la filosofía.
-Eso mismo Javi: Kronos es el
tiempo del movimiento, de la creación y el trabajo; es el dios de lo que
Aristóteles llamaba las acciones imperfectas- cuenta la Maga que Juancito
levantaba la voz, gesticulaba, la tomaba por los hombros y la zamarreaba para
convencerla de sus teorías.
-Es el Tiempo de los objetivos
fútiles, tontos, como adelgazar, por ejemplo; u otros más nobles, como
construir una casa. ¿Me seguís, no? son ese tipo de acciones que parecen
inservibles cuando uno alcanza la meta que se había propuesto. Cuando uno
llega, se muere el movimiento que en realidad no valía tanto por sí mismo-
dice la Maga que le contaba Juancito.
-Lo de las arrugas del tiempo
es así, mirá- Le decía Juancito a la Maga, y Julio me lo contaba años
después, en Buenos Aires. -Cuando ocurren grandes crisis, revoluciones o
situaciones de conflictos sociales muy fuertes, es como si el Tiempo se
acelerase y parase bruscamente, produciendo “arrugas” o incluso rupturas, como
ocurre en un asfalto blando en el que los camiones de muchas toneladas hacen
movimientos bruscos de arrancadas y de frenadas-
-Bueno, para hacértela corta:
tres meses atrás, en Plaça Catalunya ocurrió una de esas rupturas: la
superficie del Tiempo se rompió, y se abrió una ventana que nos comunicó con
otra época; el Tiempo eterno, infinito, se juntó con un momento único, una
oportunidad de las que no se repiten- y parece que fue por ahi que
entró Julito a la pantalla del cine en el que pasaban "El Águila y el
Nopal”. Y así fue que, de la antigua Tenochtitlán, em el México de 1519,
Julio fue proyectado para la Barcelona revolucionaria del año 1936.
Durante toda su estancia en
España, Julito y la Maga alternaron tres temporadas en el frente de Aragón con
otras cuatro, descansando o recuperándose de heridas en la retaguardia de
Barcelona, donde vivieron los Sucesos de Mayo en el año 1937, en los que se
enfrentaron anarquistas y comunistas.
–En las milícias del POUM lo
conocimos a Orwell y ya presentimos entonces ese tono amargo, desencantado y
pesimista que más tarde llenó las páginas de su “Homenaje a
Cataluña” que publicó en 1938- me cuenta la Maga, y Julio se
calla, porque prefiere no opinar sobre el tema.
-Como a los soldados rasos les
permiten incorporarse a otras unidades, después de la disolución de las
milícias del POUM por los estalinistas, Julito y la Maga van a parar a la 26ª
división, la que era la antigua columna Durruti, y regresan al frente de
Farlete, en Zaragoza. Es entonces cuando son capturados en un ataque fascista.
4ª parte: los túneles de
Barcelona y el de la Mantiqueira, en Brasil.
El Barrio Gótico, que en catalán
lleva el nombre oficial de Barri Gòtic, es uno de los cuatro
sectores que forman la Ciutat Vella de Barcelona. Es el núcleo
más antiguo de la ciudad y su centro histórico. El cardus y
el decumanus romanos son los principales ejes históricos de
urbanización del barrio en su parte más alta, la del antiguo Monte Táber, donde
está la plaza San Jaime.
Montgat tuvo el primer túnel
ferroviario de Cataluña y de toda España cuando, en 1848 se puso en
funcionamiento la línea del tren de Barcelona a Mataró. España se debatía por
aquel entonces entre la depresión nacional por la pérdida reciente de sus
colonias americanas –solo le habían sobrado Puerto Rico y Cuba-, y la lucha
intestina entre los liberales, nacionalistas y progresistas republicanos por un
lado, y los monarquistas que añoraban las perdidas glorias del império, por el
otro.
Pero, mientras España miraba hacia
el pasado, Cataluña avanzaba dentro del capitalismo más moderno: el metro de
Barcelona, por ejemplo, era formado a inicios del siglo XX por dos empresas
privadas. Al estallar la Guerra Civil, no había una red, sino dos líneas autónomas
y desconectadas físicamente entre si; los transbordos sin tener que salir a la
calle recién fueron posibles con la municipalización ocurrida en los años de
1950.
-El metro de Barcelona era
formado por dos líneas que sumaban 11,8 Km y 20 estaciones- me cuenta
Julito, detallista y estudioso de los mapas.
-Las compañías eran el Gran
Metropolitano, que iba desde Lesseps a Liceo-Correo, y el Ferrocarril
Transversal, de Santa Eulalia a Marina. Además de estas dos compañías, el
Ferrocarril de Sarriá funcionaba como metro entre Plaça de Catalunya y
Sarriá- le agrega la Maga mientras Le pasa el mate y abre el mapa de
la guerra que han empezado los militares sediciosos contra la república
española.
Cuentan la Maga y Julio que todo
funcionó más o menos normalmente en los transportes de Barcelona en los
primeros tiempos de guerra, pero en septiembre de 1937 la falta de material y
de repuestos empezó a afectar los servicios.
-En los talleres de las
empresas, además de los arreglos de mantenimiento de los trenes, empezó la
fabricación de armas y municiones para las tropas populares y republicanas. Sin
embargo, los túneles tuvieron un papel más importante durante la guerra. El
Transversal, por tener el mismo ancho que los ferrocarriles, permitía el paso
de los convoyes que cruzaban la ciudad cargados de tropas y armamentos-
dice Julito y señala el recorrido del subterrâneo em 1936.
Después del fracaso del alzamiento
en Barcelona, la ciudad quedó en manos de las milicias obreras, que habían
conseguido armas en los arsenales militares y disponían de una fuerza de
hombres y mujeres armados muy superior a las fuerzas de seguridad con las que
podría contar el Gobierno Central y la Generalidad. De este modo, aunque
las tropas leales habían derrotado a los sublevados, en realidad era el
movimiento obrero el que había tomado el control total de la ciudad,
reemplazando a la autoridad y a los poderes del estado.
-La noche del 20 de julio los
dirigentes anarquistas García Oliver, Abad de Santillán y Buenaventura Durruti
se encontraron con Companys para tratar de la nueva situación. ¿Acaso Companys
podría haber llamado a los cuerpos de seguridad y obligar a los obreros a
devolver los fusiles y municiones que se habían incautado? – le
pregunta Julito a la Maga, que ya se sabe de memoria la respuesta:
–No, no era posible; estaban en
un momento peligrosísimo, y el presidente catalán decidió audazmente ofrecerles
a los anarquistas una propuesta insólita: la de tomar el poder o colaborar con
el estado y su gobierno republicano de frente democrático. Los líderes
anarquistas, no sintiéndose lo suficientemente fuertes, optaron por la
alternativa de la colaboración, a pesar de que toda la experiencia histórica
del movimiento liberario les decía todo lo contrario –y así se
demostraría en los meses siguientes, le agrega la Maga a Julito. –Porque ese
estado debilitado y sus gobiernos frentistas pesarían muy poco como poder real.
De esa reunión saldría la creación del Comité Central de Milicias Antifascistas
de Cataluña al dia siguiente– y ese fue el verdadero gobierno de
Barcelona durante muchos meses; y aquel fue el comienzo de la Revolución
Española, dicen, repiten se completan, hablando casi al unísono, atropellándose
con las palabras, entusiasmados y embriagados de fervor revolucionario y de un
amor que nunca les había durado, la Maga y Julio.
–El Ferrocarril de Sarriá
prestaba un servicio de metro entre la Plaça de Catalunya y Sarriá. En 1929,
para mejorar la circulación durante la Exposición Internacional, el trazado de
superficie se reemplazó por uno nuevo, por medio de un túnel entre las
estaciones de Plaça Catalunya y Muntaner– cuenta Julito. –La obra
resolvía el efecto de barrera de esa línea, que había quedado encajonada por el
crecimiento urbano de Barcelona–.
Durante la guerra, se construyó un
tercer carril que llegaba hasta la estación de Gracia para permitir el paso de
los trenes que ya tenían el ancho de trocha ibérico que procedían del
Ferrocarril Transversal. Para conectar ambas líneas se perforó un ramal por
debajo la calle Pelayo que no llegó a ponerse en funcionamiento porque no
contaba con un gálibo suficiente, –Si, los arcos de hierro de los túneles no
tenían la altura necesaria– aclara la Maga, para permitir el paso de los
trenes. El objetivo más urgente de ese momento era dejar circular los convoyes
con explosivos y todo el material bélico de las tropas republicanas hasta los
túneles que estaban construidos, pero todavia no tenían vías, de la parte alta
de la calle Balmes, en la línea de la Avenida del Tibidabo. Por fin, la
solución encontrada fue la de abrir una salida del túnel a la altura de la
estación de Putxet para crear un depósito de armas y de material bélico.
Y fue en una de esas curvas del
túnel de Barcelona que Julito y la Maga se escaparon, después de huir del
frente de Farlete, en Zaragoza, donde habían sido capturados durante un ataque
fascista.
Apenas diez minutos después de
entrar al túnel, lo encontraron al teniente coronel José Vargas da Silva,
perdido en una de las salidas de emergencia del tren que atraviesa la sierra de
la Mantiqueira, entre Minas Gerais y São Paulo, en Brasil. La Maga enseguida
entendió lo que pasaba: habían caído otra vez en una de las tantas “arrugas del
tiempo”, esos pliegues en el espacio-tiempo por donde se mezclan las épocas
diferentes en momentos de crisis. Julito y la Maga habían ido para trás en el
tiempo, y estaban en 1932, em plena crisis en Brasil, y en medio de la guerra
civil en la entonces provincia de São Paulo.
-De los pocos recuerdos que la
cabeza de un hombre de mi edad -101 años completos- podría salvar intacto,
están los que pasé luchando en el túnel de la Serra da Mantiqueira durante la
Revolución Constitucionalista de 1932– cuenta José Vargas, que todavía se
distrae con sus recuerdos en las largas noches de insomnio. Y se da cuenta
Julito que la Maga está equivocada: es otra crisis, otra época...el año 2003
tal vez, y el anciano con el que hablan es una alma perdida, sobreviviente en
los laberintos del tiempo.
–Dicen que fue una de las
batallas más decisivas entre São Paulo y Minas Gerais; me dolía mucho ese
enfrentamientos de armas entre hermanos, pero en ese momento para mí , un joven
de unos veinte años , no me veía fuera de ese mundo de conflictos– les
cuenta el anciano, y se le humedecen los ojos cansados.
–La Serra da Mantiqueira–
les dice José Vargas a la Maga y Julito– fue todo un baluarte, un
reducto de magia, una fortaleza legendaria por la posición estratégica
que tiene el ferrocarril en la red ferroviaria del sur de la provincia de Minas.
Por mis recuerdos del tiempo que pasé allí en mi juventud, y por el fragor de
los combates todavía ocupa las grandes horas de insomnio de la madrugada.
5ª parte. Final:
La Maga y Julito entre los negros
revolucionarios de Haití.
Los
haitianos -según le habían contado a Julito y a la Maga- hicieron hace casi 200
años un pacto con el diablo para obtener su libertad. Solo que el Mandinga no
se les presentó oliendo a humos de azufre, sino a un delicioso perfume
parisino.
Estando
todavía medio perdido en los vericuetos del túnel de la Mantiqueira, entre
Minas Gerais y la provincia rebelde de São Paulo, y en plena guerra del año 1932,
se entera Julio Cortázar que los esclavos haitanos habían empenzado a sacarse
de encima el control colonial de los franceses en 1791, cuando se rebelaron y,
luego de durísimos y amargos años de combates, por fin pudieron declararse
libres. Sus antiguos amos franceses, sin embargo -les cuenta el teniente coronel
José Vargas da Silva a la Maga y a Julito- se negaron a
aceptar la independencia de su colonia americana de Haití.
La
isla, al final de cuentas, había sido uno de los productores de azúcar más
lucrativos, demasiado rentable para perderla sin resistencias, así que las
autoridades de París le propusieron a Haití que eligiera entre compensar a los
antiguos dueños de los esclavos por la propiedad perdida –o sea, ellos mismos-
o aguantarse las iras del poderoso império bonapartista. La ingenua nación de
los ex esclavos fue obligada a financiar el pago de esas deudas a sus antiguos
amos con prestamos que incluían intereses de usura de los bancos franceses. Y esto llegó a tal punto
que, todavía en 1940, el 80% del presupuesto de los gobiernos haitianos se iba
en pagar los servicios de esta deuda secular.
Y la
Maga recuerda que, en el larguísimo debate que ocurrió un par de siglos después
en los Estados Unidos sobre el pago de indemnizaciones por los daños causados
por la esclavitud, los que se oponían rotundamente a la idea insistían en
afirmar que no hubo nunca precedentes para una propuesta semejante. Pero sí, sí
los hubo. Solo que lo que se pagó en realidad, fueron indemnizaciones en un
sentido contrario. Y es que, terminada la Guerra de 1812 entre Gran Bretaña y
los Estados Unidos, el gobierno de Londres les devolvió a los agricultores del
sur norteamericano más de un millón de dólares por el hecho haber incentivado a
sus esclavos negros a huir durante la guerra de independencia. Dentro del mismo
Reino Unido, el gobierno británico también tuvo que pagarle una fortuna a los
antiguos dueños de esclavos britânicos -incluyendo entre ellos a los antepasados
del que, luego de más de doscientos años, sería el primer ministro David
Cameron- de tal modo de compensarlos por la abolición de la esclavitud.
Dicen
-y la Maga se acuerda de haberlo leído mucho más tarde en su pensión geriátrica
de Buenos Aires, cuando ya era una ancianita- que el investigador Adam
Hochschild calculó en su obra de 2005, "Bury the Chains", algo
así como “una cifra equivalente al 40% del prespuesto nacional de aquel entonces,
y a unos 2,2 mil millones de dólares de hoy”.
—Los
ciudadanos liberales que defienden el pago de indemnizaciones a los
descendientes de los antiguos esclavos —y no a sus ex dueños, claro—
le comenta la Maga a Julito- calculan una cifra enorme representando
la deuda en base a todos los efectos negativos de la esclavitud. Quieren
rectificar los sueldos que no les fueron pagados durante el largo período de
esclavitud, y poder compensar todas las injusticias y daños que ocurrieron
incluso luego de la abolición formal.
—Los
antiguos liberales abolicionistas que ahora quieren una política compensatória
más amplia— le insiste la Maga a Julito —incluyen la servidumbre por las
deudas y también por la exclusión de los benefícios que la política del New
Deal les ofreció, muchas décadas después de todos estos hechos, a los
trabajadores blancos norteamericanos— agrega.
—Según estiman
los que son a favor de esas compensaciones, hay documentos que muestran por
ejemplo que los esclavos trabajaron 222.506.050 horas de labores forzadas entre
los años de 1619 y 1865, cuando se terminó la esclavitud— sigue comentando la
Maga. —Al hacer los cálculos detallados, agregándole los intereses bancarios debidos
y la correción del cambio a la moneda actual, aparece una cifra de varios miles
de millones de dólares—.
—No hay
que olvidarse, querida— le contesta Julito a la Maga, —que la esclavitud era vista
hasta hace muy poco tiempo, como un eficaz complemento de cualquier emprendimiento
de la colonización. En la capitulación que firmó el primer adelantado del Río
de la Plata, Don Pedro de Mendoza, el 21 de mayo de 1534, por ejemplo, se le
ofrece una licencia, según la Real Cédula del 19 de julio, para que el pudiera
llevarse, totalmente libre de impuestos al territorio de su gobernación, unos
200 esclavos negros, hombres y mujeres que traería de España, Portugal, Guinea
y de Cabo Verde, sin más condición que la de negociarlos en alguna de las otras
provincias del reino.
—Pero
el pago de un reembolso hoy, después de terminada la emancipación de los
antiguos esclavos negros, tal vez ya es un problema menor. El mundo moderno, casi
se puede decir, le debe a los esclavos su misma existencia— dice Julito,
mientras le abre camino a la Maga por entre los túneles laterales del tren de
la Mantiqueira, apresurándose para salir de allí antes de las llegada de las
tropas mineras.
Una de
las bifurcaciones en que se subdivide el túnel secundario que eligieron en su
fuga, se transforma abruptamente en un camino escalonado, cada vez más ancho y húmedo
hasta que, de las piedras de la calzada, empieza a brotar cada vez más agua, y
el fino curso de un arroyo alegre que se ensancha a cada metro, los obliga a
pararse.
El
ambiente tropical de la frontera de Minas y São Paulo, tan cercano a las
sierras del sur de Rio de Janeiro, se transforma de pronto en un paisaje
atestado de negras y negros agricultores, vestidos de Blanco y descalzos,
hablando un criollo diferente del
portugués al que se habían acostumbrado a oír en la Mantiqueira, que más
parecía un francés anasalado, la lengua típica de las Antillas. Los campos que
veían ahora eran una gran excepción en el cuadro general de poca presencia
humana en la Latinoamérica de aquella época, porque los campos que veían ahora ya
estaban densamente poblados y explotados. Esas planícies eran una muestra clara
de los nuevos sistemas intensivos de producción de azúcar, tabaco y café que se
extendían en Cuba, Jamaica, Santo Domingo y las otras islas menores. La Maga y
Julio sabían que esos campos de las Antillas, donde se estableció el primer
contacto entre América y Europa, eran las grandes fábricas biológicas de un desplazamiento
humano continuo, que iba a ir dejando para atrás una tierra seriamente dañada
en su fertilidad, y firmemente conectadas a todo el sistema comercial europeo. Haití,
por ejemplo, perdió casi toda su cobertura vegetal y es el país americano con más
degradación del suelo. Haití solo conserva el 1% de su cobertura vegetal, y a lo
que se atribuye el masivo éxodo histórico de los haitianos rumbo a Estados
Unidos es la desertización o degradación del suelo por fenómenos climáticos y
por actividades humanas inadecuadas.
La caña
de azúcar ya había cambiado de raíz todo el sistema social y ecológico de las
Antillas y de los otros lugares en que los colonos europeos la cultivaron, en
especial Brasil. Pero tanto impactó en América como en la otra orilla del
Atlántico, empezando por la destrucción de las sociedades del Golfo de Guinea
por causa de la trata de esclavos, y pasando por la fabulosa inyección de
capitales en Cataluña y Galicia provenientes de la aristocracia cañera cubana.
En
Cuba, la apisonadora de caña masacró toda la isla del oeste al este, hasta que
los bosques naturales quedaron reducidos a unas pocas selvas nativas en lugares
escarpados, como la más tarde famosa Sierra Maestra. Igual que en Brasil, donde
el avance irresistible de las plantaciones de café fue responsable por la
destrucción del bosque atlántico en el sur del país.
El
cambio que pudo haber en los bosques ecuatoriales húmedos, especialmente en la
Amazonia, es un enigma. Hoy en día se pone en duda la visión tradicional de una
inmensa extensión de selva intocada, habitada desde milenios por algunas bandas
de cazadores. Parece que la colonización causó un enorme impacto sin necesitar usar
sus excavadoras, llevando a la zona una población bastante densa y una actividad
agrícola intensa para adentro de un bosque vacío y milenario que conocemos hoy.
Y de
pronto, después de haber pasado a través de otra grieta entre las arrugas del
tiempo-espacio, se encuentran la Maga y Julio con sus nuevos compañeros de ruta,
ahora negros haitianos emancipados del yugo francés, poco después del año de
1803.
—Siguiendo
con el tema de los esclavos en la que luego se llamaría la Argentina— el Negro
Lavoiser le cuenta a Julito —recordemos que la población negra en Argentina,
procedente de la trata de esclavos africanos durante los siglos de la
dominación española en el Virreinato del Río de la Plata, tiene un papel
importante en la historia argentina.
Julio, como
argentino radicado en Francia, bien que sabía sobre el tema, que no era muy
comentado en su país por aquella época. —Los negros esclavizados llegaron a ser
más de la mitad de la población de algunas de las futuras provincias argentinas en los siglos XVIII y XIX,
lo que tuvo un impacto grande sobre la cultura nacional,
aunque la presencia de la población africana y mestiza disminuyó mucho— comenta
el Negro Jean Lavoiser, —sobre todo por causa de las guerras internas y
especialmente la del Paraguay y las campañas de conquista de la Patagonia, a lo
largo del siglo XIX.
—Dos
años después de haber sido fundado el puerto de Buenos Aires, en 1538, el
navegante genovés León Pancado que se dirigía a la ciudad de Lima en la nao "Santa María" a vender
mercadería por cuenta de dos comerciantes con sesenta hombres, un año después
que Mendoza partiera para España, debió llegar de arribada forzosa a la ciudad
porteña, por lo que los oficiales reales lo acusaron de introducir dos esclavos
sin licencia. Para resolver el conflicto, Pancado le entregó los dos esclavos
negros a los oficiales que los recibieron, muy conformes. Dos días después, el
10 de enero de 1539, el tesorero Garcí Venegas, el contador Felipe de Cáceres y
el capitán Alonso Cabrera, pusieron en subasta pública a los dos esclavos durante
nueve días, habiendo cada tres días un pregón en el que se ofrecía "que
quien quisiese comprar e poner un precio los dichos esclavos e pagar aquí en
este Puerto dentro de un año cumplido o en España, que se habían de rematar
dentro de los dichos nueve dias”. —Tal vez esta fue la primera venta de esclavos ocurrida en Buenos Aires— les cuenta
el negro Jean Lavoiser a la Maga y Julito.
Despoblada
la ciudad alzada por Mendoza, Juan de Garay funda la ciudad de la Trinidad en
el puerto Nuestra Señora Santa María de Buen Ayre en 1580, cuando España ya
había creado en el área del Caribe otros centros. Los establecimientos caribeños
parecían tener mayores posibilidades de riquezas, diferentes del puerto
bonaerense, a pesar de que su ubicación lo convertía en la entrada natural al
enorme territorio que se extendía hasta Chile y el Alto Perú, haciendo pensar
que el puerto de Buenos Ayres era la conexión directa y más económica con
Europa y África.
—Cinco
años después de la fundación de Garay, el obispo del Tucumán, Don fray
Francisco de Victoria, asociado al comerciante portugués Lope Vásques Pestanha,
organiza una expedición al Brasil en busca de mercaderías y esclavos— les cuenta
el haitiano. —Después de vencer grandes dificultades, consigue traer 60
esclavos y los lleva al norte. Parece que también trató de tomar contacto
directo con los traficantes de la costa de Guinea, pero fracasó en estas
iniciativas, que dicen que pagó con centenas de colas y crines de yeguas
cimarronas.
—Pero la
noticia de la introducción de los esclavos que creían necesarios para impulsar las
actividades agrarias e industriales, despertó muchas alegrías entre los tratantes
de cautivos negros— agrega Jean, —por lo que presentaron reiterados pedidos a
las autoridades para que les franqueasen el puerto de Buenos Aires para el
ingreso de la esclavatura. Con la excusa de darles un trato mejor a los indios,
el gobernador del Tucumán Juan Ramírez de Velasco propone la introducción por
el puerto en 1596, de mil esclavos de Guinea para trabajar en los ingenios de
metales, pagando un alto valor por la licencia.
—Y en
1601 los chilenos también empiezan a pedir la importación de esclavos por el
puerto de Buenos Aires para las minas del rey o para repartirlos entre los
vecinos que necesitaban mano de obra. Más tarde lograron la tan ansiada
conexión con África y también aumentó el intercambio con Brasil— sigue
contándoles el haitiano. —Y esto ocurrió gracias a la unión de España y
Portugal en tiempos de Felipe II, restituyendo la entrada por el puerto de
Buenos Aires de hierro y de esclavos, que fueron directamente hacia los
mercados del Alto Perú, en especial Potosí, asustándolos a los limeños con la
inesperada competencia. En consecuencia, hubo un reclamo ante la Corte, que en
1594, cerró el puerto de Buenos Aires a los esclavos y a cualquier mercadería
procedentes de Brasil, Angola, Guinea u otra región dependiente de Portugal,
con la prohibición expresa de que de ninguna manera se debían de permitir
entrar esclavos por allí.
—Pero pasó el tiempo y, a mediados del siglo XIX— le contesta Julito,
que se había mantenido callado hasta entonces —empezó la ola
de inmigración en Argentina, fomentada por los constituyentes
del año de 1853, que querían un crecimiento de la población en Argentina, y que
de preferencia fuera blanca.
—Argentina fue el segundo país del mundo a recibir la mayor cantidad de
inmigrantes, más de 6,6 millones, solo por debajo de la cifra de
los Estados Unidos que llegó a los 27 millones, y arriba de los
números de Canadá, Brasil y Australia— comenta la Maga, ella misma
hija de inmigrantes. —Esa enorme masa de inmigrantes, parte del más grande
de los movimientos de seres humanos en varios siglos, sostendría la vieja teoría
de la "invisibilización" de los afroargentinos, que en
realidad sabemos que murieron en gran parte en los campos de batallas, por
enfermedades producto de la miseria, y por la cruza familiar con los nuevos
inmigrantes europeos.
—La principal causa de la gran disminución de la población afroargentina
fue la alta tasa de mortalidad entre sus comunidades— agrega la Maga —pero hoy ya
sabemos que esa aparente desaparición no era nada más que el resultado de una
representación historiográfica, una especie de voluntarismo ideológico,
digamos, que daba a los negros por exterminados; algo diferente de una
verdad histórica, lo que sí se reconoce desde hace más tiempo en Uruguay.
—A inicios del siglo XX llegaron nuevos inmigrantes africanos
provenientes de la costa de Cabo Verde, que no eran esclavos ni
venían expulsados por las guerras coloniales o tribales— retoma la palabra el
haitiano. —Eran espcialistas marineros y pescadores que llegaban al país próspero
del Río de la Plata en un número superior a los 10 mil caboverdianos y sus
descendientes.
—Esos marineros expertos— les dice el haitiano Jean Lavosier, y la Maga
y Julio empiezan a entender el motivo de la larga historia sobre la esclavitud
que les había contado, —recuperaron una salida original para su estado de miseria
posterior a la abolición. Era una idea antigua, casi una tradición, un mito,
pero era eficaz: volver libres a la madre África navegando, tal y como cuando
los habían traido esclavos.
A inicios
del siglo XIX los Estados Unidos pensaron varios planes para crear una colonia
en África para establecer allí a los esclavos afroamericanos liberados. Entre
1821 y 1847, combinando compras de esclavos y acciones más audaces de conquista,
las sociedades abolicionistas estadounidenses crearon la colonia de Liberia,
que en 1847 se proclamó como nación independiente.
Ya
desde los años de la revolución norteamericana, a fines del siglo XVIII,
existían muchos blancos estadounidenses que no aceptaban la idea de que los negros
afroamericanos libertados pudieran vivir en lo que ellos consideraban su
sociedad de individuos libres. O bien porque los creían física y mentalmente
inferiores a los blancos, o sino porque pensaban que el racismo y la radicalización
de los conflictos sociales eran obstáculos demasiado grandes e insuperables
para una integración armoniosa de las distintas etnias. La solución que les parecia
más aceptable -a aquellos blancos menos honestamente preocupados, igual que a
quienes se proponían la abolición inmediata de la esclavitud en todo el país- era
trasladar a los negros liberados a una nueva nación. Ese fue el caso de
Liberia, fomentada por los EEUU, y también el de Sierra Leona, impulsada por el
Reino Unido.
Pero
había otros negros libres, como Raphael José de Oliveira, un ex esclavo brasileño
que contrató al corrector de barcos George Duck, porque quería llevar un grupo
de africanos hasta las playas del continente negro. Querían llegar a la Costa
de Mina, de donde habían salido algunos de ellos, los más viejos, y los padres
y abuelos de otros, los más jóvenes.
Ese
mismo era el plan del haitiano Jean Lavoiser, y
para eso, sin que la Maga y Julito Cortázar lo supieran todavía, es que los
había ayudado a atravesar las paredes del túnel de la Mantiqueira y cruzar el
espejo de las arrugas del tiempo.
Continuará
Javier Villanueva, São Paulo 23 de
mayo de 2014.
NOTAS y créditos:
Del día 6 al 13 de
abril de 2005 se realizó una "Prueba Piloto de Afrodescendientes",
simultáneamente en los barrios de Monserrat, en Buenos Aires, y en
Santa Rosa de Lima, en Santa Fe. La Prueba confirmó que el 3% de
la población de ambas provincias tiene conciencia de que sus
antepasados provenían del África negra. Lo que respalda el estudio
del Centro de Genética de Filosofía y Letras de la UBA, que calculó
en un 4,3 % el porcentaje de habitantes de Buenos Aires y de su área
metropolitana que tienen marcadores genéticos africanos.
De acuerdo a los
datos del último Censo Nacional de 2010, la población afrodescendiente
argentina era de 149.493 personas (0,4% del total). De este total unos 137.583
eran afroargentinos (el 92%), y los otros 11.960 (8%) provenientes de otros
países, en su mayoría norteamericanos, uruguayos y peruanos.
Pero en Catamarca, según la obra
“El mestizaje en Catamarca” de Mirta Azurmendi de Blanco, el precio de los esclavos variaba según su edad, sexo, condiciones
físicas y capacidades laborales. Las mujeres tenían precios más altos que el de
los varones por la ventaja de la procreación.
Las actividades que desarrollaban
los negros eran de peones, jornaleros, artesanos, agricultores, arrieros y
albañiles; las mujeres se dedicaban a la servidumbre doméstica, sobre todo a la
atención y crianza de los niños, cocina, costura, repostería y bordado.
El esclavo era un bien que era
adquirido por los principales terratenientes y por algunos comerciantes adinerados
que surgen en Catamarca hacia finales del siglo XVIII. En el censo de 1771, de
Baltazar de Castro, el general Luis José Díaz aparece como propietario de 102
esclavos que trabajaban en sus estancias.
“Entre l740 y l810 fueron
introducidos en el Río de la Plata unos 45.000 africanos. A los que hay que
agregar -y no eran pocos- los entrados por contrabando y los de los navíos
legales cuyos datos se ignoran. La mayor parte de estos cargamentos quedaron
ahora en Buenos Aires, Montevideo y zonas vecinas, creciendo considerablemente
la población negra de Buenos Aires en los comienzos del siglo XIX; precisamente
cuando esta población ya descendía considerablemente en la zona del noroeste.
Este proceso de declinación se observa además en las ciudades de Cuyo y
Córdoba, el cual continuará acentuándose en las décadas siguientes”...(...)...”El resumen del Censo General de
l778, publicado por el P. Antonio Larrouy refe-rido al Obispado del Tucumán,
parece ser un claro ejemplo de esta situación. Aquí los negros, mulatos,
pardos, y zambos representaban el 44.5% del Noroeste (la población indígena el
36.5 y los blancos el 19%). Suman unos 38.085 sobre una población de 85.528 habitantes.
Son mayoría en varias de estas ciudades, con un índice aproximado al 64% en Tucumán,
54% en Santiago, 52% en Catamarca y el 46% en Salta. Esta última tiene la proporción
más alta de esclavos y Tucumán la de negros libres. En censos posteriores esta población
desciende en representación a un 17% en l789 y al l6% en l795. Esta declinación
presenta marcados contrastes entre las ciudades: descenso significativo en
Salta, Santiago del Estero y Tucumán. Cierta estabilidad en los porcentajes en
la ciudad de Catamarca y un aumento de los mismos en la ciudad de La Rioja.” (AFRICANOS
EN LA ARGENTINA. UNA REFLEXIÓN DESPREVENIDA. Florencia Guzmán, página 5 y 6)
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