Foto: El Gráfico D.P.
Cuento inspirado, como siempre, en las ideas geniales del multifacético y polihabilidoso (¿existe tal palabra, o acabé de inventarla?) @LuchoBarros. El resto es apenas un poco de oficio. Puesto que dicen en el campo que no se pone de novio el burro por lindo, sino por insistidor.
La lucha
Pasé el final de la tarde solo en casa. Necesitaba concentrarme y
rebajar tres kilos y doscientos gramos con urgencia. Me moría de hambre, y de
sed, incluso; pero todavía tenía que pasar otras 24 horas en ayunas para llegar
hasta los 71 kilos y poder luchar en la categoría que había elegido. Sentía
mareos. Me desmayaba.
Subí a la balanza a las seis de la
tarde; todavía faltaban 13 horas para la inscipción y el momento del peso. La
aguja de la balanza no llegaba a los 72 kilos; era un gran avance, pero aun
tenía que bajar otros 930 gramos en medio día, lo que era difícil, porque
incluía las horas de sueño, en las que no podría ejercitarme, claro. Preocupado,
hice diez minutos de steps y salté a la cuerda durante un cuarto de hora.
Empezaba a marearme cuando apareció
el viejito trayéndome los guantes de boxeo y me guiñó el ojo; no le presté
atención y volví a hacer sombras por diez minutos seguidos.
Estaba cansado, pero respiré hondo,
caminé y troté en los cinco metros del corredor. No me quedé parado durante
veinte o veinticinco minutos hasta que Loche se levantó de la silla, desde la
que me miraba callado, y vino a traerme una toalla mojada para que me hidratara
un poco, ya que no podía tomar líquidos hasta después de pesarme al día
siguiente. Me pareció raro que Loche estuviera justamente en mi casa a esa
hora, pero bueno, le agradecí y volví al entrenamiento.
Entonces me acordé del ayuno de Cristo y las tentaciones del diablo para sacarlo de su
sacrificio. Cristo vino a destruir las obras del diablo, pensé, pero no
usando su poder, sino padeciendo de los males del mundo para vencer al diablo
con la justicia, no con el imperio de sus fuerzas, como explica
San Agustín: El diablo hubo de ser vencido, no por el poder de
Dios, sino por la justicia.
Y mientras Loche conversaba con Monzón
y preparaban un mate, yo pensaba que en las tentaciones de Cristo hay que
considerar que fue lo que hizo él por su propia voluntad, como hombre, y qué
fue lo que padeció en las manos del diablo. Y entendí que, al ofrecerse al
demonio tentador, Cristo actuó por obra de su propia voluntad. Por esto es que
dice Mateo, pensé, que Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu
para que fuese tentado por el diablo.
Y recordé que, como decía San Gregorio,
debe entenderse que el Espíritu Santo lo condujo allí donde lo
encontraría el espíritu maligno para tentarlo. Pero Cristo toleró al
diablo que lo llevaría sobre el techo del templo de la
ciudad santa, y después hacia un monte muy alto para mostrarle todos los reinos
del mundo y las glorias del poder.
Y no es de admirarse, -pensaba yo
en el delirio de mi propio ayuno, y como contaba el mismo Gregorio-, que
Cristo permitiese ser llevado por el diablo a un monte en el que sería luego
crucificado. Pero como escribe el apóstol, Cristo quiso ser
tentado en todo, menos en el pecado.
Y pensé yo, muerto de hambre y de sed,
que la tentación que viene del enemigo puede carecer de pecado, porque ocurre
solamente por presión y sugestión exterior. En cambio, la tentación que
proviene de la carne no puede ocurrir sin pecado, porque tal tentación se
realiza por medio del deleite y la concupiscencia.
Como dice Agustín -pensé yo otra vez,
luchando contra el desmayo del ayuno- algún pecado debe haber cuando la carne
desea, exige placer y saciedad contra el espíritu. Y, por este motivo,
Cristo quiso ser tentado directamente por el enemigo, pero no por la
carne.
A las 6 y media de la mañana, a pesar
de las horas de sueño, y la lentitud de la preparación de la salida para el
gimnasio del club, ya estaba casi desmayándome otra vez. Había pasado 40 horas
sin comida, y también sin agua; todo el proceso era muy cruel para el cuerpo,
pero estaba preparándome para una lucha, un nuevo combate.
Las visitas de la noche no me habían
abandonado, y las visiones de Cristo en el Monte Sinaí, que había ayunado
cuarenta días y cuarenta noches, me habían ayudado. Recordé que Cristo al fin
tuvo hambre, y acercándose el demonio tentador, le dijo: Si eres el Hijo de Dios, haz que estas piedras se conviertan en pan. Pero Cristo le respondió, diciéndole al demonio que no sólo de pan
vive el hombre; y entonces Loche lo invitó a Monzón a acompañarme al
gimnasio.
Me pesé, saludé a mi contrincante y
antes de sonar el gong para empezar el primer round lo ví sentado en la primera
fila y me saludó. Bonavena nunca perdió ninguna de mis luchas.
Javier Villanueva. São Paulo, 1º de
mayo de 2014.
no sé qué decir, siempre tan mejor..
ResponderExcluirObrigado Malu. Você me ajudou na pesquisa do Moente Sinai.
ResponderExcluirGracias, pichu, como siempre tus ideas geniales. El resto es un poco de oficio. Que no se pone de novio el burro por lindo, sino por insistidor.
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