quinta-feira, 31 de janeiro de 2013

Un paseo en jardinera





Al  final de la cosecha  de uvas, luego  que  se  vendían las  mejores, quedaban las de  menor  calidad. Teníamos  que  juntarlas  y  entregar  todo al alambique para la producción de aguardiente, el Esquiú o el Isis.
  
Con  mis pocos  años, todavía niño y junto con otros  hermanos y amigos, teníamos  esa tarea de cortar los racimos, llenar los cajones y subirlos a  la  jardinera  para  su transporte. Sucias las manos y con la miel de la uva en  toda la ropa.

Era una de esas tardes cálidas en la que algunos  pocos  veraneantes  salían  de paseo. Para  mi  asombro, una  señora desconocida y su hija, más o menos  de  nuestra  edad,  nos  miraba  desde  la  calle.  Me  pidieron  un  poco  de uvas  y,  por  la  conversación, supe  que  eran  de Santa  Fe. Luego  la señora me  dijo  si  podía hacerla  dar  un  paseo  en  la jardinera a su  hija, que ella  esperaría.

Así, con  esa  pasajera de  ciudad y de otras costumbres a bordo, iniciamos  el  paseo  por   los   callejones  de La Falda. No  recuerdo los  temas  de   conversación; posiblemente  hubo  muchos  silencios  y,  luego  del chirriar  de  los  ejes  y  los  pozos  del  camino , regresamos  a  donde  nos  esperaba  su  madre. 
En recompensa, y con la ternura de su bella inocencia, la niña me dio un  colorado  beso. 

Autor: Luis  Unzaga

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