La Venus Roja. 1ª parte.
Algunos solo quieren recordarla como la mujer de Natalio
Botana, el famoso director del diario “Crítica”, uno de los diarios que marcaron
el periodismo argentino en el siglo XX. Otros, con mejores o peores intenciones,
la llamaron “la Venus Roja”, e incluso “la
Virgen Roja”, como la denominó el “Diario Nacionalista” de la derecha en 1933,
festejando su prisión.
La pacatería de la alta sociedad porteña de los comienzos del
siglo XX, llegó a llamarla “aquella a quien no se respeta”. Era Salvadora
Medina Onrubia, dueña de un espíritu indómito y revolucionario para su tiempo; experimentó
la militancia anarquista y feminista, y sus pasiones desafiaron los prejuicios
de su época; fue madre soltera y participó en diversos sucesos de la vida
política y social argentina: vivió las batallas entre los obreros y el ejército
durante la que fue conocida como Semana Trágica; era la lucha de los 2.500
obreros de la metalúrgica Vasena en el verano ardiente de 1919, en la cual fue
oradora, mientras se repetía en Buenos Aires lo que había sido la Semana
Trágica de Barcelona, diez años antes.
Y además, como si pudiera parecer poco, vivió en las
primeras décadas del siglo XX, la contradicción entre un amor –que para muchos era
inexplicable- por un hombre rico, mandón y poderoso, y su férrea voluntad de
ser ella, una mujer por si misma. Algunos decían incluso que Botana tênia uma “veta
anarquista” que ló llevaba directamente hacia la rebeldía innata de Salvadora.
Fue periodista, militante y escritora; pero por sobre todo anarquista,
y primera mujer llevada a la cárcel por motivos políticos -la policía federal argentina
la fichó con el prontuario de nº 21.849- ¿Quién fue Salvadora Medina Onrubia y
por qué la historia se empeñó en ocultarla? Nació en 1894 en la capital de la provincia
de Buenos Aires, ciudad de La Plata, y desde muy joven incursionó en las
letras. Y luego de su llegada a Buenos Aires, se iba a destacar como periodista
en el periódico anarquista “La Protesta”, y em los samanarios “Fray Mocho”, “PBT”
y “Caras y Caretas”; también escribió para el que sería su diário, el “Crítica”;
y fue autora teatral, de cuentos y novelas como “Akasha”, “El vaso intacto”, “El
misal de mi yoga”, “Alma fuerte”, “La solución”, “El hombre y su vida” Su obra de
teatro más personal e interesante: “Las Descentradas”.
A los 15 años, su actitud militante en defensa del joven
anarquista Simón Radowitzky la llevó luchar por su libertad, entrevistando al
presidente Hipólito Irigoyen, que la trato con respeto y según dicen algunos, con
un cierto temor. Con gente del “Crítica” planificó la fuga de Radowitzky y más tarde, cuando
el libertario ruso fue recapturado, y después de una segunda tentativa de escape,
luchó por su indulto hasta conseguirlo. La primera carta del militante
anarquista cuando salió en libertad fue para ella.
Los mismos ideales revolucionarios la llevaron a luchar en la
semana del 7 al 14 de enero de 1919, en los incidentes ocurridos en Buenos
Aires que se conocerían como Semana Trágica. Y finalmente, en 1930, la
dictadura militar que derribara al gobierno constitucional de Irigoyen la detuvo
el 6 de septiembre, cuando el general Felix Uriburu ordenó su prisión. Un grupo
de sus compañeros intelectuales –entre los que estaban Jorge L. Borges, Alfonsina
Storni, Eduardo Mallea, Horacio Quiroga, y otros muchos- mandó una carta al
dictador para pedir “magnanimidad” con Salvadora por “su triple condición de
mujer, de poeta y de madre”. Pero a ella no le hizo nada de gracia el pedido y
le mandó al general otra misiva, desde la cárcel, en la que la que le arroja a
la cara todo su desprecio, por el dictador y su dictadura.
Atrevida, a veces contradictoria, transgresora y audaz, Salvadora
Medina Onrubia completó su currículum de libertaria siendo la abuela de otro
irreverente escritor argentino, Raul Damonte, más conocido por “Copi”.
JV, São Paulo, 17 de agosto de 2013.
Carta al tirano Uriburu que Salvadora le dirigió desde la
cárcel
Desde 1930, en Argentina, apoyado en las ideas fascistas que
iban inponiéndose en Europa, se había producido el primer golpe de estado de la
corta historia de vida independiente: gobernaba el dictador militarista y fascistoide
José Félix Uriburu. Su régimen inauguró la persecución política e ideológica;
impuso la tortura como mecanismo de interrogación, y hasta tuvo la infame
ventura de inventar su peor instrumento: la picana eléctrica; implantó la
censura y el destierro de muchos opositores -tanto anarquistas, socialistas y
comunistas como radicales- entre otras fórmulas autoritarias que se fueron
perfeccionando con el devenir de nuevas y cada vez más terroríficas dictaduras
a lo largo del siglo XX.
Uriburu y su comisario político, Leopoldo Lugones –hijo del
controvertido escritor y cuyo único mérito en la función pública fue justamente
la invención de la máquina de choques eléctricos y de otros métodos de tortura-
clausuraron el diario “Crítica”, que era uno de los más influyentes y populares de la
época, y detuvieron a su director Natalio Botana, que al principio había
apoyado el golpe, y a Salvadora Medina Onrubia, que no se calló la boca y, lejos
de amedrentarse con la situación de presa política, escribió clandestinamente
una carta al general Uriburu que de inmediato se hizo pública por medio de su
hermana, que la hizo imprimir y la distribuyó clandestinamente.
El coraje de Salvadora, reflejado en las letras que siguen,
es un homenaje a tantas mujeres de valor que lucharon en Argentina.
“Gral. Uriburu,
Acabo de enterarme del petitorio presentado al gobierno
provisional pidiendo magnanimidad para mí. Agradezco a mis compañeros de letras
su leal y humanitario gesto; reconozco el valor moral que han demostrado en
este momento de cobardía colectiva al atreverse por mi piedad a desafiar sus
tonantes iras de Júpiter doméstico. Pero no autorizo el piadoso pedido.
Magnanimidad implica perdón de una falta. Y yo ni recuerdo faltas ni necesito
magnanimidades.
Señor general Uriburu, yo sé sufrir. Sé sufrir con serenidad
y con inteligencia. Y desde ya lo autorizo que se ensañe conmigo si eso le hace
sentirse más general y más presidente. Entre todas esas cosas defectuosas y
subversivas en que yo creo, hay una que se llama karma, no es un explosivo, es
una ley cíclica. Esta creencia me hace ver el momento por que pasa mi país como
una cosa inevitable, fatal, pero necesaria para despertar en los argentinos un
sentido de moral cívica dormido en ello. Y en cuanto a mi encierro: es una
prueba espiritual más y no la más dura de las que mi destino es una larga
cadena. Soporto con todo mi valor la mayor injuria y la mayor vergüenza con que
puede azotarse a una mujer pura y me siento por ello como ennoblecida y
dignificada. Soy, en este momento, como un símbolo de mi Patria. Soy en mi
carne la Argentina misma, y los pueblos no piden magnanimidad.
En este innoble rincón donde su fantasía conspiradora me ha
encerrado, me siento más grande y más fuerte que Ud., que desde la silla donde
los grandes hombres gestaron la Nación, dedica sus heroicas energías de militar
argentino a asolar hogares respetables y a denigrar e infamar una mujer ante
los ojos de sus hijos ... y eso que tengo la vaga sospecha de que Ud. debió
salir de algún hogar y debió también tener una madre.
Pero yo sé bien que ante los verdaderos hombres y ante todos
los seres dignos de mi país y del mundo, en este inverosímil asunto de los dos,
el degradado y envilecido es Ud. y que usted, por enceguecido que esté, debe
saber eso tan bien como yo.
General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras
y sienta como, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi
desprecio”
Salvadora Medina
Onrubia, desde la Cárcel del Buen Pastor, el 5 de Julio de 1931.
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