“El país esta tan indefinible como lo ha sido siempre. Los
momios han llegado a una insolencia rayana en lo criminal. Aquí no escuchas
sino radios de derecha, insultando afiebradamente al Gobierno y reclamando
libertad de expresión. Todas las querellas judiciales del Gobierno, contra
estos desacatos, van a parar al tacho de la basura, depositadas allí, por
nuestro aparato de mal llamada justicia”.
Esta no es la descripción de una situación actual, sino que tiene más de 40 años,
aunque se parezca a más de una pintura de los días de hoy, con las diversas amenazas a
la democracia que vivimos.
En el ocaso del poeta, las cartas de Pablo Neruda -enfermo de
cáncer- al amigo y escritor Jorge Edwards, reflejan una cierta ingenuidad,
mezclada con un voluntarismo casi ciego. Neruda está en Isla Negra, con su
mujer, Matilde Urrutia, quien lo mantiene a su lado, aislado dentro de un cerco
protector. No le cuenta la verdad del mal que lo mata de a poco, y que Neruda
piensa que es reumatismo. Tampoco lo deja enterarse de los graves ataques de la
derecha contra el gobierno popular.
“Nuestro aparato de Contraloría se encarga de rechazar lo que
manda el Gobierno y el Congreso, de atajar todo lo que se quiere hacer”, dice
Neruda, que pese a todas las señales que gritan sobre un desenlace trágico, el
autor de "Residencia en la Tierra" se niega a ver, y se muestra
porfiadamente optimista en esta carta que permanece en la Universidad de
Princeton.
“En cuanto al desabastecimiento, lo que te conté en la carta
anterior, sigue igual, aunque algo mejor. Todo el mundo se las arregla para las
vituallas, mientras los momios practican el acaparamiento en forma gigantesca”.
Es que, según cuenta Jorge Edwards, Pablo Neruda, al llegar de vuelta a Chile,
se dejó vencer por el optimismo y trató de no ver los nubarrones negros que se
avecinaban sobre el país.
“Aquí los momios están resentidos como caballos de circo,
asustados del tigre popular. Sin embargo, hay conciencia y se va ganando firme”,
escribe el autor de “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada” el 14 de
abril de 1973.
“La CIA inundó de dólares el país, para apoyar el Paro
Patronal y esa divisa bajó en bolsa negra”. Testigos de la amistad entre
Edwards y Neruda, las cartas reflejan el voluntarismo final del poeta, que
llegando a Chile en 1972 y aun viendo el clima de 1973 se negaba a aceptar el
mal pronóstico que amenazaba a la Unidad Popular, lo que iba paralelo a la ignorancia frente a su grave enfermedad,
que era más que evidente para sus amigos.
El 11 de septiembre de 1973, el golpe militar de Pinochet
terminaría con el sueño de Neruda y con la vida de su amigo y camarada de años
de lucha, el presidente Salvador Allende, y hundiría al pueblo chileno en una
noche de atraso y muertes, cárceles y torturas, desempleo y hambre, hasta marzo
de 1990.
Pablo Neruda muere en Santiago el 23 de septiembre de 1973, a
escasos 12 días del golpe asesino contra su amado pueblo chileno.
Javier Villanueva. Santiago de Chile, enero de 1998.
Nenhum comentário:
Postar um comentário