Memoria e
Historia.
¿O Historia y Memoria?
Para leer El Espejo
Enterrado de Carlos Fuentes
Conversando con Víctor
Barrionuevo, uno de los tres directores de la Librería Española e
Hispanoamericana de São Paulo – “la pionera en distribución de libros en
castellano, me remarca él, insistentemente” - me doy cuenta que nunca había
pensado en serio sobre la diferencia entre memoria e historia.
Le cuento que en mi familia me llaman "el Tonto Memorioso", y él me recuerda que leyó algunas cosas mías sobre la memoria. Y sí, ya lo había escrito
muchas veces, en textos sobre las famosas “arrugas” o “pliegues” del tiempo;
había detallado frases como las de Perón, cuando le dice a su servil lacayo, el
peligrosísimo López Rega: “No vamos a asustar a la Historia, Lopecito, vamos a
hacer de la memoria un enorme fardo de olvidos”.
Recuerdo haberlo dicho mejor
en frases como “la memoria es lo que va desde los relatos de nuestros abuelos,
contándoles a nuestros hijos lo que a él le contaban mis bisabuelos.”
Pero ¿y
la Historia, así, con H mayúscula?
“Y la Historia, en cambio,
es lo que está más allá, tres o cuatro generaciones atrás de la nuestra, y de
la época de mis hijos y nietos”- fue lo que escribí en dos o tres cuentos y
crónicas, y recuerdo que me gustó.
Pero Barrionuevo me habló de
otra cosa: dice que en 24 años ya leyó y releyó unas cuatro a seis veces el
libro “El Espejo Enterrado”, de Carlos Fuentes; y me cuenta que dictó tres
cursos o seminarios sobre el tema del libro, que es justamente la diferencia
entre memoria e historia; o, para ponerlo en el orden cronológico, entre
historia y memoria.
— Pero parece que Carlos
Fuentes no lo sabe, aunque lo diga y lo repita varias veces a lo largo de las
exactas 440 páginas de la edición del libro por el Fondo de Cultura Económica
de México. Ni después de hablar durante horas en los videos de la TVE que en
Brasil se conocieron a través de la TV Cultura de São Paulo – me dice
Barrionuevo, levantando el tono de voz y llamando la atención de los pocos
parroquianos que toman su “pingado com
pão com manteiga” a las 7 de la mañana en el Bar Violeta de la Rua Augusta.
— Él, Carlos Fuentes, digo,
habla de la cultura, y tiene razón; es lo que más se parece con la memoria;
pero también están – como subtítulos dentro de ella-. Las tradiciones, el
folclore, las modas y costumbres, los comportamientos sociales, que son todos
“menos” que la literatura y las artes, pero “más” que una mera decisión
individual o familiar.
— “Los bosques de la memoria
serán cada vez más verdes y altos. Cambiarán los derroteros de los vientos y
nos protegerán de la mira de los destructores de la vida. Arboles de fuertes
brazos que nos señalan el horizonte y las nubes. A esos bosques irán nuestros
hijos y nuestros nietos a preguntar por nuevas ideas y a beber el rocío
silvestre de la dignidad, de la generosidad”- me cuenta Barrionuevo que le
había dicho el historiador argentino Osvaldo Bayer.
— Por otro lado, ya sabemos,
la memoria casi siempre se acuerda del pasado por partes, de una forma
segmentada, dejando “arrugas” de olvido entre los pliegues, o fragmentos de un
pasado más doloroso- insiste en filosofar Barrionuevo. Pero no, me retruca, no
es filosofía, es historiografía pura; es así que funcionan los mecanismos entre
la memoria y la historia escrita.
— Podríamos decir que la
memoria es como un estómago que deja entre sus dobladuras lo que le es más
difícil de digerir. Lo que los lleva a pensar a algunos, erróneamente, que
quizá sea mejor olvidar aquello que ya no puede solucionarse, aquello que no se
asimila. Pues, dicen ellos, no se trata de dejar de lado la historia, sino de
aprender a convivir, e ir apartando sus atrocidades para poder vivir en paz con
ella. Es como cuenta Tomás Eloy Martínez que el mismísimo Perón le dice,
todavía en su exilio dorado en Puerta de Hierro a su secretario, el Brujo López
Rega, futuro jefe de las Tres A:
— “Haremos con todo eso un buen fardo de olvido. Seamos piadosos con
la memoria, López. No la asustemos”—. Y Barrionuevo se olvida que ya me lo
había contado unas tres o cuatro veces.
— “Lo novedoso de esta
manera de escribir la historia es que rompe con el hábito cronológico. Partimos
del presente para hacer un inventario de aquellos objetos, hombres o lugares
que pertenecen a la herencia colectiva"-
dice el historiador francés Pierre Nora.
Además de crear una nueva
forma de narrar la historia, Pierre Nora logró establecer una línea clara de
separación entre dos conceptos que son cercanos y con frecuencia muy contradictorios:
— “No hay que confundir
memoria con historia”, dice Pierre Nora, que nació en 1931, hijo de una familia
judía de la burguesía parisiense. Su padre era un reputado cirujano, y a los 12
años tuvo que tirarse por una ventana para escapar de la Gestapo y salvar su
vida. Dicen que, para olvidar, se consagró al estudio de la historia, las
letras y la filosofía.
Y Barrionuevo coincide con
sus conceptos al hablar de memoria y de historia:
— “Memoria e historia
funcionan en dos registros radicalmente diferentes, aun cuando es evidente que
ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace, de la
memoria. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa
razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que
experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es
afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus
sucesivas transformaciones, vulnerable a toda manipulación, susceptible de
permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria
es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como
individual”.
— ¿No es verdad, Javier? – me pregunta Barrionuevo y, sin esperar mi
respuesta, continúa hablando y gesticulando, citando a Pierre Nora, que dice
que, al contrario, la historia es una construcción “siempre problemática e
incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros”. Y es a
partir de esos rastros, “controlados, entrecruzados, comparados”, que el historiador
se esfuerza por tratar de “reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo,
integrar esos hechos en un conjunto explicativo”.
— La memoria, Javi, dice
Pierre Nora, depende en gran medida de lo mágico y solo acepta aquellas
informaciones que le convienen- me repite. La historia, por el contrario, es
una operación puramente intelectual, laica, que exige un análisis y un discurso
críticos. La historia permanece; la memoria va demasiado rápido. La historia
reúne; la memoria divide- son palabras
de Pierre Nora, ¿eh?
— Pensá por ejemplo, Javi- dice
Barrionuevo y se entusiasma cada vez más con el asunto- pensá en la 2ª Guerra
Mundial y en la época del gobierno colaboracionista de Vichy. Francia vivió esa
experiencia trágica y salió de ella totalmente dividida entre la memoria de los
resistentes, y la de los racistas, la de los colaboracionistas, y además había una
memoria de los que habían sido ocupados, al norte del país, y otra de los no
ocupados; además de la de los de los prisioneros y los miles de familiares de
desaparecidos y muertos.
No sé, no sé, cuanto más lo pienso me parece que la Historia - con H mayúscula- es el estudio de los procesos sociales y políticos, y los acontecimientos más relevantes del pasado, para llegar a una mejor la comprensión del mismo. Tal vez tratando de entender cada hecho o personaje histórico como único e irrepetible, y comprender mejor qué fue lo que lo provocó, cómo se desarrolló, y cuáles fueron sus consecuencias. La Historia con H mayúscula es una disciplina, y exige un método, una sistemática.
Y la historia sin mayúscula, entonces, es el pasado de forma narrativa. Como en la literatura, o en las películas, que nos cuentan una historia como una concatenación de sucesos.
La memoria es nuestra reconstrucción del pasado, que puede ser individual, basada en los recuerdos de una persona, o colectiva, apoyada en los recuerdos de un grupo. Es una reconstrucción que surge de los elementos que llegan del pasado y no es una reproducción o una copia tal cual del pasado.
Tal vez por eso, ninguna de las tres - Historia, historia y memoria pueden ser la verdad absoluta, o la subjetividad del pasado. La una es metódica, la otra narrativa y la tercera un proceso mental individual o social, pero ninguna de las tres dirá la verdad absoluta de lo que ocurrió en el pasado.
Y la historia sin mayúscula, entonces, es el pasado de forma narrativa. Como en la literatura, o en las películas, que nos cuentan una historia como una concatenación de sucesos.
La memoria es nuestra reconstrucción del pasado, que puede ser individual, basada en los recuerdos de una persona, o colectiva, apoyada en los recuerdos de un grupo. Es una reconstrucción que surge de los elementos que llegan del pasado y no es una reproducción o una copia tal cual del pasado.
Tal vez por eso, ninguna de las tres - Historia, historia y memoria pueden ser la verdad absoluta, o la subjetividad del pasado. La una es metódica, la otra narrativa y la tercera un proceso mental individual o social, pero ninguna de las tres dirá la verdad absoluta de lo que ocurrió en el pasado.
La memória familiar en los álbumes. Y los cambios en las costumbres familiares.
En todo el mundo existió la costumbre de los álbumes fotográficos familiares. Las fotos sacadas en fiestas y aniversarios, y con la modernización de las cámaras, las imágenes fotográficas en álbumes eran en otros tiempos la alegría y diversión en los hogares de todo el mundo. Pero la vieja acumulación compulsiva de registros fotográficos familiares y de viajes, que siempre fue un gusto del argentino, del brasileño y del mexicano, viene transformándose desde la llegada de las cámaras digitales y luego de la incorporación de las mismas a los teléfonos celulares.
Aquellas viejas situaciones embarazosas en las que los amigos eran invitados para ver la historia familiar en viejos álbumes, a veces con tapas de madera, y otros más modernos con cubiertas de plástico, fueron desapareciendo por la capacidad de memoria de los smartphones o con el moderno almacenamiento en línea de las redes sociales – Facebook, Google Plus, Twitter y WhatsApp.
En algunos países, los jóvenes de antes usaban un ingenioso entretenimiento, que era un cuaderno comunitario que se hacía circular de mano en mano por cada aula de la escuela, para contar las novedades y chismes*. Se trataba del chismógrafo. Pero cuando el perfeccionamiento del chisme se redondeó de verdad, y además se agregó al uso y abuso de las fotos, fueron con las redes sociales que, incluso con reglas bastante rigurosas de convivencia, todavía causa muchos dolores de cabeza a adolescentes y jóvenes adultos en todo el mundo.
Ver más en:
https://www.lanacion.com.ar/1630418-el-album-de-fotos-esa-costumbre-que-ya-es-pasado
Javier Villanueva, 11 de noviembre de 2013.
Este comentário foi removido pelo autor.
ResponderExcluirMuito bom este debate entre as definições de Historia, historia ( que seria a "estoria" para os brasileiros) e a Memoria! Interessante e instigante! Eh preciso pensar, ler e reler para poder fixar estes conceitos na nossa mente. Obrigado professor Javier Villanueva!
ResponderExcluirObrigado a você. E desculpa pelo atraso monstro na resposta; é que o blogger só hoje me entregou uma montanha de comentários atrasadíssimos.
ResponderExcluir