terça-feira, 5 de abril de 2011

El Barrio del Tambor en Montevideo y los Morenos de Artigas.


En la foto: el músico folclorista Andrés Chazarreta.
Jorge L. Borges recuerda en su poema a los negros y mulatos del Regimiento Nº 6 “de Pardos y Morenos", al que mi editor se refirió en su nota (ver: http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2011/03/los-quilmes-y-los-jugadores-de-futbol_9713.html).
Ese tema es primo-hermano de la saga de los tamborilleros montevideanos que acompañaron a Artigas en su largo exilio al Paraguay. Ahi va:
JV.

El Barrio del Tambor en Montevideo 
y los Morenos de Artigas.
Trecho de “De Utopías y Amores, de Héroes y Demonios de la Patria” Javier Villanueva, 2005.

– Mirá, verlos tan de cerca a los tamborilleros del Cambacúa fue una de mis mejores vivencias de músico y folclorista  me contó una vez, muy serio, mi tío bisabuelo Andrés Chazarreta, autor controvertido de la famosa Zamba de Vargas, en una de sus  visitas a mis padres en Catamarca, allá por 1954 ó 55. – Pude aprender una cultura que desconocía hasta entonces, y que hoy admiro. Ya sabís que el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo, ¿no?   agregó Chazarreta. – Los de Cambacúa tienen una historia hermosa, de gente valiente, un pueblo sufrido, y aún así, muy gentiles y francos – me contaba el viejo folclorista santiagueño. La curiosidad de mi  antepasado polémico – dicen que, aparte de recopilar músicas antiguas, Chazarreta plagió y registró en su nombre muchas letras y ritmos populares que no le pertenecían, pero eso ya es tema para otra historia  me hizo interesarme también en la saga de los Cambacúa en Paraguay.
Chazarreta me decía que él creía que las peripecias que vivieron aquellas mujeres y hombres por los lares guaraníes es un trecho  substancial de la historia de lo cotidiano, de la memoria nuestra de todos los días, la que construye, de a poco, la gran Historia de la humanidad. Es que a su llegada al Paraguay esas gentes fueron muy marginadas, aunque vinieran de la mano del gran Artigas, el Protector de los Pueblos Libres.
– O quizás todo eso se debía, nada más, a que siempre hubo pocos negros y mulatos en las tierras de los guaraníes  le agregaba mi abuelo Victoriano, mientras Eufemia le pasaba el mate dulce a don Chazarreta.
A veces me ocupo de pasar el tiempo de mi enfermedad imaginándome cosas; lo que es diferente de pensar y de soñar. Me imagino, por ejemplo, tecleando la Remington  de mi viejo, o la Underwood  del tío Luis; o digitando en el teclado de mi computadora. No es difícil imaginarse algo cuando uno está tirado en una cama; y es más, me veo dictándole a mi secretario una larga carta sobre Artigas; sobre sus luchas, sus sufrimientos morales, su enorme decepción con los políticos, con los señores de la tierra. En fin, no estoy en condiciones de juzgar a nadie; así que, mejor me monto en el potro de mi imaginación galopante, en mis fantasías de paciente en coma y te dicto, secretario; ahí va:
– Ché Reinaldo, prepará papel y lapicera –, digo y le dicto: – Este largo escrito es, de cierto modo, un homenaje humilde a los hombres de Artigas y sus familias, gentes tan sencillas y sufridoras que se llevaron consigo, desde su patria uruguaya, a lo largo de su penosa experiencia guerrera por las tierras correntinas, y hacia el exilio en Paraguay, sus angustias y su candombe–– me detengo en el dictado porque no me gusta el tono. – No, pará, pará, me quedó medio cursi; vamos, empecemos de nuevo . 

– A ver, te dicto otra vez, escribí: Artigas, aunque muy pocos lo saben, llevó el candombe desde el Uruguay, río arriba, hacia las tierras paraguayas. Era un patrimonio familiar, de músicas y danzas, el que los lanceros de Artigas fueron dejando de herencia a su paso por las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, en su penosa marcha, desde 1814 hasta 1820. Y luego de su exilio, llevaron al destierro en tierras guaraníes esta misma costumbre que hoy sobrevive entre las usanzas negras uruguayas en el Paraguay, y hasta en el litoral argentino; y así, el candombe mulato florece y tiene su esplendor en el Chaco, en el norte de Santa Fe y en la antigua tierra paraguaya, Formosa, que es argentina a la fuerza desde 1870”  le dicto a mi secretario.
– Fijesé lo que salió ayer en el suplemento deLa Unión”  le dice el Negro a su tío Andrés Chazarreta, y le empieza a leer, mientras mi secretario Reinaldo se diluye de la escena en mi imaginación:
– El candombe negro y mulato uruguayo viene de las músicas y bailes de la colonia. Son tradiciones de evocación familiar que traían los esclavos desde la coronación de los reyes congos, en África en donde se gestó, desperdigándose después a través de las fronteras del Río de la Plata – termina de leer el Negro. – ¡Es verdad! y eso se ve sobre todo en los barrios del Cambacúa, o en la cueva de negros, en pleno territorio guaraní, donde la huella oriental se nota hasta en el aire que se respira  le recibe el diario, lo hojea rápido y se lo devuelve, Chazarreta.
 – ¿Vos sabías, Javier?  me pregunta Muñeca, sí, como lo oyen, me pregunta, así mismo, dirigiéndose directo a mí, al paciente en coma, inmobilizado desde hace meses en la cama del sanatorio Sobremonte. Porque ahora ya la han dejado sola conmigo, y ella que es muy original y compenetrada de sus teorías, la ha convencido con los comentarios de Graciela, argumentando contra viento y marea, sosteniendo que yo escucho, sueño, y muevo los párpados, demostrando que sí mantengo una vida que no es sólo vegetativa. Y por eso es que Muñeca me habla, me lee trechos de un libro, supongo yo que de un libro imaginario, porque no la escucho hojear las páginas, ni me parece que lo que ella lee esté escrito en una novela o una crónica.
 – ¿Vos sabías que las Fiestas de San Baltazar tienen mucho que ver con la saga de triunfos y de derrotas de los soldados que fueron con Artigas desde el Uruguay a Corrientes, y de allí a su destierro paraguayo?  Muñeca  insiste  en preguntarme, cuando sabe de sobra que no voy a poder contestarle ni una mínima palabra; pero ella es terca e insiste, así fue siempre y no va a cambiar ahora.
 – La fiesta del 6 de enero, es en homenaje al santo rey del candombe, el negro Baltazar, uno de los tres Reyes Magos, y en Uruguay esos festejos tienen el nombre de “llamadas”  me cuenta. ––No es una fiesta cristiana de los Reyes Católicos, los jesuitas o los franciscanos durante la colonia  continúa Muñeca. –– No, parece que en realidad nace con las fiestas de los negros y los mulatos libertos en los primeros años de la independencia . 
– Y en el litoral argentino, en las provincias de Corrientes y del Chaco y en el norte de Santa Fe y Formosa, ocurre en enero como una fiesta profana, que también es religiosa agrega mi prima. – ¿Y vos sabías que en el Paraguay esas fiestas populares llegan a durar hasta unas siete u ocho horas seguidas?   le responde Raúl.
– Sí, y las grandes estrellas de la noche paraguaya son los bailarines del Cambacúa, que son los lugareños herederos de la tropa de Artigas, que vivían en las “cuevas de los negros”, fieles durante generaciones a los ritmos de los morenos uruguayos completa mi primo.    
– En Montevideo también sigue la tradición del festejo de los años coloniales, pero sin el rasgo católico de las fiestas primitivas del Rey Baltazar. Es la “llamada” negra de los tambores, candombe de reyes o “la llamada de San Baltazar”  sigue Muñeca. – Los festejos son en el Barrio Sur de la capital uruguaya, y sus ecos también se oyen en algunos “barrios del tambor” de Montevideo, y se repiten en muchas ciudades pequeñitas del interior del país.
Trecho de “De Utopías y Amores, de Héroes y Demonios de la Patria” Javier Villanueva, 2005.

2 comentários:

  1. En "Milicias y tropas negras de Buenos Aires, Afroargentinos armados para defender a sus amos", de Marta Beatriz Golberg, se cuenta que:

    "Buenos Aires, fundada definitivamente en 1580 necesitó, por su condición de puesto de avanzada en el sistema colonial español, estar protegida de una posible invasión extranjera. Las necesidades de la defensa en zonas de frontera con graves necesidades militares y poco atractivas para los peninsulares, como era el caso del Río de la Plata, permanentemente amenazada por los intentos de avance portugués, obligaron a las autoridades a recurrir a las castas. Esto motivó que en 1590 se formaran las primeras milicias, consideradas “fuerzas irregulares” y divididas en una compañía de a caballo y otra de infantería. Los negros esclavos integraron las milicias coloniales de infantería en unidades segregadas como el Cuerpo de indios, pardos y morenos - batallones urbanos que prestaban servicio en el lugar - y cuyo objetivo era reemplazar a las demás fuerzas cuando salían de campaña.”

    “En julio de 1664, la Guarnición de Buenos Aires incluía en forma “oficial” la presencia de negros y mulatos. Contaba con una compañía de mulatos de
    caballería con treinta hombres y una compañía de negros de infantería con 47 hombres. Un recuento de hombres aptos para el servicio de las armas establecía que en 1750 se podía formar un Cuerpo de Negros Libres de Buenos Aires integrado por tres compañías con veintisiete oficiales (blancos) y ciento cincuenta soldados. El realizado por el virrey Vértiz en 1778 mostraba que del poder de defensa de Buenos Aires y regiones circundantes a su mando, los hombres de castas representaban poco más de un quinto del total".

    Fuente: Marta Beatriz Golberg, de la Universidad Nacional de Lujan, ARGENTINA.

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  2. En otro texto de Marta B. Golberg cuenta que los negros y mulatos de las milicias patrióticas argentinas eran feroces en el combate, sufridos, ruidosos y alegres en los campamentos. En la Gran Guerra del Paraguay se metían como una cuña entre la masa enorme de los enemigos; y en la batalla del Cerrito de Montevideo, en 1812, los negros de Soler del Regimiento Nº 6 de Pardos y Morenos asombraron con su heroísmo.

    Cuando Sarmiento cuenta cómo encontró los restos de un regimiento de negros argentinos en el sitio de Montevideo en 1851, con menos de 30 hombres comandados por un cabo, habría que ver si el resto del regimiento fue muerto en batalla o si se volvieron a casa en un repliegue organizado antes de que perecieran en el terrible sitio.
    Los esclavos tenían las promesas de libertad y una esperanza de mejora de vida, y la milicia se volvió una ocupación propia de la población negra que se sentía atraída hacia los regimientos de línea y la milicia por ser el ejército una institución que estaba asumiendo de a poco la responsabilidad del poder creciente que en el nuevo siglo se transformaría en abierta intervención a favor de las oligarquías ganaderas primero y de las burgesías aliadas al capital inglés y norteamericano después.
    Mientras que la mayoría de los reclutas seguían como meros soldados rasos, algunos negros y mulatos, antiguos esclavos, se convirtieron en suboficiales, pero muy pocos lograron llegar a oficiales en los regimientos de línea. Era una regla tácita que ningún negro argentino podía permitirse llegar al rango de general, pero unos once llegaron a coronel o a teniente coronel. Los coroneles mulatos y negros argentinos difícilmente podrían haber existido sin un número enorme de otros negros y mulatos en los escalones más bajos de la jerarquía.

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