segunda-feira, 11 de abril de 2011

Felipe Varela viene...


“La patria es un dolor que nos gusta”
Leopoldo Marechal.


Victoriano abrió despacio la puerta de la habitación, en medio de la madrugada, cuando ya no había nadie de la familia, y los médicos y enfermeras todavía no habían empezado a hacer la ronda. Asomó la cabeza, verificó que yo estaba solo, se sentó en el borde de la cama y me dio un par de palmadas en la rodilla. Me miró con los ojos pícaros, la mirada azul muy clara e incisiva, de la que yo no me he olvidado en estos treinta y seis años. Y yo ya me imaginaba que se venía con una nueva historia:

—¿Sabís? fue gracias a un campesino bruto, labrador de los valles de Catamarca, el padre de don Julio Ovejero, ¿te acordás?, a quien la verdadera historia le llegó de la boca de su propio abuelo, soldado de las montoneras de La Rioja, que se logró guardar y rescatar de a poco la memoria del caudillo. Después, y cuando ya era completamente imposible ignorarlo como el líder de una insurrección tan grande que pudo soliviar en pie de guerra todo el noroeste argentino, las familias poderosas recurrieron al embuste y a la mera difamación— dice en voz baja, como si no quisiera despertar a los pacientes de los otros cuartos. —Y así fue que Felipe Varela, tan querido y admirado en su época, salió del silencio para entrar en la historia, manchado por las mentiras e insultos que la política de los hombres de Mitre y de Sarmiento les había destinado a los caudillos populares— agrega mi abuelo Samuel, y le recibe el amargo a Victoriano Unzaga.


Del mismo modo que se lo denigraba a Garibaldi como aventurero y pirata, así se lo pintó a Varela como hombre sanguinario, “azote de los pueblos”, un “Atíla insaciable”, gaucho malo “hasta la médula de los huesos”— dice con cierta amargura Carlitos. —Los falsarios de la historia, que la retuercen porque son los vencedores, recurrieron incluso al folclore para poder manchar su imagen, haciéndolo parecer el bandido feroz que “matando viene y se va”, según la letra falseada y tendenciosa de la zamba de Vargas— le aprieta la mano a Eufemia, empieza a armar un cigarro de chala y me mira por debajo del ala del sombrer, cabizbajo, Victoriano.

JV (trecho de "De Amores y Utopías, de Demonios y Héroes de la Patria", São Paulo, 2006)

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