Una historia de amor y de combate.
El Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) fue fundado en
Barcelona, en la clandestinidad, en septiembre de 1935, sobre la fusión del
Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista.
Su creación ocurre en un período crucial de la historia del movimiento obrero y
popular español: el que va entre la revolución de octubre de 1934 y la
sublevación militar-fascista de julio de 1936.
Aunque leí varios libros sobre la historia del POUM, hasta hace
pocos años no sabía quién era María Teresa García Banús -nacida en Valencia, en
1895 y fallecida en Madrid, en 1989. Seguí leyendo más sobre la guerra civil en
España y las persecusiones estalinistas al POUM, y poco se dice de esta mujer
que fue compañera en la vida y complemento directo de Juan Andrade, y que
contaba una historia con una fuerte personalidad propia. Al contrario que él, María
Teresa permanecía a la sombra, casi no hablaba en las asambleas, pero su fuerza
se veia dentro del partido y en las batallas contra el fascismo franquista y
su resistencia al terror estalinista.
En su fundación, el
POUM tenía unos 8.000 militantes y más de 40.000 simpatizantes. En Cataluña, dirigía
la Federación Obrera
de Unidad Sindical (FOUS), que unía los sindicatos de Lérida, Tarragona y
Gerona expulsados de la CNT por "ser dirigidos por marxistas", y muchos
sindicatos autónomos. Comandaba también potentes organizaciones campesinas,
como la Unión Agraria
de Lérida, aparte de tener influencia en la Unió de Rabassaires. El POUM tenía una
organización juvenil, la
Juventud Comunista Ibérica, que era fuerte en Cataluña y
Levante, y que iba a conocer un ascenso considerable meses después.
EL POUM fue una gran
esperanza y algo más que la suma de dos organizaciones. Fue el primer partido
obrero de Cataluña. Y, sobre las bases que ya tenía en Valencia, Madrid, Asturias,
Andalucía y Extremadura, fue creciendo por toda la Península. La
organización de Galicia, estaba celebrando un plenario en Santiago de
Compostela el día de la insurrección militar fascista del 18 de julio. Según un
documento del comité ejecutivo del POUM del 10 de diciembre de 1935, la Izquierda Comunista
había aportado en el momento de la fusión núcleos “en Pamplona, Santander,
Gijón, Santiago de Compostela, Salamanca, Madrid, Palencia, Badajoz, Sevilla,
Bilbao, Lugo y en diversas provincias de España".
En los primeros meses
de 1936, que definió como "año crucial”, el POUM, fiel a su política de
unidad obrera, puso en guardia a los trabajadores ante la euforia artificial
del Frente Popular y recordó que la alternativa histórica se presentaba entre
socialismo o fascismo. Sin jugar su independencia, formó parte de la coalición
obrero-republicana del 16 de febrero y contribuyó a la victoria electoral, y a
la liberación de los presos de octubre de 1934 y a una nueva etapa política del
país.
El 19, 20 y 21 de julio
de 1936, después del levante fascista de Franco, el POUM se movilizó en todo el
país para hacer frente a la agresión militar. Intervino en las batallas de
Barcelona, de Valencia, de Lérida y en las luchas de Madrid y de otras ciudades.
Germinal Vidal, secretario general de la
JCI , murió en la Universidad de Barcelona junto con otros
militantes, combatiendo a los sublevados. En Barbastro, la acción de un grupo
de soldados de la JCI
y de José Rodes, comisario político de Lérida, evitó que el coronel Villalba se
incorporara a la rebelión. En Galicia, Luis Rastrollo, secretario de la Federación del POUM, se
puso al frente de la resistencia armada. En Extremadura, los mejores militantes
del POUM cayeron defendiendo la ciudad contra las tropas de Queipo de Llano. En
Asturias, Luis Grossi, Emilio García y otros militantes murieron en los frentes
de Oviedo.
Después de los combates
de julio, el POUM armó unidades milicianas en Cataluña, Levante, Aragón y
Madrid. La primera "Brigada internacional" en España fue la Columna Lenin , del
POUM en el frente de Aragón en julio de 1936. En ella combatieron, junto con revolucionarios
de Italia, Alemania, Francia, Bélgica y otros países, los escritores George
Orwell y Benjamín Péret. La milicias de Cataluña, de la División Lenin , después
29ª División, lucharon en Aragon y cientos de militantes murieron en la fracasada
operación de Mallorca. Las milicias de Castellón y Valencia conquistaron Ibiza,
y lucharon en el cerco de Teruel y en la defensa de Madrid.
A continuación, las memorias de M. Teresa García Banús, luchadora del POUM:
Los textos
a continuación son de MARÍA TERESA
GARCÍA BANÚS (1895-1989)
Fuente consultada: http://www.fundanin.org/garciabanus.htm
La
persecución al POUM
El 16 de junio de 1937 se inicia una
nueva etapa de mi existencia: es el día en que se desencadena de una manera
brutal y física la destrucción del POUM por los estalinistas. A las once de la
mañana la policía entra en el local del comité ejecutivo del partido y se lleva
precipitadamente a Andreu Nin. La orden de detención incluía también a Andrade
y a Arquer.
Había comenzado la persecución. A las dos de la tarde nos detienen a Luisa
Gorkín y a mí y luego, a partir de las doce de la noche, llegan a los calabozos
de la Dirección
General de Seguridad todos los miembros del comité ejecutivo
y muchísimos más compañeros. Se registran y se incautan de todos los locales
del partido, incluyendo la imprenta de La Batalla ,
es un verdadero holocausto.
No voy a detallar todos los hechos de ese momento puesto que la mayoría
son conocidos ya. Aquella misma tarde habían sacado a Nin de la DGS para trasladarlo a
Valencia y después a Madrid, no se le volvió a ver más. Igualmente fue
trasladado a Valencia, al día siguiente, el comité ejecutivo con bastantes
compañeros. Los compañeros extranjeros fueron detenidos casi en su totalidad y
algunos, como Kurt Landau que logró salvarse en los primeros momentos, fue
detenido más tarde y ya no se volvió a saber más de él, lo mismo que de Andreu
Nin. En cuanto a mí, pasé con otras compañeras unos cuatro días en la DGS para después ser
trasladada con Rovira y Arquer a Valencia. Incomunicada durante un mes, en
Valencia, fui puesta en libertad por un pobre juez republicano que no estaba al
tanto de lo que ocurría, y a partir de ese momento comenzó un largo período de
"yo y mis circunstancias" en Valencia.
El comité ejecutivo del POUM, conducido a la cárcel de Valencia, fue puesto en
libertad y al salir de la cárcel varios camiones con comunistas españoles y
extranjeros los esperaban y los condujeron con destino desconocido. Al salir de
la cárcel toda mi actividad se concentró en ponerme en contacto con toda la
gente conocida en el gobierno o fuera del gobierno, que pudiera facilitar datos
para encontrar a los secuestrados. Por mis relaciones de trabajos
periodísticos, me puse en contacto con los redactores de los periódicos de
Madrid que estaban en Valencia y visité a gran número de personalidades. Fue
Araquistain quien me comunicó que, en su opinión, Nin había sido ya liquidado,
noticia que obtuvo de una conversación con el embajador de la URSS. Vi al secretario de
Prieto, al que conocía de antiguo; al secretario de Azaña, Bolívar, antiguo
amigo nuestro y compañero de uno de mis hermanos, sin poder obtener la menor
ayuda ni información.
Igualmente tuve una entrevista tumultuosa con Álvarez del Vayo, entonces gran
comisario de guerra pero que no hacía muchos años nos dedicaba sus libros con
palabras exultantes a nosotros como revolucionarios, y que incluso nos había
regalado un magnífico jarrón de cristal de Bohemia cuando nos casamos.
Estalinista cerrado en aquellos momentos, tuve que llamarle cobarde por no
atreverse a negar que fuéramos fascistas. Así multipliqué mis visitas a todos aquellos
que creía que pudieran ofrecernos alguna pista de donde estaban los
desaparecidos.
La atmósfera desencadenada contra el POUM era densa, con carteles y artículos
en los periódicos pidiendo nuestro exterminio, y la intoxicación surgió sus
efectos. Íntimos amigos me negaban el saludo en la calle y otros, más
valerosos, se metían en un portal al verme para que yo pudiese hablar con
ellos. De haber guardado testimonios de aquella época, podría ofrecer la carta
escrita por un viejo compañero que, desde Chile, expresaba la vergüenza que
sentía entonces por haberme negado el saludo en la calle. Creo que no se ha
dado en España nunca un ambiente de terror como el implantado en Valencia por
los comunistas. Yo seguí en mis trece y por un cartel que anunciaba la noche
antes un mitin presidido por unos compañeros anarquistas, me presenté en su
local y pedí hablar con Inestal, no recuerdo cual pues eran tres hermanos. Me
preguntó en qué podía ayudarme y le hablé de la desaparición de los presos, que
debían estar en alguna “cheka” en Madrid. Esta misma noche -me contestó- salgo
para Madrid y yo te aseguro que dentro de tres días tendré noticias de que he
logrado localizar dónde los encierran, como así fue.
La etapa valenciana acabó felizmente
a primeros de abril del 38, y digo felizmente porque logramos que los presos
fueran trasladados a Barcelona, donde ya había evacuado no sólo el gobierno de
la República sino también todos los organismos oficiales. Valencia estaba
amenazada de dos peligros: o bien un avance franquista, que hubiera supuesto la
caída de la ciudad, o bien un avance hacia el mar para cortar las
comunicaciones entre Valencia y Barcelona, que fue la táctica seguida por los
nacionales. En previsión de un posible asalto a la ciudad que motivase un
desorden y la salida de los presos, había previsto que el comité clandestino
del partido me enviase una importante cantidad de dinero para que, llegado ese
momento, pudiera sacar los presos por mar. No fue necesario, porque la amenaza
real era el corte entre Barcelona y Valencia.
El comité clandestino logró obtener una orden de traslado de los presos
invocando la necesidad de que estuvieran en Barcelona que era dónde únicamente
se podía celebrar el proceso incoado contra ellos. El traslado se hizo inmediatamente
de recibirse la orden, a pesar de las trabas de la administración carcelaria
que alegaba que no podía trasladar a los presos porque carecía de medios de
transporte. En los anales de estos conflictos carcelario-administrativos no
creo que se haya dado nunca el caso de que fueran los propios presos los que
pagasen el traslado. Logramos sacarlos de Valencia en una de las últimas
autovías que hacían el recorrido hasta Barcelona, pero pagando el coste del
billete para todos ellos y el de los dos guardias encargados de su vigilancia.
Recuerdo que pagué 16 ó 17 billetes, casi la mitad de un vagón. Pero llegamos
felizmente a Barcelona y a los pocos días los fascistas habían llegado casi al
mar y las dos ciudades estaban cortadas por carretera y vía férrea.
El nuevo período de "yo y mis circunstancias", hasta el momento
de la derrota fue muy variado. Reanudé mi actividad en el partido y fui
encargada de ocuparme de los expedientes de los presos extranjeros para hacer
todo lo posible porque fueran reintegrados a sus países de origen. Apenas pude
hacer nada porque a los dos o tres días, no había pasado una semana desde mi
llegada a Barcelona, la policía, que había descubierto el local clandestino del
partido, hizo una redada estupenda y fuimos a parar todos a la cárcel. El golpe
fue muy duro y el POUM siguió actuando pero de una manera más desconcertada y
sin poder desarrollar grandes acciones de conjunto. En cuanto a mí,
personalmente, suponía no sólo la pérdida de la libertad sino una nueva
separación de Juan. Nos habíamos visto entre rejas desde agosto del 37, pero a
partir de este momento ni siquiera podríamos disfrutar de eso, únicamente
cartas carcelarias que tenían que pasar, naturalmente, por dos censuras. No
pude ver a Juan y reunirme con él hasta el 13 de julio de 1939, ya en Francia.
Autora: MARÍA TERESA GARCÍA BANÚS (1895-1989)
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