Mika e Hipólito Etchebèhére
Lo que voy a contar ahora sobre Mika e Hipólito me
lo relató hace casi 40 años el viejo Pedro Milesi. Pedro era un obrero revolucionario argentino, protagonista
de luchas históricas, como el Grito de Alcorta de 1912,
la Semana Trágica de 1919 y el Cordobazo de
1969.
Maestro de generaciones de activistas obreros y
revolucionarios, Pedro Milesi, ex anarquista y socialista revolucionario
consecuente, falleció con más de 90 años en la clandestinidad durante la última
dictadura militar.
Y fue él, amigo del Chacho Rubio, de Juancito, el
Indio y Manuel, que un día me contó, entre mate y mate, en una reunión de apoyo
al Sitrac-Sitram, lo que les relato a continuación.
No pude leer todavía la obra completa de Elsa Osorio
sobre Mika, la Capitana ,
que cuenta la vida de esta mujer guerrera que atravesó el siglo
pasado y murió en París, en julio de 1992.
Todavía no hay una traducción del libro de Elsa
Osorio al portugués, y no ha venido ningún amigo desde Argentina para traerme
un ejemplar, así que he ido leyendo el libro de a pedazos, por las
informaciones de prensa.
J.Villanueva.
Mika era argentina, y había nacido en la colonia
judía de Santa Fe, en 1902. Conoce a su compañero Hipólito Etchebéhère en 1920,
y optan por una vida revolucionaria.
Eran dontólogos de profesión, pero cambian la
tranquilidad pequeño burguesa por el compromiso político revolucionario.
Primero adhieren al Partido Comunista Argentino y pronto se desencantan del llamado "socialismo
real".
Por el camino de la crítica al estalinismo, entran a la oposición de izquierda trostkysta y llegan a España en plena euforia republicana, en junio de 1931. Van a París y Berlín en 1932 y conocen a Katia y Kurt Landau, quien sería asesinado por los estalinistas en Barcelona, en 1937.
Las limitaciones y la impotencia de la izquierda ante la escalada nazi, los hace volver a París, en donde fundan la revista Que faire? en 1934, junto con otros compañeros dela
Oposición de Izquierda.
Por el camino de la crítica al estalinismo, entran a la oposición de izquierda trostkysta y llegan a España en plena euforia republicana, en junio de 1931. Van a París y Berlín en 1932 y conocen a Katia y Kurt Landau, quien sería asesinado por los estalinistas en Barcelona, en 1937.
Las limitaciones y la impotencia de la izquierda ante la escalada nazi, los hace volver a París, en donde fundan la revista Que faire? en 1934, junto con otros compañeros de
Pero los problemas de salud pulmonar
de Hipólito los deciden otra vez a cambiar de aires y mudarse a Madrid, donde querían
conectarse con el Frente Popular que había ganado las urnas en febrero de 1936.
Querían conocer la situación revolucionaria en Asturias, cuna de la revolución
de 1934.
Pero a los pocos días de julio, en
la madrugada del 17, el ejército fascista se rebela en Africa y, al día
siguiente es Mola el que se levanta en Navarra, a los que se uniría Sanjurjo
desde Lisboa, donde estaba exiliado.
Pero muere al trasladarse en avión
desde Lisboa, por exceso del equipaje del general golpista, que trasportaba
toda su mudanza, lo que hizo que el avión cayera en el despegue.
El golpe no logra triunfar en toda
la península, y la República mantiene, después de entregarle las armas a los
sindicatos y partidos populares –que eran los únicos capaces de defender la
legalidad republicana- las principales capitales: Madrid, Barcelona, Valencia,
Bilbao, Málaga e incluso Oviedo, donde se mantienen focos de resistencia
fascista.
A la confusión que siguió a las
primeras horas posteriores al golpe, y ante la demora e indecisión de los altos
jefes republicanos -Casares Quiroga, Martínez Barrio y Azaña- en
reaccionar frente a la sedición, Mika e Hipólito van a enrolarse en la opción
más próxima a su ideología.
Es el POUM, “la organización más cercana a nuestro grupo de oposición” según
Hipólito, el partido con el que marchan hacia el frente; forman parte desde
entonces, el 21 de julio de 1936, de una tropa de 120 combatientes, en la conocida
Columna Motorizada del POUM.
Cuenta Mika que su compañero
Hipólito muere enseguida, durante el combate de Atienza, al frente de sus
hombres, el 16 de agosto. Entonces Mika asume el comando de la columna
que había estado al mando de su marido, apoyada por todos los milicianos y
milicianas; más tarde con la militarización forzada de las milicias, llega al
grado de capitana, siendo así la única mujer que tuvo mando de tropa en la
guerra civil.
Mika no solamente actúa como
miliciana revolucionaria, sino que también es líder en la lucha cotidiana por
la igualdad femenina dentro de las tropas. Su columna es un ejemplo de
participación compartida entre todos los compañeros de las tareas que en otras
tropas eran encargadas solo a las mujeres, como las tareas de limpieza, sanidad
o cocina. Ella cuenta sobre algunas mujeres que querían participar en su
columna, porque en ella se sentían realizadas como milicianas, con el fusil en
manos para luchar por su dignidad y sus derechos.
Luchó en la resistencia de
Guadalajara, en las batallas en Sigüenza, Imón, Atienza, Huérmeces del Cerro,
en la zona de Pelerina y en la defensa de la estación de ferrocarril de
Sigüenza; finalmente, ante el ataque fascista en masa, Mika luchó en la famosa resistencia
dentro de la Catedral.
Ella decía que en la guerra,
“transcurren las horas, pero nadie se cuida de ellas”. El tiempo en la guerra
revolucionaria, resistiendo militarmente a los oficiales sediosos, era un
tiempo diferente. Mika casi no dormía y pasaba los días comiendo muy poco; lo
que sufría era la falta de armas y cañones; tenía un solo mortero y sus
milicianos eran niñas y niños, de 14, 15 o lo máximo 19 años, y la voluntad en
la lucha era mucho más grande que los medios con que contaban. El esfuerzo de
Mika frente a los hombres que tanto la respetaban y la obedecían era
extraordinario. Cipriano Mera dice -en sus Memorias publicadas en 1976- que “era una mujer valiente y capaz, dando
pruebas de gran serenidad y decisión: encontrándose cercada, con otros
camaradas suyos en Sigüenza, logró abrirse camino y escapar al enemigo”.
Junto con Mika, muchos combatieron
en Sigüenza, y en defensa de Madrid y de la República. Y aunque muchos
cayeron en las muchas batallas, otros lograron sobrevivir a la dictadura de
Franco, pero “no se cuidaban del
transcurso de las horas”, sino que cuidaban de la dignidad revolucionaria
en la lucha contra el fascismo de Franco.
Se acuerda Mika de “Manola la Fea ”, que se juntó a su
columna porque en la de la
Pasionaria no la dejaban usar el fusil; y de “la Chata ” -que se quedó con una
pierna muy malherida dentro de la Catedral , y fue un peso en la conciencia de Mika.
Junto con Mika, otros seis camaradas
huyeron del cerco en Singüenza y se escaparon de la persecución franquista,
logrando llegar a Madrid: Pedro, un ferroviario socialista y su mujer Luisa,
Paco y Juanito, hermanos afiliados a las Juventudes Socialistas Unificadas,
Mateo, un anarquista de la FAI , y
Sebastián, miliciano del POUM.
Mika dice en sus Memorias: “Mi marido y yo vinimos a buscar en España la
voluntad de la clase obrera de luchar contra las fuerzas de la reacción que se
volcaban en el fascismo”.
Mika y la Batalla de Singüenza
El 25 de julio de 1936 un batallón
de 1500 milicianos de diferentes partidos y varias organizaciones políticas,
entre los que se encontraban la capitana Mika Etechebéhère y Feliciano Benito,
tomó la ciudad de Sigüenza.
Sigüenza –según la etimología
"la que domina el valle"- se encuentra en el alto valle del río
Henares conocido como el Valle de Sigüenza.
Este emplazamiento ya era un lugar
estratégico sobre la calzada romana del Henares y iria a cumplir adecuadamente
su función militar y defensiva desde el medievo, lo que le daba supremacía
sobre los demás lugares del valle.
Dos días más tarde, antes que
llegara el mando republicano, un grupo anarquista le dio muerte al obispo y al
deán. Y algunas horas después de haber entrado en Sigüenza la columna de la CNT-FAI al mando de
Feliciano Benito, llega también una columna del batallón de la Pasionaria.
El 28 de julio llegan otras dos
columnas más, ahorade milicianos ferroviarios de la UGT y de las JSU.
Todas estas fuerzas pertenecen a las
tropas del Coronel Jiménez Orge, que el 27 de julio había reemplazado a Puigdendolas
al mando de la columna que el 20 de julio salió de Madrid para aplastar la
revuelta en Alcalá de Henares del 21 de julio, y enseguida la de Guadalajara el
22 de julio.
El hecho de que el frente se
mantuviera inestable y bastante inactivo les hacía pensar a los milicianos que
el golpe de los sediciosos había sido frustrado, y la ciudad seguía garantizada
para los republicanos.
El 7 de agosto se produce el primer
intento fracasado de las tropas nacionales franquistas de tomar Sigüenza desde Alcolea del Pinar.
Mientras que el día 16 el Coronel
Jiménez Orge encabeza una columna, compuesta por milicianos del POUM,
estacionados en Guadalajara y mandados por el Capitán Martínez Vicente; es una
compañía de Guardias de Asalto y milicianos de Sigüenza, con la intención de
tomar Atienza, que fracasa.
Hacia septiembre la guerra civil
empezó a definir sus rumbos con los apoyos -todavía mal escondidos- de los
nazis alemanes y del fascismo italiano a los sublevados. La lucha en el frente
se reactivó con nuevos refuerzos, además del decisivo apoyo de la aeronáutica
nazi alemana.
Mika Etchebéhère, en su “Mi guerra
de España”, hace un relato fundamental sobre la batalla de Sigüenza y el asedio
a su Catedral. El 2 de septiembre fuerzas de la Columna García Escámez
copan la localidad de Huérmeces del Cerro, al oeste de Sigüenza. El día 7 empiezan
a caer los primeros tiros de artillería sobre Sigüenza, disparados desde
Mojares por las tropas nacionales franquistas, que ya ocupan Alcuneza.
El día 21 se hace un nuevo intento
por detener el avance de las fuerzas facciosas en la Riba de Santiuste, que
termina en fracaso, muriendo durante los combates el marido de Mika, Hipólito,
en las proximidades de Imón.
El día 28 se intentará de nuevo
recuperar la localidad de Imón, que cayó en poder de los nacionales.
La batalla se estirará hasta el día
siguiente, pero termina de nuevo en fracaso.
Los días 29 y 30 se producen duros
bombardeos de la aviación alemana sobre la ciudad.
Martínez de Aragón pensó en
conseguir refuerzos desde Madrid y se propuso resistir encerrándose en la
catedral, a la que se La consideraba inexpugnable.
Los milicianos que no abandonaron la
ciudad se encerraron junto a las familias de los campesinos refugiados y con
todos los que tenían algún miedo de represalias por parte de los fascistas,
unas 800 personas, entre mujeres y muchos niños.
El 29 de septiembre la aviación nazi
lanzó un primer bombardeo indiscriminado, que destruyó el hospital y el
orfanato del obispado, matando a todos los niños y a las monjas que los
cuidaban.
En octubre, mientras tanto, la
defensa de Madrid decidió realizar un repliegue estratégico, armando un cordón
defensivo a menos de 100 km de la capital, lo que finalmente deja a la
ciudad de Madrid sin posibilidades de defensa.
El 8 de octubre un nuevo bombardeo,
ahora más sistemático y mejor planeado -un anticipo del que sería el más
famoso, en Guernica- aniquiló casi a la mitad de la población, matando unas 300
personas.
Dos días más tarde, el mando
fascista se decidió por cañonear la catedral, destruyendo parte de sus torres,
la nave y la cúpula central, sin que hubiera víctimas fatales, gracias al
trabajo para proteger a la población por parte de Mika Etechebéhère.
Los que se encuentran refugiados dentro
de la Catedral construyen
parapetos y organizan las municiones y los mantenimientos. La mayor inquietud
entre los milicianos era El parque de las municiones, que se habían reducido a tan
solo unos veinte cartuchos por fusil.
El día 2 de octubre llega el último
tren blindado a la ciudad, cargado de munición, pero sin el esperado refuerzo
de tropas.
El día 5 Martínez de Aragón abandona
la ciudad. El asalto de los fascistas se produce el día 8, tras un duro
bombardeo por parte de la aviación nazi, ocupándola por entero, salvo la Catedral.
En la Catedral se han
encerrado un total de 550 milicianos y unos 250 civiles.
El día 10 un grupo de unos 15
hombres, encabezado por Feliciano Benito, consiguen fugarse de la Catedral por el
cementerio de los Canónigos.
Ante el fracaso de los asaltos a la Catedral , las fuerzas
nacionales franquistas deciden cañonearla hasta lograr su rendición.
El día 12 se intentan de nuevo dos
salidas por parte de los sitiados, siendo rechazados los milicianos.
El 13 un nuevo intento: Mika y un
pequeño grupo de milicianos del POUM consiguen evadirse, trepando por los altos
muros del cementerio de los Canónigos.
El 14 un grupo grande se escapan por
las alcantarillas, consiguiendo alcanzar un bosque de pinos entre Sigüenza y
Barbatona, pero son perseguidos y capturados. El día 15 un grupo de dinamiteros
logra escapar, abriéndose paso con sus cartuchos.
Ese día, los sitiados, sin agua,
alimentos ni municiones, totalmente desmoralizados y con la Catedral en ruinas
-parte de la nave central y el crucero destruidos, así como varios sectores
próximos al claustro, las letrinas y el cementerio de los canónigos, además de
la torre derecha, con peligro de que parte de las almenas se vinieran abajo-
deciden negociar con las fuerzas sitiadoras, pero los fascistas sólo aceptan
una rendición sin condiciones.
Cerca de las 5 y media de la mañana
empiezan a salir y rendirse los primeros milicianos y civiles. Uno de los casos
más dramáticos es el de una miliciana, apodada la “Chata”, que con una herida
engangrenada, pide que la rematen sus propios compañeros para no caer en poder
de los franquistas.
El día 16, después de una semana de
asedio y cientos de cañonazos, las fuerzas sediciosas que responden a Franco entran
a la catedral.
Después de una defensa gloriosa y de
varias fugas espectaculares, entre ellas la de la propia Mika, y de Feliciano
Benito, los fascistas penetraron en la catedral, ya en ruinas, donde no había
más que unos pocos milicianos y algunos civiles hambrientos, sedientos y
asustados.
Más tarde, la catedral fue
restaurada y consagrada nuevamente al culto católico por la iglesia, con la
presencia del propio Franco; pero la localidad fue prácticamente abandonada.
La ciudad muestra aun hoy las
señales de la dura batalla, que se borró de la memoria de los españoles porque
los periodistas no estuvieron presentes durante los combates, ni Picasso le
pintó un cuadro, denunciando los bombardeos alemanes.
Su población, mucho más conservadora
que progresista, e influenciada por la iglesia, escondió los hechos y todo lo
que tuviera que ver con la guerra civil en la ciudad hasta nuestros días de hoy.
Javier Villanueva, según relatos de Pedro Milesi, Córdoba, Julio de
1972.
Es una crónica maravillosa de un tiempo de España, que aparentemente los mismos españoles no quieren recordar. Jamás se puede cantar odas, cuando enfrentamientos entre seres humanos, riegan con sangre ciudades y campos, pero no puedo negar que la lectura de esta historia real y no imaginaria, me ha conmovido sobretodo, porque la sangre derramada fue entre hermanos. Mi sencillo homenaje para los que murieron y mi admiración para vencedores y vencidos, que tuvieron el valor para reconstruir lo destruido y con el tiempo perdonarse unos a otros.
ResponderExcluirGracias, Rodolfo. Discúlpame no haberte contestado antes - 11 meses atrás!- pero te juro que recién ahora veo el comentario. Un abrazo.
ResponderExcluirHoy me llegó una montaña de mensajes atrasados del Blogger. No sé qué pasa, así que estoy pidiendo mil perdones a todos.
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