domingo, 22 de maio de 2011

Motín en Catamarca. La muerte en un tiro de dados



Catamarca y la Guerra del Paraguay


El gobernador de Catamarca, don Victor Maubecín, tomó con gran entusiasmo la tarea de formar un contingente de la provincia que contribuiría con tropas argentinas para la guerra contra el Paraguay. Guerra más que impopular la de la "Triple Alianza": gran parte del pueblo se sublevó ante la recluta exigida por el gobierno nacional. Los paisanos de las provincias sospechaban que en ese conflicto no habían motivos para pelear contra un pueblo, como el guaraní, por el que sentían más simpatía que rencor.



En Entre Ríos, los gauchos de Urquiza desertaron en masa. En La Rioja, el contingente de 350 hombres que la provincia reclutó venía de entre la gente del más bajo escalón social. Según el juez Filemón Posse, los procedimientos compulsivos que había utilizado el gobierno de Catamarca eran extremos: “ponían guardias hasta en las puertas de los templos para tomar a los hombres que iban a misa, sin averiguar si estaban eximidos por la ley”.



La forma de reclutar, y el duro trato al que sometieron a los “voluntarios” durante los tres meses que duró la instrucción militar, causaron varias sublevaciones. La desnudez de la tropa movía la compasión del vecindario cuando salía a la plaza para la instrucción. “Más parecen mendigos que soldados que van a combatir por el honor del pueblo argentino”, llegando al punto de suscitar la donación por la Sociedad San Vicente de Paul de ropa y comida. El juez acusaba también al gobernador Maubecín de una interpretación equivocada del estado de sitio, cuando le exigía al vecindario contribuciones forzosas para costear los gastos de la movilización.



La situación todavía era agravada por el trato duro e inhumano que les daban a los reclutas. Uno de los oficiales instructores, ordenó cierta vez por su propia cuenta, aplicarles azotes a varios soldados, siendo que la Constitución Nacional de 1883 prohibía expresamente el castigo corporal. Esto motivó un proceso criminal en contra del oficial, cuando las víctimas denunciaron el vejamen ante un Juez Federal, que condenó al culpable a la inhabilitación por diez años para cargo público, y a pagar las costas del juicio. La sentencia disgustó al gobernador Maubecín, quien negó el derecho del juez de intervenir en los castigos en el cuartel “a consecuencia de una sublevación”. El gobernador calificaba de “extraña” la intervención del juez y afirmaba que era “una forma de apoyo a los opositores sublevados”.

Los “voluntarios” se sublevan





A fines de octubre de 1865 faltaba poco para la partida hacia Rosario del batallón “Libertad”, pero un incidente conmovió a la población. La tropa de “voluntarios”, cansada de los castigos, se amotinó con la intención de desertar. Sin duda debe haber influido el sentimiento de rebeldía contra la imposición de abandonar la tierra natal, que muchos no volverían a ver. Los principales de la revuelta fueron unos veinte reclutas, pero la tentativa fue sofocada con una enérgica intervención de los oficiales de la fuerza de custodia.

Inmediatamente, el Gobernador, jefe de las fuerzas movilizadas, formó consejo de guerra contra los amotinados. El fiscal sería aquel teniente procesado por el Juez Federal a raíz de los azotes impuestos a otros soldados.



El consejo de guerra produjo una sentencia severa y original en la jurisprudencia argentina: los acusados fueron declarados reos del delito de “amotinamiento y deserción”, y los tres cabecillas del motín, condenados a pena de muerte después de un sorteo previo. Sólo uno sería pasado por las armas, siendo los otros dos condenados a servir por cuatro años en las tropas de línea. Los otros 18 acusados recibieron condenas menores, de entre tres años de servicio militar y ser presos hasta la marcha del contingente.





La muerte en un tiro de dados



Maubecín, el mismo día 28 de octubre, puso su “cúmplase en todas sus partes”, fijando el día siguiente a las 8 de la mañana para la ejecución. Un acta en el Archivo Histórico de Catamarca cuenta las circunstancias que rodearon el hecho.



A las 8 en punto llegaron a la prisión el fiscal, un escribano y testigos. El primero ordenó que los reos Juan M. Lazarte, Pedro Arcadé y Javier Carrizo se arrodillasen para escuchar la sentencia. Enseguida les comunicó que “iban a sortear la vida” y, para tan espeluznante objetivo, les mandó que arreglaran entre ellos el orden del sorteo y si la ejecución sería para el que sacara más o menos puntos. Quedó arreglado que sería Javier Carrizo el primero de tirar los dados, y que la pena de muerte sería para quien menos puntos sacara.



Enseguida les vendaron los ojos a los condenados y trajeron una “caja de guerra bien templada”, para servir de tapete. Javier Carrizo recibió un par de dados y un vaso. Imaginemos la dramática expectativa y el tenso silencio. La muerte rondaba sobre la cabeza de los tres hombres. Javier Carrizo puso los dados en el vaso y los lanzó sobre el parche… ¡Cuatro!. Ahora le tocaba a Lazarte repetir el movimiento de su compañero. Tiró…¡Siete!. Las miradas se congelaron en las manos del tercero.



Pedro Arcadé puso los dados en vaso, lo agitó y tiró…¡Cinco!. La suerte lo marcaba a Javier Carrizo con su signo trágico.



El acta cuenta que llamaron a un cura para que el condenado se preparara cristianamente el alma. Después de haber sido desahuciado por los hombres, a Carrizo sólo le quedaba el consuelo de la fe. El pueblo catamarqueño, tantas veces sacudido por la crueldad de las guerras civiles, nunca había sido testigo de un fusilamiento tan insólito.



La muerte de Javier Carrizo cumplió el propósito de escarmiento: no hubo después ninguna sublevación del batallón de “voluntarios” Libertad. Conducido por el propio Maubecín, hasta Rosario, llegó a destino y sus hombres pelearon en el frente paraguayo dando pruebas de inútil heroísmo. De los 350 soldados que salieron del Valle, en noviembre de 1865, solo regresaon 115 después de 5 años. Los otros murieron en los fangales de Paso de la Patria, Tuyutí, Curupaytí, en los esteros paraguayos.

Fonte: Armando Raúl Bazán – La Pena de Muerte por Sorteo en Catamarca. Todo es Historia , Año 1, Nº 1, Mayo de 1967. Turone, Gabriel O. – Reclutamiento en Catamarca (2007).
Leia mais em: "De Utopías y Amores, de Héroes y Demonios de la Patria" (J.V, 2006)



Crónicas de un verano en Catamarca

Y, para que no se diga que acá solo se habla de historia, o de la gran literatura apenas, vamos a unas crónicas familiares que siempre resultan divertidas:




Revisando los cuadernos Laprida en los que escribía mi diario secreto, unos 40 o 50 años atrás, encontré estas líneas, que me parecieron graciosas:


"Ayer hubo un festejo muy original en la finca de mi tío Negro, que es el único pelado de todos los hermanos Unzaga.

En cuanto empezaron a llegar al sitio los invitados, el tío Negro se presentó disfrazado de cachorro de jaguar. También había dos osos, un cacique sioux, y hasta un ratón Pérez, aquél que lleva unas moneditas a los niños que pierden sus dientes. 

No faltó un pirata con sus pendientes redondos en la oreja izquierda. Y hasta había una chica disfrazada de muñeca de trapo con sus largos rulos rubios y ojos enormes, con unas lentillas muy verdes. 

Eduardo, el hijo menor del tío Negro, se había vestido de chimpancé, y no dejó de dar unos brincos espectaculares, ni siquiera por un rato. Al final, bailamos hasta la madrugada".

Javier Villanueva, Crónicas de un verano en Catamarca. 
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2011/05/motin-en-catamarca-la-muerte-en-un-tiro.html 

Um comentário:

  1. Após a guerra do Paraguai, grande parte das melhores terras desse país sofreu a anexação forçada pelos vencedores. O Brasil ficou com a região entre os rios Apa e Branco, aumentando o estado de Mato Grosso para o sul. Argentina anexou o território de Misiones e Chaco Central (agora chamado Formosa). Ao longo da campanha, as províncias de Entre Ríos e Corrientes forneceram às tropas brasileiras com os mantimentos necessários de animais, alimentos e produtos diversos. O Brasil pagou um preço muito alto pela vitória. Durante os cinco anos de luta, os gastos do império passaram a dobrar o volume da sua receita, provocando uma grave crise financeira. A escravidão, por outro lado, passou a ser questionada de um modo definitivo, uma vez que os escravos que lutaram no lado brasileiro com a promessa de liberdade, ainda seguiam sendo escravos.

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