Carlos
Gardel en La Trastienda
No va a faltar quien diga que estoy mintiendo
o exagerando. Habrá también quienes me defiendan, pensando que un escritor
tiene siempre licencia para mezclar hechos históricos con fantasías de su
propia cabeza, siempre y cuando no se difame a los nombrados, claro.
Pero no, lo que voy a contar son hechos
absolutamente verídicos, apoyados en circunstancias reales.
El caso es que el período de mi vida que
terminó en el mes de julio de 1979 no fue tranquilo, como ya lo conté algunas
veces. Opté por el exílio y de inmediato decidí que preferia ser un emigrante
–o lo que en mi caso es lo mismo, un inmigrante en Brasil- a ser un desterrado,
exiliado o como se le quiera llamar.
Para mi amigo Gustavo –el Gurú- los años que
van “de 1979 a 1984 no fue un tiempo fácil para este país en el que resonaban
las botas y las listas de censura”.
Y es que, mientras yo partía en busca de una
patria tropical, a Gustavo se le ocurría desafiar de un modo diferente a la
dictadura de Videla, abriendo una brecha insólita y arriesgadísima, por ser
cultural y artística, por el que la democracia se ampliaría con el mismo efecto
de una cuña de hierro entre las vetas de una madera dura.
"- Hacíamos autocensura – admite
Gustavo, creador y gerente de La Trastienda. - Al Quinteto Tiempo, que era
claramente partidario del PC, no lo llevé hasta que volvió la democracia,
porque me hubieran clausurado. Era una cuestión de olfato; ciertas cosas eran
más irritantes que otras y si te manejabas con cuidado podías hacer mucho, pero
si te hacías el macho no durabas un segundo".
Paradójicamente, la Trastienda cerró
su primer período de actividades en los comienzos de la democracia.
"- Se había agotado un ciclo. Los
artistas que crecían iban a tocar a otros lados porque el local era muy chico.
Y lo que venía era la movida del Parakultural- agrega el Gurú".
La primera Trastienda abrió en septiembre de
1979 – hacía tres meses que el Caballo y yo habíamos partido para Brasil-, en
la esquina de Thames y Gorriti, pleno Palermo Viejo y hasta que cerró, en 1984,
fue un lugar alternativo donde se podían oír y ver los géneros artísticos más
variados.
"- La venezolana Cecilia Todd hizo el
ciclo más exitoso de aquel período en el local de Palermo Viejo, con siete
funciones llenas y no siguió porque tenía compromisos en su país-", me
cuenta Gustavo Giannetti.
Pasaporte encontrado entre las ropas de
Gardel en Medellín
El último documento que utilizara Carlos
Gardel en vida, fue emitido por la
oficina consular de Niza, en Francia, el 13 de diciembre de 1932. Y la Secretaría de
Relaciones Exteriores y Culto de Buenos
Aires certificaría su renovación el 31 de octubre de 1933.
Además, el Consulado General de España en
Buenos Aires sella el "Visto Bueno
para España” el día 2 de noviembre de 1933.
La visa del Consulado de Estados Unidos en
Buenos Aires está fechada en aquel mismo día y la del Consulado francés en la
capital argentina, también el 2 de noviembre de 1933, ratificando en el
documento su nacimiento en Tacuarembó.
Un grupo de investigadores se tomó el trabajo
de rastrear durante diez años el lugar de nacimiento del más famoso cantor de
tangos rioplatense, Carlos Gardel; y la búsqueda terminó con el hallazgo de su
acta de nacimiento en Francia.
El lugar de nacimiento de Gardel desató desde
siempre una larga disputa entre Francia, Argentina y Uruguay, los tres países
que se atribuyen y disputan su nacionalidad.
El desenlace de la disputa culminó con el
libro “El padre de Gardel”, en el cual se demuestra que Charles Tomuald Gardés
–que era el nombre de nacimiento del cantante- fue anotado el 11 de diciembre de 1890 en el
registro civil de Toulouse, Francia, según afirma el diario porteño La Nación.
Lo que pocos saben es que, en la última
semana antes de mi viaje definitivo a Brasil, Gustavo y yo nos
encontramos con Gardel, en la casa que luego sería La Trastienda.
Nadie nos creería si contásemos ahora, 34
años después, la historia de nuestro encuentro con el Morocho del Abasto.
Porque la verdad es que, mientras tres países se dedicaban durante más de cien años a disputar la nacionalidad y el lugar de nacimiento de Gardel, nadie se preocupó
por confirmar si el cantor había muerto realmente en el accidente de Medellín.
Mucha gente me aconsejó a olvidarme de la
historia. Tal vez yo estuviera momentáneamente perturbado por el estrés
anterior a mi viaje a Brasil. Pero aún a riesgo de arruinar definitivamente mi
reputación, debo contar lo que me pasó aquella tarde de inicios de julio de
1979 en que fui a llevarle al Gurú la perforadora que necesitaba para la
adaptación de la vieja casona de Gorriti a su nueva función, con el nombre de La
Trastienda.
El viejito, que me aseguró que tenía más de 90
años entonces, nos contó que había llegado a Argentina a los dos años
de edad, junto con su madre, doña Berthe Gardes, que había emigrado al país después
ser expulsada de su familia por ser madre soltera.
Y entre mate dulce y mate amargo, el viejito
va y le cuenta al Gurú que su padre fue Paul Jean Lassere, quien también tuvo
otros dos hijos, y que pasó unos tiempos preso por formar parte de una banda de
ladrones porteños, con ramificaciones en Montevideo, que se especializaba en asaltar
tiendas de bebidas y cajas fuertes.
- “Sabés, Gustavo?”- le aclaraba el viejito
al Gurú – “El origen de la confusión sobre mi nacionalidad se explica muy
fácil: yo era un ciudadano francés en Argentina, sin documentos; y no me
inscribí en el Consulado Francés como tal, porque me habrían mandado de
inmediato a hacer el servicio militar a Francia, y hubiera tenido que pelear en
la Gran Guerra, la que después se llamó la Primera Guerra Mundial”-.
-“En 1920 me registré, ya con 30 años de
edad, en Uruguay como si fuera un ciudadano uruguayo nacido en Tacuarembó tres
años antes de mi verdadero nacimiento”- dice el anciano y le acepta el mate
amargo a Gustavo.
“- Me inscribí usando el
apellido Gardel, que era mi nombre artístico, y no como Gardes. Esto lo hice
para conseguir documentos que me permitieran viajar a España y participar en
una temporada de gira teatral. Más tarde me hice ciudadano argentino-“.
“- En realidad, Gustavo, todos piensan que mi
nombre de nacimiento era Charles Tomuald Gardes, y que fui registrado el 11 de
diciembre de 1890 en el registro civil de Toulouse, Francia-“ y esto que me lo
contaría veinte años más tarde el Gurú, era la más pura verdad del viejito, según
un reportaje del diario argentino La Nación.
El viejito, que todos pensaban que había
muerto en un accidente fatal en Medellín, Colombia, había aprovechado la conmoción
nacional en Argentina, producida por su supuesta muerte, para desaparecer en el
anonimato. El anciano Gardel nunca lo sabría, pero después de otros 30 años de
aquella lejana tarde de julio, una investigadora argentina, Marina Iñíguez,
presentó a la prensa una documentación y varios estudios que fundamentaban la
tesis de que Gardel nació en la localidad uruguaya de Tacuarembó. Las
diversas pruebas de Marina indicaban que Gardel no era la misma persona
que el llamado Charles Romuald Gardes, nacido en Toulouse.
“- Entendés, Gustavo? Charles Gardes era mi Hermano,
nacido en Francia, no yo” – sigue contando el anciano.
“- Estos cuarenta años de anonimato después del
accidente de Medellín, me permitieron
saber que, según distintas investigaciones periodísticas, todo indica que realmente nací
en Tacuarembó, en la estancia Santa Blanca, una propiedad del que habría sido mi
padre, el coronel Carlos Escayola, el jefe político y comisario del Departamento
de Tacuarembó –“ agrega con una cierta indiferencia forzada el viejo Gardel.
Las muchas versiones sobre la negación de
Escayola a reconocer al cantor como su hijo sorprendieron a todos los
investigadores. Parece que el coronel tenía un amor oculto con la doña Juana
Sghirla – una argentina casada con el cónsul italiano Juan Oliva. Escayola,
para estar cerca de su amante, se casó con las tres hijas de Juana Sghirla y
enviudó de todos sus matrimonios.
“- Según cuenta la investigación, el coronel y
comisario, mientras estaba casado con su segunda esposa tuvo relaciones
adúlteras con la cuñada, que era menor de edad y la tercera hija de Juana
Sghirla, de nombre María Lelia. La vergüenza social o el miedo de macular el prestigio
político de todos estos personajes –mis parientes- hizo que el hecho se escondiera
con gran celo, ya sea por respeto o por temor a la figura terrorífica del
coronel Escayola-“ dice el anciano Gardel.
Gustavo volvió muchas veces a la vieja casona
que en septiembre se convertiría en la exitosa Trastienda. Pero ni él ni yo –que
en pocas semanas estaba tomando el colectivo Pluma con destino a Foz do Iguaçu-
volvimos a ver al anciano Gardel.
Una carpeta con diversas fotocopias y documentos
originales, sin embargo, quedó en el caserón de la calle Gorriti. Malena, amiga
común de Gustavo y mía, se la llevó un día a su casa. Pero eso ya es otra historia.
Continuará.
Javier Villanueva, São
Paulo, 4 de mayo de 2013.
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