quinta-feira, 17 de novembro de 2011

El desayuno y el trabajo

 
Es media mañana y en el rastrojo mi padre, mis hermanos y algún peón. Con  la  lecherita llena de café con leche,  el atadito  con  los jarros y  el  pan,  cruzaba  el  alambrado.  Por  adentro,   por la senda e igual que a la Caperucita, la  recomendación de  no  distraerme   acortaba el  camino.  
Silbando,  saltando las acequias, pasando portillos, llegaba a donde  estaba Rodolfo, con la pala  al hombro, las alpargatas  rotas, dejando ver  el dedo gordo que una vez  mordió  una culebra; el pantalón arrollado a media pierna, mi hermano cuidaba  la partija por donde pasaba el agua  lenta regando la melga donde ya se abría  la pequeña flor azul del  alfalfa,  peinando las  gramillas. 
¡Cuantas veces tirado de panza en el suelo bebí de esa fuente mientras miraba ese pequeño mundo de  cristal    donde se mojaba  mi  jopo  que  caía!   
La  paz de los  potreros,  el  zumbar  de las abejas,  el vuelo colorido de  algunas mariposas  a veces hasta me hacían olvidar la honda  que colgaba del  bolsillo.   
Así  cumplía mi tarea según mi  fuerza,   repartiendo el desayuno.    

 Luis Unzaga,    Catamarca   2010 .

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