segunda-feira, 14 de novembro de 2011

El memorioso y la gran trifulca


Todos los meses, más o menos por el día 6 ó 7, doña Eufemia Valentina se ponía el mejor vestido, se pasaba rímel en las pestañas, lo que le resaltaba el gris azulado de los ojos, lápiz de labio y un poco de "blush".

Como la distancia de Las Chacras hasta San Fernando del Valle -que en esa época era Catamarca, a secas - es muy corta, unos 12 kilómetros, doña Eufemia no se preocupaba en gastar con un taxi, al final, era el día en que ella se lo dedicaba por entero: ir a la peluquería, comprarse un vestido o una blusa nueva. Y claro, hacer las compras del mes en los almacenes de Filipín, o dejar el pedido en las Casas Cola, en la esquina de San Martín y Rivadavia, ya que las tiendas de San Antonio eran poco provistas. Zapatos para los chicos mayores, alpargatas para los menores, botines y chalas con semillas de anís para Victoriano. 

No había problema con la casa, después de todo Saro, el hijo mayor, ya era un hombre de dieciseis años y Berta una mujercita, y podían cuidar a los hermanos menores, el Negro, Tina y Luis.
En todo caso, había también un cuerpo auxiliar de subjefes intermedios: Daniel -el que se cayó en el estanque y doña Eufemia consideraba desde entonces "enfermito del corazón", con lo que se aprovechaba de diversos privilegios, como desayunar con café con leche y bifecito, mientras sus hermanos tomaban mate cocido con pan de grasa. Rodolfo y la Gringa, también servían de subjefes de la gran tropilla de los Unzaga.

La cosa es que ese día, el orden lógico y natural de las jerarquías fraternas no funcionó, y se armó una trifulca de aquéllas que empiezan por los bordes, en las periferias del conflicto, y cuando llegan al centro culminan en una pelea al estilo de las de "saloon" en las películas de vaquero, con sillazos y chichones a diestra y siniestra.
La periferia de la pelea fue, como siempre, uno de los subtenientes -el tío Daniel que, a pesar de su condición de "enfermito del corazón" no perdía ocasión de provocarlo al Negro, que de inmediato mordía la carnada y se enfurecía, dándole el gusto a Daniel. En esa ocasión, la causa de la trifulca había sido una ollita de arroz con leche, que Eufemia le había dejado a Saro para que la repartiera entre todos, y que Daniel astutamente se había hurtado, subiéndose a lo alto de una higuera y comiéndose a lentas cucharadas, mientras el Negro, allá abajo, le imploraba : "- Dame un poquito?- ", y el "enfermito del corazón" le contestaba: "- Ya te voy a dar...cuando se termine- ".

Cuentan los antiguos que la pelea se generalizó, y cuando ya estaban en medio de los sopapos, llegó la Negra de la abuela, criada de la madre de Eufemia, que quiso intermediar y separar a los revoltosos con sensatos argumentos pacifistas. La Negra, claro, terminó en el gallinero, donde Rodolfo la dejó encerrada por un par de horas.

Parte importante de los hechos de ese día fue que la tía Berta, encargada de preparar la comida, estaba picando cebollas en la cocina cuando el "Pintado" - pollo macho y ya casi gallo, para el cual Eufemia y Victoriano habían trazado planes en los que prevían un glorioso futuro de pisador de gallinas - no tuvo mejor idea  que subirse a la mesa a picotear unos restos de legumbre.  Y a Berta, con esa sincronía y perfección fatal con que los hechos se concatenan cuando algo tiene que salir mal - lo que ahora se llama "Ley de Murphy, pero que Victoriano prefería denominar "la yeta puta" - no se le ocurrió nada mejor que querer correrlo al súper-pollo tirándole con el cuchillo con el que estaba trabajando. Y el cuchillazo, afiladísimo y certero, fue a clavarse, exacta y sorprendentemente, justo, justo, en el corazón del plumífero.

Doña Eufemia Valentina y Victoriano llegaron un poco antes de la cena, y ya todo estaba en perfecto orden, y calmo. Ni rastros de la pelea, la Negra ya casi ni lloraba, y en la mesa esperaba servido un rico y abundante puchero de pollo.

JV, São Paulo, 2008.
Fotos gentilmente cedidas por Luis Unzaga y Graciela Barrionuevo.



Y, para que no se diga que acá solo se habla de historia, o de la gran literatura apenas, vamos a otras crónicas familiares que siempre resultan divertidas:



Revisando los cuadernos Laprida en los que escribía mi diario secreto, unos 40 o 50 años atrás, encontré estas líneas, que me parecieron graciosas:


"Ayer hubo un festejo muy original en la finca de mi tío Negro, que es el único pelado de todos los hermanos Unzaga.

En cuanto empezaron a llegar al sitio los invitados, el tío Negro se presentó disfrazado de cachorro de jaguar. También había dos osos, un cacique sioux, y hasta un ratón Pérez, aquél que lleva unas moneditas a los niños que pierden sus dientes. 

No faltó un pirata con sus pendientes redondos en la oreja izquierda. Y hasta había una chica disfrazada de muñeca de trapo con sus largos rulos rubios y ojos enormes, con unas lentillas muy verdes. 

Eduardo, el hijo menor del tío Negro, se había vestido de chimpancé, y no dejó de dar unos brincos espectaculares, ni siquiera por un rato. Al final, bailamos hasta la madrugada".

Javier Villanueva, Crónicas de un verano en Catamarca. 
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2011/05/motin-en-catamarca-la-muerte-en-un-tiro.html 





Nenhum comentário:

Postar um comentário