segunda-feira, 21 de novembro de 2011

Sueños recurrentes

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El sexto cuaderno “Laprida” sigue sin aparecer; pero el cuarto (o el quinto, todavía no se sabe si es ese el órden correcto) es más largo y también más denso; hay menos espacios en blanco y la letra manuscrita en lápiz tinta violáceo es más apretada. Aunque ya empiezan a esbozarse algunos personajes, todavía la trama me parece bastante difusa e indefinida; por ejemplo, no sé a esta altura  todavía, qué pasó con Carlos Prestes y su persecusión infructífera de Javier Villanueva; leo:

Tres días después, Graciela y Raquel volvieron a la Patagonia, y mi tía Gringa y el tío Luis quedaron encargados de cuidarme. Saber que estoy tan cerca de los dos me devuelve la imaginación a Las Chacras, a sus caminos de tierra apisonada, a las siestas calientes en la finca del abuelo y a la historia fantástica ocurrida en la Casa de los Ovejero.
Me adormezco y empiezo a recordar con preciosos detalles una de mis tantas escapadas, allá por los años setenta, cuando vivía entre Buenos Aires y Córdoba, de visita a la tía Gringa y a mis abuelos en Catamarca.
Me acuerdo bien que la huelga  de taxis y de los ómnibus locales se desató sin piedad en la ciudad  de Catamarca ni bien me bajé del micro de la Cacorba, en la vieja terminal.  Primero pasé por lo de la abuela Juana y don Samuel, mis abuelos paternos, que vivían a pocas cuadras de allí, para verlos un rato y por si acaso algún primo me podía acercar hasta las Chacras, a Piedra Blanca o a la Falda; pero no tuve suerte, habían salido. Lo busqué al tío Luis en lo de Ramón Sánchez. Pero tampoco había nadie en casa.

Lea más en "Crónicas de Utopías y Amores, de Demonios y héroes de la Patria" J.V. São Paulo, 2006.

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